Narra Kemal.
—Hola amor.
Saludó Samira después de salir, tras llegar del aeropuerto. Estaba de viaje porque su madre enfermó gravemente y tuvo que quedarse con ella varias semanas.
Le sonreí forzadamente.
No me sentía cómodo abrazando a mi prometida porque estaba siendo un hombre deshonesto, desleal, infiel y todos los adjetivos que pudieran definir a alguien de forma despectiva.
—Hola— dije en respuesta. Mi corazón se apretó en mi pecho pero debía mantener silencio, por ahora los secretos y mis infidelidades no podían saberse ya que podrían poner en peligro el bienestar de Bahar y el bebé que estaba esperando.
—¿Cómo está tu hermana?
Me tensé y lamí los labios antes de responder.
—Sigue mejor, ya le dieron el alta. Tengo que ir a su departamento esta tarde. ¿No es ninguna molestia si te dejo en la casa?
Negó con la cabeza.
—No es ninguna molestia —quiso besarme, se acercó hasta mí y quise esquivar pero me mantuve estático y no correspondí a su beso. Me miró extrañada por mi manera rara de actuar.
—Estamos en público — me excuse—. Sabes que no podemos besarnos en público.
—Ah, no me he acostumbrado todavía — rió —. ¿Podemos irnos? Me haces mucha falta, ya quiero estar contigo.
—Claro que sí.
Me separé de ella y tomé su equipaje para ponerla en el maletero.
Ya en el auto me animé a preguntarle sobre su madre y me dijo que estaba mejor, que no había nada de qué preocuparse.
—Mi madre casi pierde la vida, pero gracias a Dios está bien— sonrió— Me dio un gran susto verla postrada en la cama de un hospital.
—Me alegro de que así sea linda— acaricié su pierna.
—Hablé con mi padre sobre el compromiso— informó. — dice que va a venir para la fiesta que vamos a preparar. Quiere mantener una conversación contigo sobre el matrimonio.
Apreté las manos sobre el volante a causa de lo nervioso que estaba, este problema sería más difícil de solucionar porque le rompería el corazón y despertará la ira de su padre.
—Estaba molesto, me dijo que debiste pedirle mi mano primero. Sintió que no pedimos su bendición. — volvió a informarme.
—En mi defensa, no lo hice porque me dijiste que no querías saber de tu padre Samira.
Ella tenía una relación tóxica con su padre. A veces se disgustaba con él y dejaban de dirigirse la palabra, así que no fue mi culpa. Hacían nueve meses que no se dirigían la palabra, pero la situación de su madre al parecer los unió más.
—Lo sé cariño, eso le dije, le dije que… era mi culpa. No te preocupes, eso ya no importa, solo quería hablar contigo. Estás muy callado— acarició mi mejilla —. ¿Acaso te pasa algo?
Quería decirle que hice tantas cosas de las cuales no me sentía orgulloso durante su ausencia; quería decirle que no debió irse y que con eso no la estaba culpando, pero fue más fácil para mí hacer el amor con Bahar en su ausencia. Si ella hubiera estado conmigo, hubiera sido mi timón y no hubiera actuado por impulso, no hubiera vuelto al pasado.
—Solo me preocupa mi… Bahar— le dije. No quería decirle hermana, ya no. Ella era la mujer que amaba y me sentía aún más culpable si le decía hermana.
—¿Por qué atentó contra su vida?— se mostró intrigada. — Me parece raro que una mujer que parezca tan fuerte haya intentado acabar con su vida.
Tragué grueso, mi piel sudaba y mi mandíbula estaba tensionada. No me gustaba mentir, no quería hacer esto, sin embargo no había otra manera.
—Bahar tiene sus problemas propios— respondí, dando terminada la conversación sobre ella. Pero no, parecía ser que ella quería indagar más porque quiso preguntar nuevamente.
—Escuche que dijeron que su matrimonio está arreglado, ¿crees que sea por ello?
—No quiero hablar de eso cariño. Es la vida privada de ella y no puedo divulgarla.
