Era una un día normal.
Las flores florecían y una linda niña nacía.
Una niña con cabello rosa y ojos brillantes. Sus padres, ninjas experimentados, sintieron una energía inusual en su pequeño cuerpo. Sabían que esta niña era especial.
La llamaron Sakura, en honor a las flores que florecían en primavera. Pero lo que no sabían era que Sakura llevaba dentro de ella el espíritu de la Fuerza Fénix. Desde su nacimiento, las llamas doradas danzaban a su alrededor, protegiéndola y nutriéndola.
Esa misma noche, mientras la aldea dormía, el cielo se iluminó con un resplandor ardiente. El Fénix había llegado. Sus alas de fuego destrozaron los techos de las casas, y sus gritos resonaron en los corazones de los aldeanos. Quemó árboles, edificios y todo lo que encontró a su paso.
En el hospital, los médicos y las enfermeras luchaban por salvar vidas. Pero el Fénix era implacable. Dejó heridos y fallecidos a su paso. Los padres de Sakura, valientes ninjas que intentaron detenerlo, también perdieron la vida.
Sakura, que era solo un recién nacido, sintió un inmenso dolor. Las llamas doradas la envolvieron, quemando su piel y su alma. Pero logró sobrevivir. El Fénix había elegido su cuerpo como su anfitrión.
A medida que crecía, Sakura se dio cuenta de que su aldea la miraba con miedo y desprecio. La mayoría de los aldeanos le echaban la culpa a ella por lo que había causado el Fénix esa noche fatídica. Se convirtió en una paria, una niña solitaria con el poder de un dios ardiente.
Su destino estaba entrelazado con el del Fénix, y juntos protegerían el mundo ninja. Pero también se preguntaba: ¿podría redimirse por los pecados del Fénix? ¿O sería consumida por su ira y su fuego eterno?