—Como si escuchara su preocupación, alguien tenía que venir y exacerbarla —llegó en forma de un hombre mephitic regordete que caminaba pomposamente hacia el centro.
—¡Entonces no te quedes! —dijo con una sonrisa arrogante, mirando desde arriba al hombre de piel oscura que le faltaba una pierna—. ¡No queremos desperdicio pobre como tú aquí en mi Aldea Real!
La gente le abrió paso respetuosamente, creando un camino despejado.
La multitud mostraba diversas expresiones; algunos eran respetuosos, otros temerosos y algunos asqueados.
No, mirando más de cerca... era principalmente asco.
Altea no podía evitar preguntarse ¿qué había hecho este hombre en estos pocos días que lo habían hecho tan detestable?
—¿Por qué? ¿Crees que puedes encontrar otro territorio cercado cerca de aquí? —preguntó.
—Eugene inclinó la cabeza hacia abajo y apretó el puño —¡pero 100 monedas de cobre es demasiado caro!