Un sabor a cobre espabilo mi vista para darme cuenta
que me encontraba atado a unos grilletes que
colgaban de las paredes, el óxido de un bozal de
hierro cortaba mi labio hasta partirlo en dos
inmediatamente percibí un hedor que emanaba de
las grietas en las paredes eran cuerpos de animales
enterrados en ellas para infestar el aire de una
muerte lenta para todo ser, mi sed era intensa ya
tenía más de un día en ese hueco mohoso. Las
rendijas del bozal estaban pegadas a mi piel para no
dejarme articular ningún sonido cada que intentaba
mover la boca cortaba cada vez más pero que es un
Tzimisce sin atracción por el dolor, me habían
colocado una especie de droga no podía usar mi
vicisitud ni enfocar la vista con precisión los
"cazadores" conocían cada Clan, cada particularidad y
estaban entrenados justamente para detener esos
aspectos tropezarse con ellos es lo último que un Vampiro desea, mis cabellos caían entre mis hombros
no me había percatado de que la gabardina estaba
destrozada durante el ataque en el callejón fui
atacado sin darme cuenta rozaron la tela hasta
desgarrar varios trozos. Frente a mi unos barrotes me
aislaban del pasillo, no había notado que una figura
sentada del otro lado me observaba detenidamente
-ya se está pasando el efecto mí querido Stefan, la
noche esta por avivarse y necesito de tu FrenesíFrenesí,
caer en ese estado de locura incontrolable
no dejarse llevar por los instintos mantenía la cordura
estable;
-a pocos minutos de que amanezca tú y otro grupo de
Vampiros en Estado Frenético saldrán a las calles,
atacando el pueblo y su gente serán polvo en poco
tiempo y dejaran la tierra manchada en sangre
maldita –
dijo de manera exaltada la silueta acercándose a los
barrotes descubriendo el rostro de una mujer de
labios rojizos y una mirada punzocortante
envenenando mi rabia con una sonrisa burlesca alejo el cuerpo desapareciéndose entre la oscuridad del
pasillo. De pronto empezaron a sonar las rejas
craqueando las bisagras como si las batieran, mis
grilletes se soltaron dejándome caer, no podía mover
las piernas y caí de bruces al suelo encharcado de
moho, mi celda empezó a dar vueltas no podía
ponerme en pie empecé a darme cuenta que habían
ruidos cada vez más fuertes vociferando a través de
las paredes, de repente un golpe de adrenalina ataco
mi pecho la sed era intensa muy intensa. Empecé a
jadear mientras sentía como una fuerza increíble se
desataba desde mis entrañas. Una reacción
instantánea elevo mi cuerpo podía oler la sangre a
kilómetros escuchar los latidos y hasta el correr de
ese elixir rojo dentro de esos cuerpos enclenques, Salí
de la celda siguiendo el aroma, Muchos más estaban
en el pasillo, de muchos clanes, de diferentes lugares
a quien le importa. La sed dejo eso de lado y me hizo
correr por los pasillos de manera frenética mi
garganta sentía cenizas secas y asfixiantes, una
ventana sin pensarlo corrí hasta saltar por ella
destrozando los vidrios cortando tela, piel y hueso.
Del otro lado una escalera de caracol hacia el olor más intenso podía escuchar hasta los pestañeos, salte de
barandal en barandal hasta hacerme de varios pisos
hasta llegar a la superficie de un caserón repleto de
cuadros ignore todo a mi alrededor saliendo a las
calles, gente corriendo el frenesí había invadido las
mentes de los presos ahora libres y con sed, una
mujer corría mirando a su alrededor sin darse cuenta
tropezó y cayó raspándose las piernas, no note que
avanzaba hacia ella mi instinto animal se apoderaba
de mí, sangre, gritos, agonía. Un manjar de sonidos
abatía mis sentidos con mis manos desgarraba la piel
fresca ante mi como un plato recién sacado de la
cocina, cada alarido aumentaba mi descontrol viendo
como el alma se le iba desprendiendo con cada
gemido que se ahogaba en dolor y sangre
pudriéndose por dentro deje pasear mis dedos entre
sus entrañas aun latentes, caliente al tacto deje pasar
mi mano bajo la piel marcada en rojo observando
como temblaba el cuerpo, una espuma brotaba de su
boca, patéticas criaturas. Solo un roce deformo el
rostro desquebrajando cada figura simétrica que
componía su anatomía facial. Mi entretenida faena
era armonizada por alaridos cortados por golpes secos de mis camaradas mutilando y destajando, era
una escena orgásmica que se iba a acabar pronto de
una manera precoz, el sol empezaba a soltar rayos de
luz sobre la colina un amarillento mortecino palideció
más mi piel. Me levante de inmediato no estaba lejos
del camino que tomamos anteriormente antes de la
emboscada, las altas estructuras de angostas calles
eran perfectas para que las sombras me protegieran
del día. Trastabillando me aleje del lugar dejándome
caer en una cera había pasado menos de un mes o tal
vez mas mi sentido del tiempo fallaba en esa tumba.
