De manera similar, en otra área con una atmósfera estancada, cierto par de gemelos se encontraba frente a una mujer.
Lucas y Leo se encontraron con la mujer mientras esperaban en las puertas, preparándose para partir.
Ella había estado observándolos todo el tiempo, aunque le tomó un tiempo acercárseles.
Los dos la siguieron a cierta distancia de la multitud. Con los brazos cruzados, la miraron, esperando a que ella hablara.
—Sé que nada de lo que salga de mi boca les hará sentir mejor —dijo ella—. Pero ahora que se van, espero que no guarden odio en sus corazones…
—Y no tengo la ilusión de que me perdonarán. Mi único deseo es que ustedes dos no vivan en odio. Mi muerte no lograría eso.
—Son buenos chicos. Saben lo que está bien y lo que está mal —.
Ella cerró los ojos y tomó un profundo aliento. —Lo que puedo hacer es asegurarles que no tendré un sueño decente de ahora en adelante.
—Mientras viva, sufriré las consecuencias de mis acciones —les dijo—. Esta es mi garantía.