Recién comenzaba a amanecer, pero ya desde esas tempranísimas horas matutinas podía advertirse una creciente actividad en aquel inmenso complejo portuario de Neo Yokohama. Y de entre toda la multitud de navíos procedentes desde distintas partes del orbe que embarcaban y desembarcaban diversas y variadas mercancías, podía verse salir desde una de las tantas naves mercantes que se encontraban atracadas a un grupo de personas de diversas nacionalidades; quienes emprendían sus rumbos por aquella amplia y pavimentada explanada húmeda producto de la llovizna que había caído durante toda la noche anterior y que era ahora reforzada por una espesa niebla matutina que, a esas horas, todavía no se disipaba del todo.
Todas aquellas personas dirigían sus pasos hacia un cercano edificio donde se encontraba la capitanía de aquél puerto, lugar donde todas aquellas personas que eran tripulantes debían registrarse y dar aviso a la espera de obtener confirmación de la autorización necesaria para así poder abandonar durante algunas horas aquel puerto; ello antes que tuvieran que volver a embarcarse para continuar la navegación hacia los otros destinos que tuviera que servir aquella nave.
Algunos minutos después, situados ya en una larga fila india, un hombre cuyas incipientes canas delataban su mediana edad y que trabajaba como burócrata de aquella capitanía revisaba los conjuntos documentales que tanto las leyes como las convenciones internacionales sobre la materia requerían para identificar a los tripulantes que saldrían de aquel puerto. Era un trámite de rutina nada gratificante y que se tornaba todavía más tedioso por culpa de su compañero que hacía ya un buen rato que debería estar reemplazándole había llegado atrasado una vez más. Razón por la cual le habían obligado a tener que controlar a toda la tripulación de aquella nave antes de siquiera pensar en marcharse. Por ende, no estaba realizando su trabajo de la mejor manera. Afortunadamente para él, por regla general su trabajo tan solo se limitaba a cotejar y corroborar la documentación de los tripulantes, a fin que esta fuera coincidente con la proporcionada con anterioridad por los respectivos propietarios o armadores de las naves. Y cumpliendo con resignación y de manera cuasi mecánica aquellos deberes se encontraba aquel funcionario en lo que parecía ser el final de otra monotemática y aburrida jornada que, para variar, se había extendido mucho más allá de lo acostumbrado.
Pero de entre todas las personas que llegaban, exhibían sus documentos y se marchaban sin problemas, aquel hombre de pronto se vio sorprendido cuando recibió un conjunto documental que llamo su atención.
Dicha documentación pertenecía a una persona de sexo femenino. No era muy común que en los navíos mercantes se admitiera presencia femenina, pero últimamente se estaba volviendo algo más frecuente. Aun así, no dejaba de causarle extrañeza a aquel hombre la presencia de una mujer tripulante. Sobre todo si, al examinar con mayor detenimiento dicha documentación, descubriría que aquella mujer era demasiado joven, con apenas 20 años recientemente cumplidos.
El funcionario alzó su mirada y contempló fijamente a una muchacha de estatura mediana que cargaba una gigantesca mochila de explorador a sus hombros y que vestía ropajes holgados y bastante ordinarios. Llevaba pantalones de buzo gris algo desteñidos y una sudadera con capucha negra algo descolorida por el uso y los puños de las mangas un poco roídas. La capucha cubría casi por completo su rostro, pero dejaba ver las agradables facciones de una mujer blanca, de cabellera negra y hermosos ojos de color azul. Arrugó un poco el entrecejo. La mujer ante él no aparentaba tener los 20 años que decía el documento en sus manos, por el contrario, no parecía mayor de 16. ¿Tal vez se veía más joven de lo que realmente decía ser?
Con una nota mental que le indicaba ser mucho más riguroso con esta mujer, el funcionario de Aduana siguió con el procedimiento acostumbrado en estas lides, obteniendo de ella la corroboración verbal de los nombres y datos que aparecían en las identificaciones presentadas. Fue entonces cuando al cotejar estos datos formuló otra serie de preguntas.