Ya no soportaba el olor a moho deje caer la gabardina
o lo que quedaba de ella al suelo, debía hacerme de
ropa nueva y de un lugar donde pasar las horas de luz,
entre en los callejones de Francia evadiendo todo
contacto humano.
Varios días más tarde ya recuperado me había
encerrado penosamente en las catacumbas del
pueblo, mi rabia hacia rechinar mis dientes,
esconderme como una bestia derrotada. En los alrededores del mercado del pueblo corrían
ciertas historias referentes a lo ocurrido hace unos
días tenia ciertas sospechas por los sucesos ocurridos
sospechas que se aclararon a pocas noches entre mis
salidas, un grupo extraño se movilizaba de manera
indiscreta y sospechosa en el centro del pueblo, me
las arregle para seguir las pisadas de un millonario
que visitaba la tumba de su esposa, logre emboscarlo
en una vereda donde no daba el sol degollándolo para
no hacer ruido alguno, solo el de la sangre brotando
gota a gota, me alimente de ella por un buen rato
teniendo cuidado de no manchar el traje. Esperando
la caída del Sol para salir entre las calles. Me dirigí a
hasta el campanario las puertas abiertas aun había
misa, entre como cualquier pueblerino, dentro
esculturas de cierto culto engañando a los crédulos
con una fe falsa haciéndolos adorar a sus ancestros
disfrazados de Dioses, toda una fachada elaborada
ingeniosamente quién lo diría los iluminatis se
reunían en un santuario religioso en el medio de una
plaza de mercaderes, entre por una de las ventanas
sigilosamente me mantuve hay durante unas horas
observando la enorme cúpula que cubría el lugar la cual pintaba la ultima cena con colores oscuros para
apenas dejar entrar un leve reflejo de luz. Cargue de
Balas de plomo un revolver viejo y gastado que tome
durante mi tiempo en Alemania guardándolo entre la
cintura, salte dentro cayendo suavemente detrás de
una escultura en yeso emulando una figura que los
mortales llaman "su Dios" que incrédulos, una puerta
al final del enorme recibidor me invitaba a pasar
podía escuchar dentro voces de al menos seis
personas tome las barras de la puerta y empuje.
-Buenas noches mis queridos Hermanos- dije en voz
alta dándome cuenta que al menos unas cincuenta
miradas llamadas por mi voz me seguían mientras me
habría paso hasta la orilla del balcón, debajo formaba
una habitación llena de Vástagos jóvenes y
hambrientos su aroma y débil presencia los delataba,
entre ellos un hombre mejor dicho una bestia me
observaba examinándome detenidamente era el
Tremeré que estaba buscando.
