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Chapter 33 - Disonancia cognitiva

Debo aclarar algo antes de comenzar:

La protagonista está pasando por un trauma, generado por la violación del protagonista. Está confundida, sus acciones no están ligadas a sus palabras, y esto se debe a que ha desarrollado un síndrome de Estocolmo. Tiene disonancia cognitiva y estrés postraumático, por eso reacciona de esa manera.

Nuestro protagonista es un hombre malvado, sin escrúpulos, y las diferencias de edades también influyen. Recordemos que está secuestrada, asustada y además, embarazada. Está en una situación vulnerable y no tiene apoyo.

Por eso, esta relación es tóxica. No es una relación color de rosa ni una relación normal, jamás lo será. Nuestro protagonista es un hombre lastimado y narcisista que hará lo que sea necesario para salirse con la suya. No se dejen engañar; aunque él ha sido víctima, siempre utilizará en el momento indicado la victimización para salirse con la suya.

Ella lo desea porque se ha vuelto adicta a las sensaciones que le provoca cuando la toca y la violenta psicológicamente. Se ha vuelto adicta totalmente al ciclo de violencia. Es un amor de manicomio, por así decirlo. Jamás será una relación normal.

No romantices esos hechos. Pase lo que pase, solo disfruta la lectura retorcida.

Gracias por leer, luego continuamos con el capítulo.

Narra Murad

Tuve que sedarla porque no dejó de gruñir. Ni siquiera la mordaza pudo dominarla, ya que las ganas de salir de aquí eran más fuertes que el miedo de estar cautiva.

Le dediqué una última y me aproxime hasta la cobija para abrigar su pequeño cuerpo que ahora se encontraba desnudo. Tuve que desnudarla por el pequeño incidente que tuvo con sus fluidos.

Abrí la cobija para abrigarla y así lo hice. Iba a quedarme a su lado, sin duda verla dormir era algo fascinante, y no confiar en ninguno de mis hombres era la excusa perfecta para querer quedarme en esa habitación.

Había ordenado que no entrara nadie, no quería que nadie viera a mi futura esposa desnuda.

—Si me...— pronunció levemente entre murmullos al descubrir que se encontraba solo en ropa interior de la cintura para abajo— si me hiciste algo... Te juro... Que te mataré.

No podía moverse, estaba debilitada, hasta el sonido de su voz podía delatarlo.

—No deberia de preocuparse, de todos modos algún día pasará— repliqué. Luego introduje la mano en mi bolsillo para sacar un encendedor. Coloqué el cigarrillo en medio de mis labios y lo encendí, inhalé el humo y cerré los ojos sintiendo esa sensación de relajación, luego dejé salir el humo lentamente.

—Ja.. jamás pasará— respondió. —yo solo soy mujer de un hombre. Y su nombre es Agustín Volcova—declaró— así que no se haga ilusiones.

Reí con diversión. Se escuchaba tan ridícula argumentando esas palabras. Volví a expulsar el humo de mi cigarrillo.

Ya me estaba cansando; quería hacerle entender que yo tenía el control y que su queridísimo Agustín no era un príncipe y que jamás iba a entrar por esa puerta para salvarla. Debía entenderlo, ella era mía.

Desde aquel día en el que vi su foto entre los archivos adjuntos a la información contenida enviada por el detective Dominik, me había pasado los últimos tres meses obsesionándome cada día más con ella. Llevaba su foto en el interior de mi bolsillo de mi chaqueta y cada vez que tenía tiempo libre, la contemplaba como un retrato de galería.

—Cuando alguien muere, renuncia a las cosas materiales y sentimentales—argumenté, intentando borrar cada rastro de esperanza de escape. —Así que no creo que su argumento sea algo congruente.

—¡No importa lo que usted crea!

—Debería tener cuidado, Sonya—le advertí con seriedad—. Estoy seguro de que usted se convertiría en mi esclava si me lo propongo.

—¿Ah, sí? No lo creo.