— Aquí dice que embarcó en el puerto de El Pireo, Grecia. Y ahora desembarca en Neo Yokohama, ¿No es así?
— Así es — respondió ella con una sonrisa.
— En su libreta de embarque aparece este puerto como único destino de su travesía. No figura que desembarcara antes en algún otro puerto, y tampoco señala que vaya a volver a embarcar — Inquirió mientras no dejaba de observar a la joven mujer.
— Así es señor. Solo fui contratada como tripulante para el trayecto hasta Neo Yokohama.
Dicha explicación no terminó de convencer al funcionario de Aduana. Todo el resto de la tripulación que desembarcada del navío en que llegaba esta mujer y que ya había sido controlada había embarcado y desembarcado en varios puertos, como suele estilarse en los marinos. Y seguramente estos seguirían haciéndolo en los múltiples puertos que se encontrarían al navegar por el océano Pacífico rumbo hacia los distintos destinos que cubrían la ruta de dicho mercante. ¿Por qué esta mujer sería la excepción? Su instinto le decía que había algo mal aquí, aunque no podía ver qué era, ya que toda la documentación que ella presentó se encontraba en regla, lo que era corroborado por las informaciones que se arrojaban las bases de datos informatizadas.
— ¿Sería tan gentil de permitirme ver su pasaporte? — pidió el hombre.
— Seguro — señalo ella, mientras le mostraba una libreta de color rojo donde aparecía impreso en su centro una flor dorada de crisantemo, con las leyendas en caracteres latinos y kanjis que decían respectivamente en lengua inglesa y japonesa la escueta frase: "Pasaporte Japonés"
— Espere un momento — Señaló el hombre nada mas tomó el pasaporte y lo abrió, comprendió prontamente lo que estaba mal. La mujer en la foto del pasaporte era completamente distinta a la que tenía de pie frente a él.
El hombre estaba por dar la alarma cuando de imprevisto su mente se sintió pesada, como si de pronto hubiera sido embotada, algo similar a haberse bebido por completo una botella de mal Sake, o algo así. De hecho, sus pensamientos se aletargaron tanto hasta el punto de sentir que el mero acto de pensar en dar la alarma le costaba en demasía.
— ¿Hay algún problema? — Preguntó la mujer luego de un largo rato de ver al funcionario ahí inmóvil.
El funcionario de Aduana contempló a aquella mujer, fijándose en sus ojos, sus hermosos ojos azules. Por un momento, el hombre creyó, pensó, pero… no podía pensar.
— ¿Hay algún problema? — Volvió a preguntar la mujer con una linda sonrisa, pero con una seria mirada.
Aquel hombre no pudo dejar de fijarse en esos ojos, unos tan penetrantes que parecían traspasarlo. Su mente se sintió todavía más pesada, más confusa; hasta que, de improviso, la claridad llegó a él. Ahora lo sabía, todo estaba bien.
— No, no hay ningún problema señorita. Perdone la demora. Puede seguir — Dijo el hombre, devolviéndole a aquella mujer toda su documentación debidamente timbrada con prontitud.
¿Qué había pasado con él? Había corroborado que no había nada de malo con aquella persona. Tan solo era una trabajadora joven que dejaba a aquella tripulación para volver a su patria, nada anormal. Se despidió con un asentimiento de cabeza y la mujer avanzó, perdiéndose a poco andar entre el ajetreo de esa terminal.
— Que pase el siguiente — Señaló el hombre algo molesto, mientras prontamente iba olvidando todo lo que había pasado a la vez que su mente pasaba a maldecir mentalmente a su compañero por tenerlo trabajando en solitario hasta esas horas.
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Aquella chica caminaba por las calles de la ciudad portuaria procurando pasar lo más desapercibida posible entre esas calles que se tornaban cada vez más pobladas y congestionadas. Eso le venía bien. Mientras más gente para mezclarse, mejor.
