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Chapter 29 - zar Cherny

Emir narró:

Murad estaba planeando destronarme. Lo supe cuando Ali me entregó información completa sobre Elena Morozova. Todo estaba conectado con ellos: la amiga de Alek era la novia del hijo del mafioso y él la secuestró.

Era evidente que le estaba enviando un mensaje a ese hombre.

¿Cómo pude ser tan despistado? Estaba furioso conmigo mismo porque no pude controlar esta situación, sin embargo todavía estaba a tiempo de solucionar las cosas.

Pero todo fue culpa de Anastasia por no decirme la verdad en su momento. Esa mujer me lo iba a pagar una por una.

Por esa misma razón la dejé a la deriva y ya no iba a contar con mi protección.

Lo único que me quedaba era entregar a Anastasia a los ancianos del consejo para ganarle a Murad; después haría lo que fuera necesario para comunicarme con el mafioso para incriminarlo a él.

Los hechos estaban ahí, la novia de Agustín Volcova fue secuestrada por él, pero cómo diablos me iba a comunicar con ese hombre.

Solo había una forma: engañar a Anastasia para que buscara la manera de comunicarme con el zar Cherny.

Así que me quedé de pie cerca de la puerta para escuchar qué mentira le iba a decir a Alekxandra. Y lo que le dijo me dejó desconcertado.

Alekxandra era la hija biológica de Murad.

Eso era lo que yo pude escuchar y eso era un punto más a mi favor. Porque si Alekxandra era la hija biológica de Murad, ella podría ser mi esposa y tener a mi hijo.

Ella pasaba a ser de la familia y yo iba a poder tomarla como mi esposa por la infidelidad de Bahar.

Pero había un problema: no quería hacerle ningún daño a la hermana de Kemal, sin embargo, estaba tan obsesionado con esa chiquilla que en ese momento estaba dispuesto a hacer todo lo que fuera necesario para tenerla a mi merced.

Yo sabía que en el fondo, Alekxandra quería estar conmigo, ella no quería dejarme porque la había hecho tan dependiente de mí que estar lejos sería entrar en síndrome de abstinencia.

Cada vez que yo la tocaba, ella temblaba en mis brazos sin importar las cosas retorcidas que yo le había hecho.

Ella era mía y jamás dejaría de serlo y si su madre estaba dispuesta a interponerse entre nosotros, la iba a pagar demasiado caro.

Estaba loco, sí, loco por ella. Y mataría a quien osara quitarme la oportunidad de estar cerca de ella.

Pero... No sería yo quien se encargaría de Murad, sabía que yo mismo me comunicaría con el Zar Cherny. Él mató a Volcova, él fue quien le desfiguró la cara y le cortó los dedos, él iba a ser perseguido por esos hombres sin escrúpulos y tendría que arreglárselas solo. Por fin, de una vez por todas iba a quitarme de encima a Bahar yildiz, la enviaría lejos de mi casa con su hermanito Kemal y su hijo bastardo. Y Alekxandra iba a estar conmigo bajo mi techo.

Tenía que actuar con inteligencia, no podía ser impulsivo aunque para mí era todo un reto no serlo. Ese cretino se había tomado el atrevimiento de querer ocupar mi lugar. Lo subestimé demasiado y pude haber estado en una posición peor si esta situación se salía de control.

Decidí irme, pero antes ordené a los guardias de seguridad que volvieran a atar a Anastasia, ya que también escuché que planeaba escapar y llevarse a mi futura esposa. Por nada del mundo lo iba a permitir, por encima de mi cadáver.

Ordené también que cuidaran muy bien a Alekxandra, puesto que ella no quería quedarse bajo mi protección. Esa chiquilla testaruda no podía entender que yo la estaba intentando proteger y que a pesar de lo que le hice, no tenía otra opción que dejar que lo hiciera si tanto quería proteger a nuestro hijo.

¿Nuestro hijo? Sí, nuestro hijo porque al final del día yo lo engendré. Yo lo hice y aunque estaba aterrado por ese bebé y quería alejarme de él, no podía hacerlo porque ellos se habían convertido míos. Alek me pertenecía, yo era su dueño y por lo tanto, el dueño de ese bebé.

Anastasia salió de la habitación y se sobresaltó al verme de pie. Sus mejillas se ruborizaron y no pudo mantener contacto visual con mis ojos por tanto tiempo. Sus manos temblorosas acomodaron uno que otro mechón de cabello de su cola de caballo rubio.

