Emergiendo del marco del bosque sereno, la escena se abrió a un alegre mercado situado en las amplias aceras. Había puestos, docenas de ellos, rodeados de muchos clientes, exhibiendo diversos productos, muchos de los cuales nunca pensaron que volverían a ver.
Había multitudes y multitudes de gente de compras. Cada uno, sin excepción, lucía pulcro y limpio, y todos ellos con amplias sonrisas en sus rostros. Para ser honestos, era un contraste tan marcado con lo que habían pasado los últimos días que a medias pensaron que era una ilusión.
El guardia los vio mirando y explicó, con mucha paciencia:
—El Mercado todavía está en construcción, así que los puestos están básicamente instalados a lo largo del camino. De todos modos, aún no tenemos coches aquí.
Sus ojos parpadearon.
—¡Ese no era el punto por el que estaban atónitos, vale?! ¡Comida! ¡Comida legítima! No había forma, sus pies se movieron por sí solos y todos encontraron un puesto al azar frente al cual detenerse.