Saque el revólver y jale suavemente el seguro hacia
atrás apuntando sin moverme de donde estaba al rostro del bastardo, una risa estallo por todo el lugar
rebotando entre las paredes
-piensas que una bala puede hacerme algún daño? Y
así te haces llamar un vampiro?-
Inmediatamente empezaron a unirse coros de burla
que me taladraban los oídos afine la puntería hasta
apretar el gatillo soltando la bala acertando en la
cabeza del Tremeré derribándolo entre sus
congéneres, una línea de sangre recorrió su rostro
hasta caer al suelo, durante unos segundos el silencio
se convirtió en una masa densa de calor sofocante
- por tu osadía morirás Tzimisce hasta la última ceniza
de tu calcinada osamenta desaparecerá- grito el
tremeré levantándose hasta quedar recto alzo la
mano y todos los presentes se alzaron hacia mí, sus
rostros notaban furia y sed descontrolada por la
sangre, di un paso atrás empujando la puerta tras de
mi saliendo de nuevo al recibidor alce la pistola
soltando ráfagas a la cúpula partiéndola en muchos
pedazos que caían cortándome la piel me cubrí detrás
de la estatua de piedra empujándola hacia mí, el
amanecer estaba entrando por el techo desnudo quemando a los vástagos que venían a por mí, conté
una gran mayoría que se precipito saltando por la
puerta logre sentir unos muy cerca así como estuve
tan cerca de la luz del sol. Una orilla quedo tapada por
las sombras por donde logre pasar para volver a la
habitación ya desolada el tremeré había escapado
pero solo podía internarse más sin poder salir a las
calles, una tapa de madera sobresalía en el suelo mal
cerrada daba a la entrada de un túnel subterráneo,
entre siguiendo el ruido de unos pasos apresurados el
tremeré que huía no alcanzaba los 300 años su
presencia me parecía débil, había convertido a un
centenar de desgraciados. Preparaba algo y lo iba a
averiguar, al final del túnel me esperaban cinco
vástagos apenas toque las afueras del túnel uno se
me avecino era aún muy lento y le partí el cuello
hasta arrancarle la cabeza. Los otros cuatro atacaron
a la vez, podía sentir su miedo, ver cada movimiento
hasta verlos caer, no tenía tiempo para jugar así que
desgarre y destroce lo más rápido que pude, aun no
estaban listos para enfrentar a ningún otro Vampiro
solo retrasaron mi cacería una última puerta
mostraron la presencia del Tremeré parado como si me esperase a su lado uno de los vástagos pálido
inmóvil me acerque lentamente la confianza en sus
ojos no me daba buena espina, en un instante había
desaparecido de mi vista por el descuido el Tremeré
había escapado. Intente abrir la puerta pero un
latigazo corto de un tajo un trozo de mi piel, el
vástago estaba a mis espaldas, la habitación se movía
de manera extraña por segundos perdía la
profundidad de la vista y mi olfato se había reducido a
cero, era la misma sensación que había
experimentado frente a aquella vampiro. Di un paso
atrás necesitaba ponerme en una posición defensiva
ante mi adversario al parecer no le afectaba en lo más
mínimo el cambio del lugar o simplemente no lo
percibía fije mi mirada en el espectro cazador frente a
mí un paso en falso y solo bastaría de una milésima de
segundo para destazar cada parte de su cuello
desprendiéndole la cabeza hasta triturar cada hueso
de ese cráneo asqueroso. El picaporte dio un giro la
vista del vástago titubeo y mis garras dieron la
estocada, un grito ahogado casi inaudible se dejó
apagar lentamente, el bastardo estaba supurando un
esencia extraña que confundía los sentidos entre más cerca me encontraba más débil me hacía, me aleje
trastabillando hasta la puerta abierta rechinando
abrió una estancia vacía solo habían muchas puertas
alrededor impregnadas de aromas distintos, sangre,
sudor, tierra, carne podrida, excremento. Todos esos
olores para camuflajearse de mí, maldito logro
escapar.
Tuve que esperar el anochecer para salir del
campanario aun los rastros de polvo adornaban los
suelos, solo basto una chispa para iniciar un incendio
que me encanto presenciar desde el tejado de una
casa, los pueblerinos inútilmente trataban de disipar
las llamas pero parecía que el mismo fuego no se
quería detener hasta desaparecer hasta la última
huella de los inquilinos indeseados, la pintoresca
escena exaltaba como si fuera una pintura en relieve,
creyentes arrodillados, hombres vociferando
lanzando piedras y tarros de agua y tierra danzando
de una esquina a otra con intenciones de apaciguar el
demonio ardiente no falto mucho para que el viento
hiciera de las suyas expandiendo el incendio arropando el templo y unas cuantas casas, el
desespero y la ansiedad me extasiaban más que
beber sangre fresca simple una necesidad jamás
superara al gusto, al capricho, al deseo. Ya faltaban
pocas horas para amanecer procure alejarme lo
suficiente, el cielo estaba manchado por un naranja
irreal y las callejuelas infestadas del humo putrefacto
que vagaba lentamente dejándose morir a mis pies.