Durante milenios, la humanidad ha permanecido dividida, ya sea por diferencias culturales o creencias arraigadas. Cada grupo ha traído consigo teorías y relatos sobre el fin del mundo, un evento que, al parecer, algunos anhelan con ansias. Se habla de epidemias devastadoras o conflictos internos que los llevan a su propia destrucción. El morbo por la muerte parece ser una constante en la mente colectiva.
Sin embargo, lo que les depara la realidad supera cualquier imaginación. He de admitir que la humanidad goza de una gran creatividad y nada alejada de la realidad puesto a que muchas de estas criaturas fácilmente pueden ser relacionadas con las obras de H.P Lovecraft o con figuras bíblicas.
De entre ellas, grandes bestias con alas gigantescas surcadas por ojos rojos, algunos con apariencias humanoides y otros con cuerpos de animal como leones, águilas, osos y lobos. Sin embargo, es evidente que no pertenecen a ninguna especie terrestre, pues sus tonalidades son tan extraordinarias que desafiaban la naturaleza misma. Algunos exhiben un azul tan pálido que recuerdan al de los cadáveres en descomposición.
Todos estos humanos, que en el otro mundo eran aliados ahora se reducen a cadaveres, para nosotros todos son como hormigas, cuando un humano aplasta una hormiga y la aleja de su hormiguero a ustedes no les importa, porque son seres tan inferiores que no les importa su vida. Es por esto que al ver la inminente destrucción no siento remordimiento, de todas formas me es imposible sentir.
Hasta que tu llamas mi atención, te ves tan desesperado y solo que a pesar de que no debería de compadecerme de ti, lo hago, porque tu energía me atrae como ninguna otra.
¿Que eres? ¿De que eres capaz?
Te observo a través de la neblina y las llamaradas de fuego, tu lloras cubierto de la sangre de tu progenitora, débil.
¿Pero porque tu energía es tan fuerte?
Yo lo sé todo, soy el rey del saber y a pesar de esto tu presencia me desconcierta: te seguiré vigilando hasta que encuentre las respuestas.