—¡Hey! —Un grito vino desde un carruaje enfrente, sacándolo de su trance. Luego el carruaje se detuvo tan abruptamente que se cayó de su asiento.
Oslo se palmeó el trasero sorprendido, mirando a través de la cortina. —¿Qué?
—¿¡Qué está pasando?! —Olga también gritó desde el carruaje detrás. En lugar de una respuesta, escucharon un poco de alboroto y algunas voces aparentemente apanicadas y enojadas.
Salió de su carruaje y vio a Olga y sus criadas saliendo también. Sus miradas se cruzaron y ambos giraron para mirar al carruaje del frente.
Vieron a Otto y a su único guardia, el apuesto Silva, quien se paró protectoramente al lado de su maestro.
En este momento, Otto miraba al carruaje con una expresión complicada. —¡Debería haberse quedado en su carruaje! Pero, ¿quién le dijo que fuera una mariposa social y no pudiera vivir sin charlar por un par de horas?
¡Había elegido el carruaje de Obi al azar y ahora se arrepentía! ¿Sería daño colateral?!