—Lo siento. —sus mejillas se calentaron. — Qué vergüenza, soy una chismosa.
—No te preocupes linda — le sonreí.
(...)
Samira se acercó a mí e intentó besarme una vez más, ni siquiera podía corresponderle nuevamente. Estábamos en la habitación y todo para nosotros era privado.
—Ahora estamos solos y… podemos hacer el amor.
Volvió a unir sus labios con los míos y está vez si le correspondí torpemente.
Abandonó mis labios y se bajó a la altura de mi bragueta, comenzó a desabrochar mi pantalón.
—Samira— quise detenerla pero prosiguió, acomodó sus rodillas en el piso de mármol y su mano se escapó en mi cinturón.
—No tenemos mucho tiempo, te vas a ir y quiero estar contigo. Te necesito Kemal— reveló con una voz bastante sexy, esa voz que alguna vez me gustó tanto pero esa vez me hacía sentir incómodo.
Adentró la mano en mí boxer y dejó expuesto mi pene, se lamió los labios y comenzó a acariciarlo de arriba hacia abajo, con rapidez como si quisiera que mi estimulación fuese rápida. No me gustó, no era ella.
Diablos no quería hacer esto, pero me sentía preso, no podía escapar y ni siquiera podía concentrarme en sus caricias. Mi cabeza estaba bloqueada y me sentía muy descarado.
—¿Qué pasa Kemal?— cuestionó al ver que sus caricias no surtieron efecto en mí.
—Samira… Estoy cansado y estresado— me excusé y me alejé de ella, acomodé mi virilidad en mi ropa interior.
—¿Enserio Kemal? ¿Así me recibes?
Puso los ojos en blanco y se levantó del suelo—. No puedo creerlo.
—Lo siento. Lo lamento pero tengo muchas cosas que hacer hoy.
Me rasque la nuca y no supe qué más decir.
—¿Enserio? Desde que llegamos a Estambul te has comportado raro conmigo, Kemal— no dejó de mirarme a los ojos—. Quiero saber qué es lo qué está pasando y no me digas que no pasa algo porque sí, pasa.
Silencio, se mostró decepcionada y aproveché para desviar la mirada hasta el suelo.
—¿Acaso ya no me deseas? Dímelo porque yo no quiero seguir perdiendo el tiempo…
Era un un hombre malo con esa mujer que me entregó su vida y su amor por completo.
—Vete Kemal— ordenó con la mirada cristalizada en respuesta a mi silencio sepulcral—. Me haces sentir que ya no me deseas como antes.
—No es eso— intenté explicarle pero no me dejó, me empujó hasta la salida y cuando estuve fuera cerró la puerta.
(...)
Emir me llamó y me preguntó si podía quedarme con ella y le dije que sí, aunque no era una buena idea después de saber que le revele el secreto de su embarazo, privandola nuevamente de escapar. No quería volver a verme y era lo mejor pero no podía dejarla sola. Como hermano y protector de ella tenía que estar a su lado, en especial en los momentos más difíciles y vulnerables.
Entré a la habitación e intenté girar el picaporte de la puerta, este se abrió sin ningún problema. Intenté abrirlo lentamente con inseguridad, porque no sabía si reaccionaría de buena manera con mi presencia.
El interior de la habitación se podía visualizar, no con claridad ya que no había suficiente iluminación en la habitación. Su respiración se escuchaba, aunque lenta por el silencio y la tranquilidad de la zona.
Entré, con cautela para no despertarla, así que lo hice con sumo cuidado. Por suerte no había nada con lo que pude haber tropezado.
Cuando me aproximé a la cama, la ví, estaba acurrucada, de costado.
Su bello pelo negro, húmedo, largo, se encontraba suelto y caía en su rostro. Observé con más detenimiento su rostro, su nariz respingona inhaló más fuerte y exhaló, dejando salir un suspiró; observé sus carnosos labios y mis ganas por volver a probarlos se intensificaron aún más. Y ese lunar tan bello debajo de su nariz, un poco más arriba de la comisura de sus labios. Sus cejas pobladas se encorvabaron un poco y su ceño se frunció; lamió sus labios y se me hizo agua la boca.
