—No te acerques más... —Amelia Baldwin se echó dos pasos atrás, sus labios temblando incontrolablemente. Por un momento, pensó que estaba viendo una alucinación.
¿Cómo podía estar bien Thalia Summers?
—Papá... Ya estoy de vuelta —Thalia Summers caminó directamente al lado del Viejo Maestro Baldwin, abrazó a Mónica—. En Suiza, fui secuestrada, afortunadamente, tengo un buen yerno. Me rescató como un rayo caído del cielo, y por eso ahora estoy sana y salva.
Todos los presentes permanecieron en silencio, observando cómo se desarrollaba este drama.
Después de que Thalia liberó a Mónica, caminó directamente hacia Amelia y sin previo aviso, la abofeteó:
—He sido amable contigo todos estos años, pero tú eres desagradecida y pagas la bondad con enemistad. Amelia, si no fuera por el niño en tu vientre, una bofetada no sería todo lo que te daría.
Desbalanceada por la fuerza, Amelia se arrodilló en el suelo, con los ojos muy abiertos por la sorpresa y sin enfoque.