Ya habían pasado varios minutos desde que dejó la terminal portuaria y no había pasado nada fuera de lugar, por lo que el trabajo que le hizo al pobre diablo que la atendió resultó totalmente exitoso. No es como si fuera a fallar, ella sabía que no iba a fallar; la mente de aquel sujeto era débil y, al encontrarse este extenuado y fastidiado, su trabajo terminó resultando todavía más sencillo. Sonrió cuando vio su destino.
La estación de ferrocarriles estaba atestada, como era de esperar, lo que nuevamente le venía bien. Se adentró y buscó por el lugar hasta que dio con las multimediales pantallas interactivas donde podía encontrar la información de todos los itinerarios de los trenes y las diversas ciudades de destino, con la duración estimada del viaje y el precio de los pasajes respectivos. Luego de unos minutos finalmente encontró el tren que saldría en dirección al destino que ella quería. Con dichos datos en mente, la chica se acercó a la boletería más cercana para comprar un boleto.
— Un boleto a Tokio-3, por favor. Para el servicio que sale en 30 minutos — solicito la chica.
— ¿Desea su boleto de ida y vuelta? — Preguntó la mujer de la boletería.
— Solo de ida — Le respondió amablemente mientras miraba la pantalla de la taquilla, para corroborar el precio del pasaje. Extrajo dinero efectivo de uno de sus bolsillos, canceló y tomó su ticket. Luego, deambuló por la estación un par de minutos hasta que encontró lo que buscaba.
Ingresó a un baño de mujeres, el cual para su fortuna se encontraba vació, así que aprovechó y cerró la puerta con llave. Dejó caer la mochila de viaje en el suelo y se miró por un par de segundos en el gran espejo que estaba sobre el lavamanos antes de quitarse la capucha y luego aquella peluca que había estado utilizando desde hacía algunos días. Suspiró pesadamente y raudamente comenzó a quitarse aquellos ropajes para ponerse con mas esmero nuevas vestiduras.
La puerta del baño se abrió cerca de 10 minutos después, oportunidad donde salió de ahí una preciosa muchacha de lozano aspecto juvenil con anteojos y el cabello tomado en 2 coletas. Vestía una chaqueta corta delgada y una polera debajo, usaba pantalones de mezclilla ajustados y zapatillas blancas mientras usaba una muy ligera base de maquillaje muy de moda entre las jóvenes de esa edad. En su espalda cargaba su mochila de viaje mientras avanzaba sin prisa por la estación hasta llegar al andén que le correspondía, donde subió al tren que la llevaría a su destino. Con calma buscó su asiento, guardando su mochila en el compartimento sobre su asiento y se acomodó junto a la ventana mientras esperaba que el tren iniciara su servicio, cosa que ocurrió unos pocos minutos después.
Y mientras ese ferrocarril iba acelerando su marcha a medida que abandonaba aquella estación, un pensamiento surgió en la mente de esa muchacha.
"Tokio-3, allá voy".
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Continuará…
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¡Hola a todos!
Luego de mucho tiempo, finalmente vuelvo por estos lares para comenzar a entregarles una nueva historia, una respecto de la cual no puedo por ahora anticiparles nada. Tan solo puedo decirles que este es un proyecto largamente anhelado que, tras múltiples ideaciones, planificaciones, correcciones y revisiones, finalmente hoy comienza a ver la luz.
Espero que me acompañen leyendo esta historia y que todos ustedes disfruten tanto el leerla como yo al escribirla.
Y aunque de seguro ya lo saben, igual nunca está de más recordarlo para evitar problemas:
"Evangelion", así como todos sus personajes y caracteres son propiedad de Gainax/Khara, o de todos aquellos quienes legalmente les representen y/o sucedan en el futuro. Así mismo esta es una historia hecha por fan para fans, por lo que su publicación se hace sin ánimo o finalidad lucrativa alguna.
¡Nos estamos leyendo!