No podía ver su expresión, su pelo enmarañado estaba cubriendo cada parte de su lindo rostro de querubín. Pero, a juzgar por sus palabras de desprecio, pude percibir que ya estaba estresada y había perdido la paciencia y la esperanza.

—Yo sí...

Me senté en la cama y puse una de mis manos en su cadera desnuda. Ella trató de encogerse, pero no pudo, estando aturdida y sedada.

—¡No... No se atreva!— me advirtió desesperada.

—¿Sabe cómo lo haría?— intentó negar— ¿Quiere averiguarlo?

Dudó para darme una respuesta. Pensaba que iba a guardar silencio, pero en su lugar respondió airada:

—No. No me interesa, quíteme sus sucias manos de encima. ¡No me toque! Asesino.

—Debería darle vergüenza, Sonya. La he protegido desde que llegó aquí y he sido un buen anfitrión.

¿Qué no hubiera hecho yo por una belleza como ella?

—Usted me expuso a esos hombres. Cada cosa que ha pasado es por su culpa. ¿O le debo recordar que usted me tiene cautiva? Pero le diré algo, yo no le tengo miedo.

Levanté una ceja y ensanché la comisura de mis labios en una sonrisa divertida y maliciosa al notar cómo su cuerpo temblaba. ¿A quién quería engañar? Ella estaba muy asustada. Sin embargo, me sorprendió cuando supe lo que había acontecido mientras yo no estaba.

No podía creer que ella había tomado un arma en su mano, que ella había disparado un arma y estuviera tan tranquila, como si eso fuera algo normal en su vida. Las mujeres no eran así, las mujeres eran delicadas y frágiles.

El hombre que había matado me confesó todo lo que había pasado, incluso había puesto en duda todo lo que me dijo. No creía que una chica como ella fuera capaz de hacerle eso a alguien. Y lo supe cuando la vi tan vulnerable y golpeada.

Y cuando la vi de esa manera, hubo algo que despertó mis instintos primitivos. Esa necesidad de querer proteger a esa mujer de todos. Sí, me había obsesionado y eso no era una novedad. Si hubiera podido medir en una balanza entre estar obsesionado con la empresa y estar obsesionado con esa chica, hubiera estado seguro de que el porcentaje hubiera sido el mismo.

—¿Y por qué está temblando, Sonya? ¿Es porque me desea?— cuestioné. —No sabes cuánto me he estado conteniendo.

—¡Es un demente! Yo no lo deseo. No todos tenemos la mente desquiciada como usted. ¿Cómo se le ocurre?

—¿Cree que sus comentarios me afectan? ¿No se ha dado cuenta de que yo tengo el control?

Levanté la tirilla de las bragas levemente y noté cómo su piel pálida empezaba a enrojecerse. Esta mujer era una Diosa y tenía unas hermosas caderas redondeadas.

—Yo tengo el poder—afirmé—. Si quiero, puedo hacer mi voluntad por encima de la suya, pero soy un caballero. Sin embargo, cuando me lo propongo, también puedo ser una bestia.

Tragó saliva.

—¿Eso es una amenaza?— su respiración salió sofocada, cuando dejé de manipular sus bragas, al parecer había dejado de respirar.

—Usted puede tomarlo como quiera, Sonya—contesté, con seriedad. —Jamás estaría con una mujer a la fuerza, eso es demasiado bajo, demostraría que yo no soy capaz, siquiera, de seducir a una dama con mis encantos.

Rió sin gracia.

—¿De cuáles encantos está hablando usted?

—Aunque usted no lo crea, mis encantos son evidentes, pero usted todavía no puede verlos porque no me tiene confianza. Y sería muy egocéntrico y grosero de mi parte ponerme por encima de un pedestal para que usted me corresponda.

—¿Y usted cree que si enumera sus virtudes me hará cambiar de opinión? ¿Cree usted que soy una maldita fetichista?— su voz levemente inaudible y débil me provocaba algo distinto debajo de mis pantalones. Era un deseo desmedido que crecía con cada contacto.

