Sentado en el sedán negro estaba nada más y nada menos que el Padre Bailey.
Sus ojos llenos de odio, su vehemencia irradiándose tan poderosamente que ni siquiera el parabrisas podía ocultarla.
—¡Resolvamos todo hoy! —dijo Jasper Baldwin al Padre Bailey. Ambos hombres estacionaron su coche en un estacionamiento cercano y después se enfrentaron en medio del mismo. —Deja de lastimar a Sarah. ¡Ya la has atormentado suficiente!
—Yo le di la vida, soy su padre. Sin embargo, se atreve a faltarme al respeto. No puedo aceptarlo.
—¿Qué es lo que realmente quieres? —preguntó Jasper Baldwin, elevando su voz sin querer. —¿Qué ganas con toda esta lucha sin propósito? Te aconsejo que pares mientras puedas, antes de que las cosas se salgan de control. No te involucres en actos tan sin sentido.
—Ahora Sarah Bailey no es alguien con quien puedas meterte.