—Cuéntame Elena—hablé— ¿qué más escondes?

—No se de qué me estás hablando—me esquivó y yo caminé hacia ella tomándola por el brazo.

Ella se encogió bajo mi agarre brusco. No la iba a dejar ir hasta que no me dijera qué diablos era lo que escondía y por qué estaba en la mansión. En la conversación que tuvo con Alekxandra escuché que ella le decía que Murad quería apartar a su hija de ella. Entonces, ¿Por qué diablos ella había estado en la mansión y no escapando de él?

—Lo escuché todo, Elena Morozova—le dije— no podrás escapar de mí tan fácilmente. Me vas a decir desde el comienzo qué buscabas en la mansión cuando te infiltraste entre nosotros con un nombre que ni siquiera te pertenecía.

Tragó saliva y tembló ante mi agarre severo.

—Creo que malinterpretaste las cosas—quiso soltarse de mi agarre mientras me intentaba convencer con esa voz sumisa sin embargo conmigo ya no funcionarían esas cosas.

—¡Por supuesto que no!—apreté más mi agarre impidiendo el forcejeo, ya era hora de que se rindiera y entendiera que yo era más fuerte que ella— vas hablar en este mismo instante o no volverás a ver a Andrés.

—¡No te atrevas a hacerle daño!—gritó aterrada— si le haces daño a mi bebé te juro que te mataré con mis propias manos.

Reí sin gracia.

—No tienes ninguna manera de dañarme porque tu poder es nulo.

Me miró a los ojos y dejó de suavizar la mirada endureciéndose.

—Tienes razón, no tengo ningún poder, pero su padre biológico sí puede desatar el infierno en la tierra si lo dañas—reveló— se que te quieres comunicar con el Zar Cherny y yo podría ser el medio entre ustedes.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque todo este tiempo estuve con él—respondió— Y supe que un miembro de tu familia lo secuestró y mató a uno de sus hijos.

La solté con brusquedad en el mueble.

—¿Si te comunico con el Zar Cherny vas a dejarnos ir?

—Podría ser una posibilidad, pero Alekxandra se quedará conmigo—le advertí.

—Pero tu dijiste que la dejarías en paz.

—Después de que supe que ella es hija del difunto Murad la tomaré como esposa—declaré— estoy en todo mi derecho de desposar a las hijas de Murad, la tradición lo dicta así.

Frunció el ceño saqueada.

—¿Acaso te volviste loco? Tu esposa es la hermana de Alekxandra.

Me encogí de hombros con despreocupación.

—Escucha, Anastasia, ya tu hija fue mía y está embarazada, no te hagas la inocente ahora, tu misma aceptaste los términos y todo por salvar tu pellejo. Si quieres ser libre y no quieres morir en manos de esos hombres lo mejor será que dejes que Alek quede conmigo.

Anastasia inició su llanto y cubrió su cara con sus manos.

—Eres un cerdo—me dijo con voz llorosa— ya deja de hacerle daño a mi hija, ella no se merece que le hagas eso.

—Estoy seguro que Alek me va a querer y yo ya no la voy a tratar mal, así que ahórrate tus comentarios. Escucha, nadie va a interponerse entre mis deseos y si te atreves, yo mismo voy a deshacerme de ti.

(...)

Tenía que encontrarme con Janet ya que estaba histérica. Después del mensaje que me envió con Ali ni siquiera me había dado el momento para ponerla en su lugar, ya que el embarazo de Alekxandra me había dejado demasiado aturdido y con la mente en blanco. Me olvidé de todo en ese momento, sin embargo en aquel momento estaba más sereno.

Reservé un restaurante solo para nosotros y ordené que retiraran todas las cámaras de seguridad. No podía arriesgarme a que nos fotografiaran juntos, ya que no podía permitir que surgiera otro escándalo con esa mujer.

Ella estaba sentada, su cabello rojo estaba suelto, rizado y sus piernas largas y voluptuosas se encontraban cruzadas. Llegué y ella quiso levantarse como si estuviera dispuesta a saludarme pero le hice un ademán con la mano para que no se moviera de su lugar.

—¿Qué es lo qué quieres Janet?— quise saber— creo que fui muy claro al decirte que desaparecieras de mi vida.