Dominik Petrova me advirtió lo que iba a pasar si me cogía a esa mujer; sin embargo, hice caso omiso a las advertencias de él. Necesitaba embestirla, derramar mi semen dentro de ella, pero debía esperar a que su ira disminuyera.

No me importaba lo que pudiera pasar, al final, ella iba a ser mi segunda esposa. Iba a luchar contra viento y marea si era posible.

El sonido de mi teléfono móvil me obligó a salir de mis pensamientos. Me levanté de la cama para atender la llamada. Cuando salí, cerré la puerta y hablé:

—Espero que tu llamada sea para darme buenas noticias.

—Creo que el Zar Cherny intenta comunicarse contigo— avisó. —Debes hojear el periódico de hoy, creo que dejó un mensaje.

—¿Cómo carajos crees que voy a conseguir un periódico dentro de esta pocilga? Increíble, Dominik, eso te lo dejaré a ti, para eso te pago.

—¿No tienes internet?— cuestionó incrédulo.

—Por supuesto que no, aquí la señal no funciona bien. Busca el periódico de hoy, supongo que debe haber dejado un número.

—Bien, buscaré el periódico.

Silencio.

—Escucha, se que esto que te diré no te va a gustar pero la madre de la chica que tienes secuestrada volvió.

—¿Y qué quieres decir con eso?

—Pues sabes que estoy a cargo de este caso...

—Debes tener paciencia.

—Dime, ¿Vas a cogerla? Te sugiero que lo hagas, Murad. Recuerda que la chica debe volver sana y salva. Sabes que tengo que cumplir con mi deber.

—Me la voy a comer cuando yo quiera— avisé— las cosas se harán cuando yo lo crea conveniente.

—Murad, no me gusta llevarte la contraria pero debes pensar con la cabeza fría, no deberías mantener a esa mujer cautiva por tanto tiempo. No deberías arruinarte por una calentura.

—Me casaré con ella, será mi segunda esposa— revelé— no está a discusión.

Lanzó una risa nerviosa.

—¿Estás jugando? ¿Acaso te volviste loco? Tu esposa no va a consentir tal cosa.

—La quiero para mí. La elegí y Nilüfer entenderá, ya que esto es completamente normal en nuestra cultura. No somos como ustedes, nuestra cultura es distinta. Así que deja de escandalizarte.

—No digo que este escandalizado— agregó. —Lo único que quiero es que no te busques problemas. Tienes mucho que perder.

—Ya he asesinado por esa mujer, ¿Y tú me dirás qué debo hacer? ¿Intentas asustarme? De una vez te digo que no será fácil acabar conmigo.

—¿¡Qué!?

—¿A quién asesinaste?

—No te incumbe, ellos no son tus compatriotas.

—En fin, envíame la foto el mensaje por correo, después de que salga de aquí lo veré.

—Bien, lo haré, pero piensa en lo que te dije.

Colgué.

Narra Emir

Esas palabras que le dije a Alekxandra se quedaron resonando en mi cabeza una y otra vez y es que recordar el pasado para mí fue algo demasiado amargo.

Cuando Murad fue encontrado sin signos vitales en la habitación, y no encontraron al responsable, las cosas se pusieron muy difíciles. Kerim Evliyaouglu estaba muy tenso aquellos días, existía la posiblidad de que aquel matrimonio arreglado no se llevara a cabo.

Y cuando descubrió que yo falsifiqué su firma para retirar dinero, eso fue la gota que derramó la copa. Se enfureció de una manera terrible, lo había visto enojado pero ese día lo miré a los ojos, y todo rastro de consideración que decía que sentía por mí desapareció en un santiamén.

Melek Yildiz estaba presionando a las autoridades, inclusive la familia Yildiz empezaron a sospechar de los Evliyaouglu. El se emborrachaba en las noches y solía golpearme muy fuerte con el cinturón.

