En un recóndito y pequeño planeta, mayormente azul con tintes violetas debido a su cercanía con su gran estrella, se podía observar una gran variedad de naturaleza, aparentemente inofensiva pero que aguardaba peligros inimaginables. En una apartada región, alejada de cualquier tipo de civilización, se manifestaba un fenómeno extraño que desconcertaría a cualquiera, ya fuera débil o fuerte.
En ese rincón olvidado por el tiempo, en lo profundo de la noche, donde los árboles susurraban secretos antiguos y las criaturas se movían en la penumbra, se gestaba algo único. Una sombra densa y palpable se arremolinaba en silencio, como si cobrara vida propia en medio de la luz difusa del sol. Esta sombra, a diferencia de las sombras comunes que dan forma a los objetos, parecía tener una conciencia, una voluntad propia.
Con cada segundo que pasaba, la sombra crecía en tamaño gigantesco, hasta bloquear cualquier rastro de luz de la luna que intentara penetrar en la tierra adyacente. Una silueta humanoide comenzaba a tomar forma, sin rasgos claros y sin luminosidad alguna, como si estuviera hecha de la misma oscuridad.
El tiempo parecía detenerse en ese lugar olvidado. No se sabía si habían pasado dos segundos, dos horas o dos días, pero la sombra se volvía cada vez más humana y clara.
De repente, rompiendo el silencio de la noche, se escucharon risas inquietantes que resonaron en el aire frío y denso como ecos de horrores ancestrales, un presagio de la oscuridad que se avecinaba.
"¡KEKEKEKE!"
Las risas se desvanecieron, dejando un aura de ausencia suspendida en el aire, mientras la sombra continuaba su metamorfosis hacia una forma más definida y aterradora, algo que no debería de poder existir en tal pequeño planeta.
Después de un largo periodo de tiempo, lo que parecían ser los ojos de la figura recién formada se abrieron de golpe, eran profundamente oscuros, sin un solo pequeño reflejo de luz en su interior. Si los vieras, te sentirías siendo absorbido por ellos, pero a pesar de eso no perdían su absoluta belleza.
¡BOOM!
Al instante que sucedió esto, se escuchó una terrible explosión en todo el entorno, expulsando miserablemente a cualquier forma de vida que estuviera a su alcance. Prosiguiendo, un rayo de oscuridad con un aura de divinidad salió disparado hacia arriba, su alcance imposible de predecir, pero seguramente todos los seres del mundo lo vieron.
Los pocos que se aventuraban a acercarse a este fenómeno se veían envueltos en una sensación de inquietud, como si algo primordial en lo más profundo de su ser les advirtiera del peligro. Y tenían razón en sentirlo, porque esa sombra era la manifestación de un nuevo dios que nacía en el universo de los grandes y diversos dioses, un ser destinado a cambiar el equilibrio de poder en el cosmos.