Respiró profundamente.

—Lo sé, Emir—habló por fin— se que me dijiste que me fuera de tu vida... Pero en realidad no sabes porqué estoy aquí.

Fruncí el ceño preguntándome qué iba a decir, ¿cuál era su artimaña? Estaba curioso por saberla. Aunque estaba muy seguro de que todo se trataba de dinero.

—Y bien, yo no tengo tiempo para tus juegos mujer, necesito que me digas porqué estás aquí, qué es lo que buscas y qué es lo quieres de mí.

Posó una de sus manos encima de la mía y me miró con tristeza.

—Estoy aquí por ti, porque te extraño demasiado—lloró— estoy aquí para recuperar tu amor.

Aparté mi mano con desdén, está mujer estaba perdiendo la cabeza.

—¿Acaso te volviste loca? Es más, ¿para qué lo pregunto si ya es evidente que estás senil.

Bajó la cabeza y volvió a observarme, sus ojos se llenaron de lágrimas y sollozó.

—Sé que te fallé, Emir, sé que me fui de tu lado para siempre—hizo una larga pausa para limpiar sus lágrimas de cocodrilo —Tienes una idea errónea de cómo fueron las cosas.

—Sea como sea, lo nuestro no fue algo serio, tú solo fuiste mi amante—repliqué, aclarando para que no hubiera ningún malentendido— tú solo querías dinero Janet, tú solo me quisiste por mi estatus social.

—¿Y qué tiene de malo querer salir de la pobreza, que tiene de malo conseguir marido rico? Las mujeres bellas tienen derecho a estar con alguien que tenga dinero.

Tensé la mandíbula y me talle la sien.

—No tiene nada de malo, tienes razón, pero yo nunca quise decir eso— aclaré—El problema no es querer a alguien con dinero, el problema es querer solo el dinero de alguien. Ese era tu problema, Janet. Por eso te fuiste de mi lado cuando mi padre te dio lo que querías—la miré y ella se sintió atacada por mí, lo pude notar en su lenguaje corporal—. Ahora quieres volver a buscarme, pero yo ya no siento nada por ti.

Tensionó la mandíbula, furiosa.

—¿Es por esa colegiala, ¿no es así Emir? ¿Es por esa mujerzuela?

—No, es porque ya no te soporto—contesté con calma — por lo único que estoy aquí es porque me amenazas con divulgar mi vida privada a los medios de comunicación, de una vez te digo que ya no puedes hacer eso porque todo lo tengo controlado.

—La chica es menor de edad y tú te estás acostando con ella—dijo— eres un cerdo.

—¿De qué hablas Janette?—inquirí, sabía que podía estar grabando nuestra conversación. Esa estúpida creía que yo era tonto como para poner en bandeja de plata toda la información que quería.

—No te hagas el estúpido, ambos sabemos que tienes entre manos—volvió a insistir—¿Sabes cómo te descubrí? Te seguí a todas partes.

—No cabe duda que mi padre tenía razón—dije— no eres más que una golfa que se ha quedado sin dinero. Por eso volviste, ¿no es así? ¿Crees que voy a caer de nuevo contigo, pero lo que ignoras es que ya no siento nada por ti. Ni una pizca de deseo. Te lo advierto—la señalé —quiero que me dejes en paz, no seré condescendiente contigo.

Me levanté de la mesa y caminé hacia delante pero su voz hizo que detuviera mis pasos.

—No me vas a silenciar—farfulló— haré lo que sea necesario para separar a esa zorra de tu lado. Ese lugar me pertenece.

Se levantó de la silla y sus lágrimas se volvieron a derramar, se sentía demasiado impotente por como me estaba refiriendo a ella. Esa persona que ella estaba viendo no era el mismo estúpido que algún día fue. Y sabía que eso era chocante para ella, no tener toda mi atención como en los viejos tiempos. Los efectos de el ego herido la estaban afectando. Se sentía tan miserable.

—Despues no digas que no te lo advertí—dije en un tono severo.

—¿A qué te refieres?—inquirió—¿Me vas a mandar a matar?—rió sin gracia— o tu esposa psicópata? ¿Qué dirá Bahar sobre esta situación?

Elevé mi mano y la subí a su mandíbula, apretándola con fuerza. Ya estaba colmando mi paciencia.

—No me voy a ensuciar las manos con tu sangre inmunda.