Preguntándome qué había hecho con ese dinero y si yo tenía algo que ver con la desaparición de esa mujer.

Desde ese instante, un sentimiento de amargura y tristeza caló en mi interior. Me preguntaba ¿Por qué las personas podían ser tan crueles? Era deprimente que mi propio padre no supiera quererme. Yo le quería y lo admiraba, siempre intenté llevarme bien con él pero él no era una buena persona y los conflictos reinaban.

Deseaba ser querido por alguien y por eso me encariñé con ella. Ella era tan suave y dócil, tan maternal. Ella me hacía sentir querido y me cuidó tanto.

Anastasia fue un ángel en mi vida. Inclusive fue la persona que me enseñó a amar y que me empujó a declararme a la chica que me gustaba en aquella época.

Cuando fui vulnerable, ella estuvo ahí conmigo. Por eso cuando la vi llorando aquella noche, no dudé en ayudarla. Le dije que se fuera y que jamás mirara atrás. Le di suficiente dinero. El dinero que estaba en la caja fuerte de papá y el dinero que retiré del banco.

Evliyaouglu sospechaba que yo había sido el responsable de la desaparición de Anastasia. Hasta que un día me cansé y se lo confesé, le dije que sí, que yo la había ayudado a escapar y que jamás iba a saber nada de ella.

Se quedó en silencio y no dijo nada y me dejó solo en la habitación. Pero al caer la noche regresó como si nada hubiera pasado entre el y yo.

Me llevó a un establecimiento donde personas vendían su cuerpo por dinero. Me tensé desde que vi el ambiente porque yo solía ser un adolescente que nada sabía. Ni siquiera había estado con alguien íntimamente, así que, ver a esas mujeres desnudas bailando en el escenario me provocaban ganas de vomitar.

Nos sentamos y sirvieron alcohol en la mesa. La mujer que sirvió el alcohol también estaba semidesnuda y bajé la mirada para no verla.

—¿Por qué bajas la mirada?— cuestionó ella. —¿Acaso no te gusta lo que ves?

—¿No crees que si me gustaría estuviera tan incómodo? ¿A qué venimos aquí?

—No hagas preguntas, solo quiero que te mantengas en silencio.

Un hombre desconocido se sentó a lado de mi padre. Lo saludó y me miró de reojo.

La mujer rubia que había servido los tragos estaba en las piernas de papá y su mano estaba tocando su parte íntima. No sabía qué estaba haciendo pero me dio asco.

—Así debes tocar a una mujer— pronunció, su dedo corazón la penetro y la mujer empezó a gemir.

—¡Por Dios! ¿Qué carajos haces papá? Estoy aquí, ¿No lo ves?

Sentí repulsión y quise levantarme sin embargo, él no me lo permitió.

—¿Qué sucede contigo?— cuestionó furioso—. ¿Acaso no te gustan las mujeres?

—¿De qué demonios hablas papá?

Se levantó de la silla y empujó a la mujer, la cual cayó sentada en mis piernas.

—¡Demuestra a tu padre que no eres gay!

La mujer empezó a moverse en mis piernas y yo quise desaparecer.

—¡Tocala, no seas marica!— ordenó con autoridad— tocala en su coño.

Tragué saliva y miré dudoso a la mujer. Y cuando volteé levemente la cabeza, pude apreciar cómo Evliyaouglu tenía desenfundada la pistola que siempre llevaba en su cintura. Por un momento creí que iba a dispararme pero no fue así.

—Si no la tocas, la mataré— pronunció— Mi paciencia tiene un límite, Emir. ¿Quieres que tu padre se enoje más contigo?

Me preguntaba cómo escapar de la ira de mi desquiciado padre y me invadió el arrepentimiento de haberle confesado todo. Me sentí un tonto, no debí haberle confesado absolutamente nada.

—Pero yo no quiero hacerlo —me negué—. No lo haré, papá.

Me miró con incredulidad, su cara desencajada por la furia. Sabía que mi padre tenía algo preparado para mí, sabía que me iba a destrozar la autoestima con golpes o con palabras hirientes.