Me senté lentamente en la cama y ésta se hundió, abrió los ojos al sentir la presencia de alguien más. Cuando sus ojos se encontraron con los míos su mirada se oscureció de dolor, ira y decepción.
—¿Qué haces aquí?— cuestionó con frialdad, su voz era débil.
Tragué saliva.
—Vine porque no quería dejarte sola preciosa— respondí. — Mamá me dijo que iba a venir para estar contigo, no ha dejado de llamar para saber cómo estás, pero dice que se le presentó una emergencia con Murad. En cuanto pueda...
— Como si le importara— me interrumpió, rió amargamente. — lo único que quiere ella es que yo siga con Emir— me miró—. Y tú me traicionaste Kemal, le contaste mi secreto a Emir. Le contaste sobre nuestro hijo, Kemal. No tenías derecho de hacerlo.
—Cariño, déjame explicarte...
—No quiero escucharte— expresó con voz llorosa y respiró profundamente—. Está claro que tú no quieres a nuestro hijo porque ni siquiera tuviste los pantalones para decirle a tu mejor amigo que el hijo que espero es tuyo y que por más de diez años le escondiste que te acostaste conmigo. Dime. ¿Cómo será cuando le diga qué horas antes de casarme con él me acosté contigo?
Cerré los ojos, no quería ni siquiera pensar en cuántas cosas iban a ocurrir cuándo la verdad saliera a la luz. Estaba muy nervioso, más que por ella que por él, porque no podía dejar de pensar en lo que Emir me contó. ¿Acaso serían capaces de hacerles daño a su propia sangre, tan solo por ser infiel?
Esto era tan retorcido.
Por otro lado, estaba más que claro que la amistad de Emir y yo llegaría a su fin, automáticamente después de que le dijera la verdad, eso también me preocupaba.
Yo me acosté con Bahar cuando ella era su prometida.
Sobre la línea, los códigos de amistad, le vi la cara a mi mejor amigo. Aún recuerdo cuando casi nos encuentra desnudos en la cama. Cuando vivía en la mansión, siempre me escapaba en la habitación de ella para morir de placer entre sus piernas, ese día Emir la quería visitar para entregarle un presente y tuve que esconderme en su armario, desnudo. Era tanto el deseo y la pasión que sentía por esa mujer, que me importó un bledo su amistad, solo quería embestirla. Es que se sentía tan bien estar dentro de su coño, era como una droga deliciosa de la que no podía negar a probar. Era mi adicción.
—Yo sí quiero a mi hijo, no digas eso— le dije—. Pero sabes que la verdad no sé puede saber ahora, ya que, sabes que hay personas que pueden hacerte daño. Además, sabes que Samira es mi prometida y todavía no estoy listo para decirle que le fui infiel.
—Esa maldita mujer debe saberlo Kemal. Ya que fuiste valiente para acostarte conmigo, debes ser valiente para decirle que me embarazaste. —apreté los labios. — la detesto, con todas mi fuerzas. Es estúpida e infeliz.
—¿Qué te pasa Bahar? No puedes hablar así de ella.
—Kemal esto es entre ella y yo— replicó. — Samira Yilmaz es una maldita serpiente. Ella actúa como una maldita mosca muerta delante de ti, sin embargo, cuando das la vuelta, esa maldita perra se convierte en otra.
Hizo un leve puchero y puso los ojos en blanco fastidiada, y yo sonreí, se veía tan hermosa cuando hacía esa expresión. Estaba más que claro que Bahar estaba celosa y que odiaba a Samira, lo supe cuando la vio por primera vez en la fiesta del cumpleaños del hijo de Murad. Ella se puso celosa cuando la presenté como mi prometida. Lo que no podía entender fue porqué dijo eso de Samira.
—¿Acaso le dijiste algo de nosotros dos?— me mostré interesado—. ¿Acaso tuviste algún problema con ella?
—Por supuesto que sí, tuve un problema con ella— respondió— pero eso es algo que no te incumbe.