Tembló ante mi agarre severo.

—Les diré a todos que tu padre es un fanático religioso—amenazó— si no regresas conmigo como antes, le diré a los medios que tu padre me pagó una gran suma de dinero para que le dejara nuestro hijo.

Fruní el ceño.

—¿De qué hablas?

—¿Estás sorprendido?—sonrió con aire de suficiencia— tu padre me pagó una suma de dinero después de leer la prueba de ADN de nuestro hijo, la cual dio positiva. Luego, después de unos meses di a luz a tu hijo, y él se lo llevó.

—Eres una maldita mentirosa—la solté con brusquedad y se tambaleó.

—¡Pues no, Emir! ¡No estoy mintiendo! Ese hombre se llevó a nuestro hijo recién nacido. Se llevó a nuestro hijo y lo asesinó.

Abrí los ojos de par en par conmocionado por esta noticia. Y no lo dudaba. Si ella decía la verdad, no dudaba de que mi padre había cometido ese asesinato porque su lema de vida era no mezclar su sangre con integrantes de una religión que no fuera la nuestra, porque nuestra familia debía ser fiel y devota de nuestra religión.

—Si no quieres que le revele esto a los medios de comunicación, te sugiero que me trates como lo merezco.

—¿Yo qué tengo que ver con esto? Hasta ahora no tenía conocimiento si es que fue verdad. Sin embargo, tú tuviste la culpa de que se llevaran a tu hijo, ya que lo vendiste sin importar a quién.

—La historia puede cambiar: puedo decir que me arrebataron a mi hijo de mis brazos y tu padre me amenazó, y que tú fuiste el cómplice de él. ¿Quién no va a creerle a una mujer desesperada? Estamos en otros tiempos, el feminismo me apoya. Quedarás como el típico machista asesino y lo vas a perder todo.

—Escucha, ya me tienes harto—farfullé iracundo tomando de los cabellos— ven aquí, maldita.

—Suéltame—pidió entre jadeos de dolor— no te vas a librar de mí tan fácilmente, haré que tu vida sea un infierno, te lo aseguro.

La empujé hacia delante y cayó, se dio un leve golpe en la frente con las patas del mueble, gritó, furiosa.

—Ali—le llamé y cuando apareció en el umbral de la puerta respondió.

—¿Qué sucede? —preguntó.

—Quiero que te lleves a este pedazo de basura de aquí —dije—. No lo quiero volver a ver, si es posible, enciérrala.

—¡Tú no puedes hacerme esto!

—¿Todavía dudas de lo que soy capaz? Creo que sí, pero no será por mucho tiempo, porque no descansaré hasta demostrarlo sin importar cuánto tarde para que se te grabe en tu cabeza hueca.

(...)

—Necesitamos hablar, Emir —habló Kemal.

Respiré hondo intentando relajarme.

—Ahora no, Kemal —dije—. No puedo hablar en este momento.

Agregué el whisky en el vaso y bebí de él, de un solo trago, y volví a servirme para volver a repetir la misma acción.

—Debemos hablar —insistió.

—¡Maldición! Déjame respirar —le pedí de mala manera—. No necesito que nadie me hable ahora.

—¿Cuándo vas a madurar? ¿Cuándo vas a aprender a canalizar tus emociones? —inquirió como el típico terapeuta y eso me hizo rodar los ojos.

—¿El que golpeó a mi padre severamente habla de canalizar emociones? —expresé irónicamente—. Por favor, Kemal, no seas hipócrita.

—Sabes que tu padre me sacó de mis casillas y no siempre actuó de esa manera, pero ya estoy cansado de que quieras gritarme cada vez que se te dé la gana.

Me lanzó unos papeles al aire y los miré.

—Debes hacerte cargo de la empresa, Emir —me recordó—. Quiero pensar que no estás descuidando el puesto que tanto quieres por andar detrás de una mujer.

Levanté una ceja.

—Si estoy detrás de una mujer, eso no te incumbe —dije—. Prontamente seré un hombre soltero, ya que tu hermana decidió revolcarse con alguien más.

Bajó la cabeza y jugó con los botones de la camisa. Lo miré con atención.

—Yo sé que sabes algo sobre el padre del hijo de Bahar, pero tu lealtad hacia ella es más real con ella que tu lealtad conmigo.

—Emir... Yo...

