—Saquelan inmediatamente de aquí y llevenla al calabozo —ordenó aquel Alfa con expresión sombría mientras escuchaba como la mujer supliaca piedad.
Los guardias se apresuraron y tomaron de los brazos a la mujer, mientras ella luchaba por safarse del agarre, pero no podía pues estos hombres parecían de acero.
Él solo le dió la espalda mientra ponía su mano derecha en el trono y apretaba fuerte dañandose la uñas, pero ni un atisbo de dolor pasó por aquel rostro imperturbable.
Miró como se derramaba gotas de sangre al tiempo en que sus heridas eran sanadas, la regeneración en su especie era más rápida que en la de cualquier especie.
—No, porfavor —escuchó el grito de aquella mujer, pero ni un momento se giro a verla, no podía hacerlo, es más no quería.
Jamás tendría una debilidad, en sus setecientos años de vida, nunca la tuvo, por lo tanto pensaba seguir igual.
Indignado el rey salió echo una furia, Jamás perdonaría a esa mujer y lo que representaba, quería destruirla aún cuando tuviera que pagar las consecuencias. El implacable alfa salió de la sala del trono y fue hacia su despacho, tenía muchas cosas por hacer que preocuparse por eso, sin embargo su beta le había alcanzado.
—Mi señor.
—Ahora no, Bastian —ordenó mientras caminaba por el pasillo.
—Usted está cometiendo un error —se apresuró a decir aquel hombre de cabello rubio.
—No estas calificado para contradecirme —subrayó el alfa con voz sombría—. Conoce tu lugar.
El beta apretó los puños conociendo el carácter de su alfa, sabía que él era un lobo muy frío y no dudaría en darle un castigo severo si le desobedecia, sin embargo Bastian con todo el coraje del mundo se jugaría todo, pues esto era demasiado importante como para que él se quedara callado.
—Lucian, amigo mio —rebatio en tono casi sereno.
El alfa se detuvo y se giró para encarar el descaro de su subalterno.
—Ella no tiene la culpa ¿quien ubiera pensado que esto iba a pasar? —cuestionó el muchacho tratando de convencer a su alfa y amigo de no cometer tal error.
—No necesito debilidades Bastian —aseguró Lucian sin emociones —. Ignoraré solo por hoy lo que acabas de hacer, pero nada cambiará mi decisión de que esa humana muera.
El beta retrocedió ante tal afirmación, pues aún cuando había estado por cientos de años con su señor, nunca se le ubiera pasado por la mente que él fuera capaz de hacerle eso a su compañera. Él había visto como la buscó durante tanto tiempo, como cada vez que llegaba a un lugar y no encontraba a su pareja destinada algo se perdía dentro de él y después de tanto tiempo se había resignado a encontrarla.
Cuando esto había sucedido vio como se volvió alguien inhumano, alguien incapaz de sentir emociones, hasta ahora su rostro siempre parecía afilado y su mirada gélida.
La guerra, la muerte y la vida lo habían vuelto así.
—Debería de alegrarse de que por fin encontró a su luna —reprochó Bastian.
—Otra palabra más y te dejo en el cuarto de plata —aseveró el alfa acercandose a su beta ejerciendo el mando sobre él.
El beta aún cuando era el segundo al mando en la manada no pudo resistir al poder de su alfa y cayó de rodillas.
—Conoce tu lugar beta.
A Bastian le dolió el corazón él ya no era su amigo, no le reconocía, la desesperación lo invadió y tuvo qué ceder.
—Si mi señor.
Lucian se giró enojado por la insubordinacion de aquel beta, pues era la primera vez que no acataba una orden suya, y eso le enardecia, pues todo era culpa de aquella mujer que había venido a perturbar su tranquila. Ella era una simple y vulgar humana que no merecía estar nisiquiera en su presencia.
Era un error que iba a corregir, aun cuando tuviera que matarla.