—Hoy Emir va a decir que estás embarazada. — informé.— quiero que por favor te mantengas en silencio en cuánto a eso. No hagas un escándalo.
Rió con amargura.
—No quieres perder a Samira. ¿No es así? Ella es una gran mujer según tú.
—No digas tonterías Bahar. La única razón por la cual no quiero que sepan que soy el padre de tu hijo, es porque estás en peligro. Tu eres la mujer a la que amo. A Samira la quiero mucho pero a ti te amo.
Arrugó el rostro y sus lágrimas se derramaron.
—¿Me amas Kemal? Dímelo nuevamente. Porque yo no podría soportar ni tolerar tu matrimonio. A duras penas estoy soportando tu compromiso con esa estúpida.
—Por supuesto que sí cariño, no quiero que nadie te haga daño. Cuando podamos salir de aquí, me iré contigo y estaremos juntos para siempre, seremos una familia y vamos a poder criar a nuestro bebé lejos de todo esto.
—Tengo miedo Kemal— reveló — tengo miedo de que alguien lo sepa y le hagan daño a mi bebé. Estoy tan nerviosa. Anoche tuve una maldita pesadilla, soñé que los ancianos del consejo descubrieron que fui infiel y me obligaron a matarlo.
—No te preocupes… nada va a pasar, lo prometo.
Se sentó en la cama y buscó mi contacto, la abracé muy fuerte, luego cuando me separé de ella, observé su vientre el cual estaba un poco abultado, una mínima cosa pero ya se podía notar.
—¿Cómo te sientes?— inquirí.
—Me siento muy cansada pero no tengo síntomas. Ni siquiera pude darme cuenta de que lo estoy.
Se separó de mí y acarició su pequeño vientre.
—Estuve a punto de cometer un error grave, casi le quitó la vida a mi bebé. Todavía me siento muy culpable.
—Olvida eso, no te hace bien.
Me sonrió.
—Hay algo que no te he dicho con respecto a Murad, siempre está en la punta de mi lengua y olvido decirlo.
—¿Ah sí?
—Murad habló con el viejo Burak Yildiz, el hermano de tu padre… Dicen que encontraron a Anya Porizkova, la mujer que ultimó a nuestro padre.
Se llevó la mano a la boca, con sorpresa.
—¿Y dónde está?— cuestionó.
—Está muerta… pero el consejo de ancianos no lo cree así. Burak Yildiz dijo que sólo podrá salir de su escondite si consiguen dar con los hijos.
—Pero ellos no tienen nada que ver Kemal—cerró los ojos con indignación —. ¿Acaso los van a torturar?
—Pues no sé, sabes que no conozco a estas personas y olvidé de las cosas que son capaces. Tiene un hijo de cinco años y una hija de diecisiete; su nombre es Alekxandra Bezborodko. Ya han interceptado a la chica pero al niño no.
—Solo son niños Kemal y no pueden pagar por los pecados de su madre. Tenemos que hacer algo.
—Tienes razón, pero tenemos tantos problemas… tengo la cabeza llena de estrés y solo quiero mantenerlos a salvo a ambos.
—La asesina de mi padre sí merece morir, sin embargo, los hijos no tienen culpa alguna. Así que debemos hacer algo. No puedo permitir que torturen a esos niños inocentes. Tal vez ni siquiera saben el pasado turbio de su madre.
Narra Alekxandra.
Después de que él salió por esa puerta me levanté de la cama y me vestí con la ropa.
No pude dejar de pensar en lo que estaba pasando con mi autocontrol emocional. Por un lado, mi yo racional se estaba silenciando en mi cabeza, empecé a sentirme atemorizada por los hechos que estaban apunto de acontecer.
—Alek, ¿ya estás lista?— cuestionó Sonya mientras se encontraba detrás de la puerta.
—Puede pasar— le avise.
Ella entró escuché que la puerta se cerró lentamente y hubo un profundo silencio de varios segundos el cual ella acortó cuando terminó de revisar con la mirada.
