—¿Estás segura de que quieres actuar esa escena? —preguntó Vian a Mónica Baldwin con un aire de escepticismo.
—Sí —asintió Mónica resueltamente.
—¡Te consentiré! —Después de hablar, Vian hizo que un asistente le pasara el guión, y una vez que se familiarizó con él, le dijo a Mónica:
—Comienza...
Su declaración acerca de consentirla no era necesariamente por generosidad, sino más bien como diciendo... veamos qué capacidades puedes sacar a la luz en realidad.
Después, se sentó en una silla, colocando el atrezo debajo de su pie, y apuntó una pistola al atrezo...
Mónica estaba agachada a unos dos metros de él, inicialmente con la cabeza inclinada. Sin embargo, cuando alzó la vista, sus ojos estaban rojos, llenos de ira, pánico y reluctante complejidad, lo que sorprendió por completo a los jueces.
En ese momento, no quedaba rastro de Mónica en ella. ¡Se había convertido en la luchadora femenina!