—Kemal es mi hermano —habló esa mujercita— ¿qué pretendes Emir, que él me traicione?

—¡Lárgate! —le grité —No estoy de humor para pelear contigo.

—No lo haré, no me iré, porque está también es mi casa, imbécil —replicó en un tono de voz alto y demandante.

—Bahar, cálmate —le pidió—. Le puede hacer daño al bebé, así que ¿por qué no vas y te recuestas? —sugirió Kemal.

—Yo no estoy enferma, Kemal —dijo negándose a su propuesta—. Estoy embarazada, y eso no significa que voy a dejar que este tipejo te hable de esa manera.

Reí sin gracia.

—Embarazada de un hombre que ni siquiera sabemos quién es y que puede hacer si descubre que tienes a su hijo. ¿Sabes el escándalo que podría crearse si ese hombre decide hacerse cargo de ese niño?

—¡¿Cómo te atreves a llamar bastardo a mi bebé?! ¡Imbécil! No te importa quién es el padre de mi hijo. No es de tu incumbencia. Es más, ya no quiero que me ayudes a irme de este infierno. Al final, yo no te pedí que lo hicieras, y si sacarte de este tema va a hacer que dejes de meterte en lo que haga con mi vida, pues prefiero eso. Al final estamos a mano. Tú embarazaste a tu amante en el pasado y mi amante me embarazó a mí. ¿Sabes lo que tiene que hacer? —abrí los ojos y reí—. Si no lo sabes, yo te lo diré: deberás digerirlo

—Bahar —le reto Kemal—, ya cálmate.

—Cállate —le señaló, estaba histérica—. No te metas en esto.

Ni siquiera sabía por qué Kemal se dejaba hablar así de ella. Era insoportable de por sí, y ahora con ese embarazo estaba peor. Por suerte, no tenía que calarme su comportamiento. Solo lo sentía por Kemal, que tenía que pasarse parte de su tiempo con ella. No sé cómo la aguantaba.

—Deja que hable. Espero que si eso le hace daño a tu hijo no vengas a culparme. Recuerda que eso lo provocaste tú.

—Ponerme en tu lugar nunca será un mal para mi embarazo. Al contrario, hace que me divierta con todas las ganas.

—No seas infantil —le dijo Kemal—. Él tiene razón, le puede hacer daño al bebé. Ve acuéstate, linda —acarició su mejilla y ella no evitó sonreír. Rodé los ojos con fastidio.

Estaba seguro de que Kemal solo estaba esperando a que me divorciara para acostarse con ella. Se le notaba en cómo la miraba, que la deseaba con todo su ser. A veces, él se olvidaba de que ciertas personas podían mirarlo, y se perdía por horas en la figura de mi esposa.

Yo nunca hablé de eso con él, porque sabía que era un tema delicado y tal vez doloroso para él, y siempre que intenté comunicarme con él acerca de ello, evadía el tema.

Bahar se retiró a regañadientes y él se sentó en el mueble, frente a mí. Reí.

—¿Ya se acostaron? —bromeé—. ¿Cómo estuvo hacerlo con una embarazada?

—Emir, ya basta —dijo, en tono tenso—. Sabes que no me gusta hablar de esas cosas, son privadas.

—Solo bromeo, Kemal —volví a tomar del vaso—. Creo que tu hermana necesita medicación. No es nada fácil lidiar con ella.

—Son las hormonas de embarazada, nada raro en una mujer embarazada. Solo debemos tenerle paciencia —aclaró muy seguro.

—Escucha, Kemal... —me incliné hacia delante y él me miró con curiosidad—. Tengo que decirte algo, pero promete que no le dirás a nadie.

—Por supuesto —dijo, abierto a escuchar. Puso toda su atención en mí.

Respiré profundamente antes de hablar para llenarme de valor.

—Voy a ser papá —revelé en un murmullo, y él abrió los ojos de par en par con sorpresa. Mi corazón se sacudió en mi pecho al recordar cómo esa palabra se quedó plasmada en mi cerebro.

—¿Qué? —cuestionó alarmado— ¿Quién es la mujer?

—No puedo decirte —dije—. Lo vas a saber en su momento. ¿Sí?

—Estás en problemas, ¿no es así?

Asentí.

—Han pasado muchas cosas, Kemal. Pero esta vez no me voy a desaparecer. Esta vez me haré cargo de ese bebé.