—¿Te hizo algo?— pronunció con voz temblorosa, queriendo asegurarse de que, emocionalmente estaba bien—. ¿T- te amenazó o... te habló mal?
Enredé los dedos en mi cabello y lo acomodé hacia atrás con frustración. No sabía por dónde tenía que comenzar pero necesitaba el consejo de alguien que estuviera lo suficientemente cuerdo, porque esa vez yo no lo estaba.
—Creo... que ese hombre me está empezando a-a gustar— expresé en un murmullo tembloroso. Ni siquiera pude mirarla a los ojos pero podía imaginar la cara que puso.
—¿Q-Qué?
Estaba atónita, era evidente así que me arrepentí muy dentro de mí de haber dicho eso por miedo a ser juzgada porque esto no era normal.
Se acercó a mí y buscó mis ojos y me encontré con esa mirada seria que no dejaba de preguntarse cosas. Su nivel de confusión podía manifestarse en su lenguaje corporal.
—No Alek, no puedes sentirte atraída por esa bestia. Es una persona manipuladora que no ha hecho nada más que violentarte psicológica y físicamente.
Las lágrimas no tardaron en salir. Me sentía tan culpable por sentir eso, mi mente estaba agotada y confundida, ni siquiera podía identificar qué estaba ocurriendo en mi cabeza. ¿Acaso estaba enferma? ¿Por qué mi cuerpo estaba extrañando su tacto, ese que estuvo sobre mi piel aproximadamente media hora y era como si no hubiera sido suficiente.
—¿Crees que no lo sé Sonya? — lamí mis labios—... ¿Crees que no sé quién es él? pero... ¡Aún así me gusta! ¡Y dirás qué estoy completamente loca! ¡Claro! Hasta yo lo he pensado. ¿Quién en su sano juicio se acuesta por placer con la persona por la cual fue abusada?
Reí como una maldita desquiciada porque supuse que iba a ocurrir lo normal. Sin embargo, ocurrió lo contrario. Lo normal era que lo siguiera odiando con todas mis fuerzas pero no fue así.
—Alek, yo no sé mucho de estas cosas pero... No creo que estés loca. Solo estás confundida por todo lo que ha pasado.
Sequé mis lágrimas.
—Me siento como una completa desquiciada… Porque me he acostado con él varias veces, y no ha sido la primera vez que quería salir corriendo. Me acosté con él en esa cama de hospital.— caminé de un lado hacia otro y me detuve mientras señalaba la cama—. M desconozco, ni siquiera tengo un control emocional. Cada vez que lo veo quiero que...
—Alek, cálmate, si no te calmas estarás aquí un buen tiempo.
Me di cuenta de que estaba levantando demasiado mi voz y en ese mismo momento estaba perdiendo el control. Ni siquiera me había dado cuenta que mis lágrimas se derramaban en cantidades, y me puse a temblar, así que respiré profundo e intenté guardar la calma.
—Estoy haciendo un plan para escapar—dije—. Esa es una de las razones por las cuales estoy haciendo esto... Pero descubrí que me gusta y a lo que más le temo, es que mis sentimientos se nublen, perder este autocontrol que tengo y quedarme en esta relación tóxica.
—Es una buena idea pero... De la única manera en la que puedes hacer esto, es si lo odias— pronunció.
—Tienes razón Sonya, necesito pensar. Él no es tonto, todavía no logro ganarme su confianza. Le haré creer que me enamoré de él y cuando deje que Andrés se quede conmigo escaparé lejos.
Me quedé en silencio asintiendo con la cabeza, no muy convencida de que esto era lo que iba hacer. Estaba dudando de mi percepción, de mi control, mis emociones estaban controlando mi cuerpo y temía en lo que me estaba convirtiendo; en una maldita esclava.
—Creeme que eso no dará resultados. Alek escucha, debemos hablar con mamá y poner a ese hombre en evidencia. Esa es la única manera de hacer que pague por lo que te hizo.