—¿Eres homosexual? —volvió a preguntar con furia y se aproximó a mí, tiró de mi camisa— Te voy a enseñar a respetarme.

Mis piernas temblorosas tocaron el suelo y mi cuerpo se estrelló contra la mesa.

—No lo soy papá. No soy gay. Y quiero irme de aquí.

—No te irás. ¿Ves a ese hombre que está sentado allá? —miré al hombre— Él te enseñará que con Evliyaouglu no se juega. Vas a devolverme cada centavo que le diste a esa ramera asesina.

Pero yo no contaba con ello, no contaba con que mi padre fuera tan cruel y tan malvado. Lo que permití que me hicieran aquella noche sobrepasaba todos los límites de lo maquiavélico que una persona perversa pueda ejecutar.

—Reza para que Melek y los hermanos de Murad consientan tu matrimonio, de lo contrario harás esto todas las noches hasta devolver el patrimonio que pierdas.

—Papá... ¿Qué... qué dices?

Y lo comprendí cuando ese hombre me llevó a una habitación, bajó mis pantalones y me violó.

Le pedí que se detuviera, que lo hiciera, pero él continuó penetrándome sin importar que padecía con cada movimiento.

Lloré, solo quería que terminara esa tortura mientras aquel hombre gemía de placer. Y cuando él terminó, pensé que el dolor iba a cesar completamente, pero no, no fue así. Nunca se detuvo el dolor emocional, la vergüenza, la cólera.

Y desde ese momento me convertí en una persona vil y cruel, antipática, hice daño, quería que las personas también sintieran lo que yo sentía cada día.

Jamás le dije a nadie, ni siquiera a Kemal, lo guardé para mí. Y dejé de sentir amor por mi padre y aborrecí a mi madre y descubrí que lo único que compartíamos él y yo era ese momento en el que me hizo padecer.

Ella lloró, sus lágrimas se derramaron en sus mejillas, una vez más había lastimado a esa chiquilla, jamás debí contarle esa historia. Supe que eso le afectó, que eso le hizo recordar cómo me había aprovechado de ella, cómo había utilizado su cuerpo para satisfacer mis necesidades egoístas.

—Lo siento —pronunció—, no puedo evitarlo, no pude evitar recordar lo que me hiciste.

—Si alguien aquí debe pedirte perdón, soy yo —le aclaré— no debes disculparte por llorar.

Toqué su barbilla para elevarla y que su mirada hiciera contacto con la mía y cuando eso pasó, mi mundo se detuvo y me perdí en esos hermosos ojos verdes. Su presencia sin duda, alteraba la química de mi cerebro.

—Alek, yo sé que he sido un mártir en tu vida —le dije—, pero de verdad estoy arrepentido por todo lo que te hice.

Se apartó de mí contacto y desvió la mirada hacia abajo, y en ese momento supe que no había nada que poder hacer. No importaba nada de lo que dijera, ella no estaba obligada a perdonarme...

Así como yo no era capaz de redimir mi vida y convertirme en una buena persona, ella no iba a ser capaz de perdonarme todo el daño que le había hecho. Y más aún cuando ni siquiera la había dejado en libertad. Pero tenía la esperanza de que así fuera. Sin embargo, todo rastro de esperanza desapareció cuando dijo esas palabras.

—Si creías que con esta historia ibas a debilitar mi corazón, estás equivocado. Esa historia que me contaste solo me demuestra cuán arruinada tienes el alma y es una razón más para poner a salvo a mi hijo de ti.

Silencio. Un profundo agujero de tristeza se me hizo en el alma al comprender que la historia que nunca compartí con alguien fuera algo de lo cual tuviera que avergonzarme. Pero no la culpaba. Tal vez creía que la estaba manipulando con mi triste historia, sin embargo, esa no era la razón. Solo quería que supiera la verdad. Y aunque a veces no podía controlar mi naturaleza por esta obsesión desmedida que sentía por ella, siempre había querido protegerla.

