Los Herejes las llaman las damas de la noche, los más atrevidos las llaman brujas malditas, los estruendosos gritos de al menos cinco mujeres se escuchaban esa noche, aclamaban lo más oscuro, cantando al unísono alrededor de una enorme fogata, las sombras danzaban como esclavas recién liberadas, un tambor seguía las melodías, los cánticos, una orgía auditiva, sus cuerpos saltaban entre las llamas sin ser lastimados, una cabra atada de una estaca esperaba a su verdugo con las llamas reflejadas en sus ojos. El sonido de un cuerno detuvo la frenética alabanza para entrar en un hipnótico estado de estupor, los movimientos lentos de sus cuerpos sudorosos, marcados con sangre y carbón como los antiguos dueños de las tierras que pisaban, sin tela que cubriera sus pieles mas que las sombras que esa noche eran alguien mas, un ser individual que emanaba su propia esencia.
"de la carne a mi corazón, desde mi alma que no me pertenece a su razón, desde mis ojos que ya no tienen visión, seremos tuyas por la eternidad mi señor"
Un cuerpo desnudo se arrojo a la fogata y las carcajadas comenzaron, los gemidos se agitaron, no se quemaba, no ardía, sus dedos jugaban con las llamas, su piel morena era besada por el caluroso aroma de la luz, no había dolor, sus ojos blancos no veían a ninguna parte, ya no eran de este plano, con movimientos lentos pero fuertes levanto las chispas con sus pies bañando a sus compañeras de placentero ardor.
"Es Luz, la luz mas bella de todas, es nuestro amante, nuestro creador, el nos lastima y no produce dolor, el nos corta y no sangramos, el nos llama y nosotras alabamos"
Una daga pasada por el pecho de cada una, uniendo su sangre una con la otra, haciéndolas una sola, hasta que el arma quedo en la garganta de la cabra degollándola, poco a poco la sangre broto, gota a gota se dejo caer en la tierra pintando el suelo de los ancestros, de aquellos que una vez fueros los dueños de aquel lugar. El animal no mostró signos de tristeza o signos de dolor, descansaba y dejo de respirar
El estrépito se reanudo ahora renovando su vestimenta de la sangre recién sacrificada a aquel que solo las sombras podían ver y la carne sentir y marcas del carbón de aquellas llamas que no quemaban.
Fuego echo cenizas, olor a sangre seca, sudor de cuerpos sin profanar, el corazón paralizado, la noche acabo.