Tragué saliva y negué con la cabeza. Para ella era bastante fácil decidir cuándo no era la vida de su hermano o su madre que estaba en riesgo, pero para mí era muy difícil quedarme de brazos cruzados y al menos no intentar escapar con él cuando tuviese la oportunidad. Más valía eso a intentar ponerlo en evidencia para obtener la justicia que merecía.
Iba a renunciar a esa posible justicia por irme lejos con Andrés y estar tranquilos.
—Si hablas con Verónika las cosas pueden salirse de control. Ese hombre se va a llevar a mi hermano y nunca lo voy a volver a ver. ¿Crees que si hablamos con la policía va a servir de algo? ¿Por qué crees que abusó de mí? ¿Acaso crees que tiene miedo?
—Alek, yo no quiero que tú sigas pasando por esto, solo quiero que estés tranquila. Nadie merece sacrificarse de ese modo. Tienes que pensar en ti. Aunque Andrés sea tu hermano no deberías sacrificarse así.
—Andres es mi hermano y por él haría lo que fuera. Si no hago algo ahora será demasiado tarde en el futuro. Yo necesito proteger a mi hermano y tú no lo vas a entender porque tú no tienes hermanos y tu madre está viva. Él es mi sangre. Lo amo. ¿entiendes? Lo amo.
—Tranquila Alek, está bien, está bien entiendo.
Diablos era frustrante cuando alguien te decía qué hacer, era muy fácil decidir con la cabeza fría cuando no eres esa persona que está pasando por esa situación.
Estaba muy molesta con mi amiga de verdad que sí. ¿Cómo se atrevió a decir que no hiciera eso? La familia no se abandona. No voy hacerle lo mismo que me hizo mamá sería muy cruel dejarlo con ese hombre que ni siquiera tenía remordimientos.
(...)
Narra Emir
Tras dejar a Alek con su amiga en la habitación del hospital llamé a mi chofer, él me dijo que todo estaba listo y que había conseguido un lugar apartado de todo donde no sería tan fácil encontrarla.
Pero no podía llevarla lejos todavía ya que el año escolar ni siquiera había terminado. No podía decirle que abandonara todo y que se escondiera sin ninguna razón, así que la casa que él consiguió no se encontraba tan apartada de la ciudad.
La ventaja de tenerla en la casa era que iba estar más protegida, iba a contar con un chófer para moverse y con guardias de seguridad cuidando el perímetro.
Fui un tonto porque debí ganar tiempo.
Estaba tan centrado en el deseo que no medí las consecuencias de mis actos y debía parar, debí hacerlo. Lo que estaba haciendo estaba fuera de mi moral.
Esa chica no se merecía nada de lo que le hice y sabía que era muy tarde para estos arrepentimientos, el daño ya estaba hecho. Solo me quedaba dejarla en libertad y no seguir torturándola.
Desde que la ví me cegó el deseo y fui muy hábil con las palabras para engatusar a Anastasia, la cual no quería y la que al final accedió por mi propuesta.
—Ella jamás me va a perdonar lo que le haré, le voy a fallar como madre. Estoy pensando en mí, en salvarme yo.
—Le voy a brindar protección a tus hijos.
—Sé que me salvaste la vida y estoy agradecida, pero no me pidas que te entregue lo más preciado que tengo.
—Un favor no se paga con gratitud, se paga con otro favor.
Pensé en todo lo que le dije a esa mujer que no tenía otra alternativa para sobrevivir, me aproveché de su vulnerabilidad, de sus pecados y de lo más preciado que tenía.
Me reí de ella, la traté como a una basura, la drogue y use su cuerpo como un objeto sin importancia. La rebajé a mi nivel y le robé tanto. Era un monstruo. Un maldito monstruo.
Quería salir corriendo, quería tomar alcohol hasta emborracharme y olvidarme de estos nuevos demonios que me atormentaban y que me iban a seguir de por vida.
Ojalá me hubiera detenido cuando lo pidió pero no lo hice.
No lo hice, maldita sea y me había convertido en lo que juré no convertirme: En mi padre.
Mi pecho se contrajo.