No podía negar que al principio para mí no significaba nada ser el protector de la hija de Anastasia, en el fondo sentía resentimiento por ella, y muchas veces llegué a culparla de mi desgracia, cuando mi alma empezó a oscurecerse y entender que nunca cumplió la promesa que me hizo. Cuando mi padre me dejó en manos de ellos, tenía la esperanza de que iba a poder escapar de él, que jamás me casaría por negocios y que iba a poder escaparme junto a Janette.

Solo era una ilusión, una mentira dicha por una mujer mala, la cual se había hecho la víctima como siempre.

Yo quise mucho a Anya Porizkova, ella se convirtió en la hermana mayor que nunca tuve, ella me daba seguridad y llenó el vacío que sentía. Habían cosas que me marcaron, pero lo que me hizo mi padre fue el detonante de todo el iceberg que había endurecido mi corazón.

—No te conté esto para que sintieras lástima por mí, bella —intenté no mostrarme dolido—, solo me quería abrir contigo. Que vieras que no siempre fui una mala persona.

—No me interesa —continuó, y el hielo que tenía como corazón empezó a destruirse dentro— ¡Tu hiciste conmigo lo que quisiste, estoy embarazada, de ti! De un hombre que está completamente dañado. Estoy asustada, Emir, no puedes pretender querer apoyarte en mí.

—Tienes razón —afirmé, totalmente afectado por esas palabras despectivas— no debí decírtelo, al final, eso, aunque pasó y está ligado a tu madre, no tiene que ver contigo.

Silencio. No quería llorar pero mis ojos ardieron, quería salir de aquella habitación, jamás creí que cuando decidiera contar aquello por lo cual había estado tan amargado toda la vida iba a suceder estar situación.

Debía hacerme cargo de mis sentimientos y desgracias, pero cómo me hubiera gustado que alguien me hubiera entendido, que alguien hubiera querido estar conmigo, tomando mi mano. No podía esperar eso de Alekxandra porque yo había abusado de ella, había repetido la historia, aún sabiendo lo que se sentía. Ni siquiera tuve una pizca de empatía y aunque me estaba arrepintiendo, no se notaba el cambio en mí porque la tenía cautiva en este lugar.

—Quiero que llames a la cuidadora de Andrés —pidió, con frialdad— Necesito hablar con él, y saber que está bien.

Estaba nerviosa, sus manos estaban temblorosas. Algo me decía que esas palabras no eran las que quería decirme, pero estaba confundido.

Asentí y desvié la mirada hacia un punto fijo. Mi corazón estaba descontrolado y me desconecté del mundo exterior por unos instantes. Me había convertido en un hombre patético, debía haberme quedado con esa coraza. Pero decidí dejar la apatía a un lado.

Tragó saliva nuevamente y buscó mi mirada, pero no la encontró.

—Debes entender, Emir —habló después de su larga pausa— Después de todo lo que me has hecho, yo no quisiera empatizar contigo. Y eso aunque me vea reflejada en ti. A ti ni siquiera te provocó mientras me estabas violando pensar cuánto sería mi sufrimiento.

—Lo sé —pronuncié— No quiero que me tengas lástima, no estás obligada a sentir eso por mí. Cometí un error al decírtelo, perdona.

Me levanté rápidamente, afectado porque ni siquiera creyó en mí.

—Me has hecho mucho daño, Emir, y, tanto ha sido que, a pesar de que te aborrezco... Siento cosas por ti —confesó— Me confundes y no puedo dejar de pensar en ti.

Se puso de pie.

—No puedo dejar de pensar en aquella noche —murmuró, con timidez— En aquella noche en que me hiciste tuya.

Mi corazón volvió a latir de prisa.

—A veces yo misma no comprendo este desastre y creo que estoy loca —volvió a mencionar— No puedo evitar sentir esto por ti, es como una maldita sumisión que no puedo controlar.

