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Mientras que ciertos hombres se inspiraban y se entusiasmaban, un aborigen alto y de apariencia común era todo lo contrario. Tenía la cabeza semi-calva, lo que hacía que su cara se viera aún más alargada, lo cual se acentuaba aún más por su profundo ceño fruncido.
Arrastraba los pies por los caminos de piedra de la ciudad, cabeza llena de pensamientos de incertidumbres.
Su nombre era Madon Loo, y estaba muy deprimido. Ahora no estaba seguro de qué hacer con su vida, y hasta se sentía un poco en pánico.
Hace unos días, había sido rechazado en su última oportunidad en la Cancillería de Nombramientos.
Había pagado la enorme suma de 5 oro por unos pocos espacios pero ningún territorio lo aceptó. Podía entender esto en las ciudades porque contratarlos no era barato. Además, había opciones mejores y más experimentadas a ese nivel.