Volviendo al presente, Altea giró la cabeza hacia la otra chica.
—¿Cuál es tu evaluación general?
—B —dijo Sheila—. ¿La tuya?
—La mía está por encima de B —respondió Altea vagamente, luego miró a Fufi que siempre movía la cola felizmente—. ¿Y la tuya?
El estúpido perro solo le sonrió con la lengua afuera.
Suspiro
Al final, ella estaba simplemente contenta de que este canino esponjoso lograra venir con ella. No pudo evitar cubrir su cabeza de caricias.
Después de comprobar visualmente a sus dos compañeros en busca de lesiones, Altea giró para mirar a una mujer extraña que temblaba locamente a unos metros de distancia de ellas.
Sheila siguió su mirada y se sobresaltó, muy sorprendida de que hubiera alguien más allí. —Tú
—Yo… H-Hola —balbuceó la mujer, temblando. Era una joven que llevaba ropa reveladora de seda, y parecía un hermoso pero triste cachorrito.