Y estampé mis labios con los suyos, mi lengua entró a su boca y posicioné mi agarre en su pequeña cintura. Mi otra mano bajó a sus redondeadas nalgas y las apreté con fuerza. Jadeó contra mis labios.

—Tengo tantas ganas de ti que temo romperte en dos —murmuré, extasiado, embelesado por el sabor de sus labios y el aroma de su piel.

—Te deseo tanto, aquí... Deseo tanto que vuelvas a tocarme como aquella vez —reveló y mi falo empezó a endurecerse. No sabía cuál de mis dos cabezas palpitaban más— Me has convertido en una esclava que solo desea tu castigo.

Quería poseerla, desarmarla cuando le estuviera dando duro y sin piedad, y que gritara mi nombre tantas veces con cada estocada, y sentir sus estrechos músculos aprisionar mi polla.

Su respiración se volvió un caos contra la invasión de mis labios, y mis manos masajeaban aprovechando los momentos lujuriosos de esa chiquilla.

—¿Qué más te gustaría que te hiciera? —cuestioné— ¿Quieres que te coma el coño?

Asintió, con inseguridad, sus tiernas y pálidas mejillas se tiñeron de un leve color rojo.

—Sí —murmuró—, eso quiero.

La despojé de su toalla con brusquedad, desnudando toda la piel de porcelana. La miré, con hambre, deseoso de probar cada centímetro de su hermosa piel y atributos.

—Extraño tu olor y el sabor de ese dulce coño.

Puse una de mis manos en su entrepierna y abrí sus labios mayores. Jadeó temblorosa, sentí el calor que emanaba de esa linda piel suave, estaba húmeda, resbalosa.

Después de empapar mis dedos con su miel, lo llevé a mi boca, y lamí, lo probé. Dios, ese olor exquisito se había quedado impregnado en mis labios.

—Sabes deliciosa —pronuncié—. No sabes cuánto deseo estar dentro de ti. Deseo cogerte tan duro, para que siempre recuerdes que yo soy tu único dueño. Pero no lo haré, Alekxandra, porque si lo hago podría provocarte un aborto. Y no queremos eso, ¿no es así?

(...)

Salí de la habitación de Alekxandra, estaba agitado. Necesitaba desahogarme, pensando en ella. Era deprimente no poder poseerla como yo quería, eso me estaba afectando.

Al menos había confirmado algo, estaba seguro de que Alekxandra iba a acceder a casarse conmigo, ni siquiera estaba lejos. Por más que quería fingir que no le provocaba nada, al final siempre la delataban las ganas de querer ser tomada por mi polla.

Hasta llegué a pensar que le gustaba jugar conmigo. Que esto era parte del espectáculo para después caer redondita a mis pies y permitirme entrar entre sus piernas.

Ya había aprendido lo suficiente como para no perder, yo siempre estaba con un paso adelante. Era cuestión de tiempo para que Alekxandra estuviera doblegada a mis deseos, para que ella por fin entendiera que era mía.

Recordar esos días grises de los que viví con Evliyaouglu me habían afectado, pero me reconfortó que Alekxandra estuviera dispuesta a ser mi mujer, en la cama.

Tal vez no había demostrado empatía, pero había estado sacando a relucir su lado sexy y eso era algo que me estaba enloqueciendo. Si no hubiera sido por el bebé, sin duda alguna, hubiera estado devorando su coño, haciéndola sentir una verdadera mujer, mi mujer.

Iba a desposarla, ella iba a dormir en mi cama, iba a tener a mis herederos, me la iba a coger en toda la casa, a cada hora, iba a estar a mi merced, siendo mi esclava, mi mujer.

El timbre de mi teléfono me sacó de mis pensamientos, descolgué.

—Hola?

—Evliyaouglu.

—Sí, él habla, ¿con quién hablo?

—Soy la persona que estabas esperando —dijo la voz masculina—, el Zar Cherny.

Sonreí. Todo estaba como debería estar.