Pensé que haciendo mi voluntad por encima de la voluntad de las personas me iba hacer sentir más honorable y poderoso, pero mi realidad era otra. Era una maldita rata con corbata y con Dinero; irrespetuosa y con un odio no medido dentro de mi ser, a mi mismo.
Un maldito egoísta, esa es una de las tantas palabras despectivas que me definen.
—Ya podemos irnos.
Levanté la mirada y la ví a ella, el golpe amoratado ya se le marcaba mucho en el pómulo y mi pecho se contrajo, la miré con lástima, pero no era por ella, era por mí. Todo esto era mi maldita culpa.
Su amiga, por el contrario, me estaba observando despectivamente.
Caminamos fuera del hospital al estacionamiento, me adelanté algunos pasos más que ella para abrir la puerta delantera de mi auto.
Me dedico una sonrisa tierna.
Tomé su mano y la ayudé a subir, la ayudé a colocarse el cinturón de seguridad y acomodé un mechón de su cabello rubio que se había escapado de su cola de caballo.
—Muchas gracias.
Asentí con la cabeza, mudo, no podía siquiera reaccionar a sus palabras por el torbellino de emociones que estaba sucediendo dentro de mí.
—¿A dónde me vas a llevar?— cuestionó — ya sé que no me vas a llevar a mi casa.
—Te llevaré a un donde te puedas sentir protegida totalmente, nadie podrá lastimarte.
—Claro, solo usted, ¿no es así?— dijo en un tono irónico su amiga, la cual se encontraba en el sillón trasero del auto—. Nadie la puede lastimar pero usted sí. Me pregunto quién le dio ese derecho.
—Sonya, por favor— rogó que se detuviera.
—¿Dónde quiere que la deje señorita?—me referí a la chica.
Ella no me dejaba pensar con claridad y aún mereciendo todas esas palabras despectivas, quería que hubiera un silencio para tener el valor de decirle lo que estaba ocurriendo.
Levantó una ceja con confusión.
—¿Usted cree que la dejaré sola? Ni siquiera sé dónde la lleva. Lo siento pero no confío en usted, es capaz de todo.
Ella no iba a desaparecer de mi vista por más que lo quisiera así, así que iba acceder a su propuesta para que estuviera segura al menos, que Alekxandra se quedaría a salvo.
—Sonya...
—Lo siento Alek, pero no te dejaré sola con este hombre, o me lleva por las buenas o me lleva por las malas.
—Me parece perfecto que quiera venir, para que así vea que mis intenciones son verdaderamente brindarle protección a su amiga.
—Bien.
Una sonrisa triunfadora curvó sus labios y luego, cuando notó que la miraba por el espejo retrovisor, me miró como si quisiera matarme.
(...)
Solo podía ver árboles y neblina y el frío de la nieve. Alekxandra se había quedado dormida pero su amiga no, estaba tecleando su celular. Tal vez hablando con él bueno para nada de su pareja.
—Dígame algo— habló—, ¿por qué usted la quiere alejar de la ciudad? Estamos muy lejos y si nos ponemos a pensar ella no va a poder ir a la escuela.
—Es de mala educación entrometerse en la vida de las personas. — murmuré, en un tono cansino por su insistencia.
—Todo lo que tenga que ver con Alekxandra es mi deber saberlo, ya que soy como su hermana.
—No puedo responder a esa pregunta — respondí evadiendo nuevamente su afán de querer parecer detective. Si de algo estaba seguro, era que Alek era la única que podía saber todo lo referente a su madre. El tema era muy delicado y suponía que era decisión de Alekxandra si después lo quería confiar a su amiga.
Gruñó con impaciencia y guardó silencio.
Alek se movió en el sillón y abrió los ojos lentamente, al sentir que el auto se estaba deteniendo en el parqueo.
Su amiga se quedó boquiabierta al observar la gran mansión que se encontraba al frente de sus ojos.
—¿Ya llegamos?
Acaricié su pierna por encima de sus vaqueros y ella me devolvió el tacto, posicionó su mano encima de la mía. Sentí una pequeña corriente eléctrica invadir mi cuerpo.
— Sí — respondí. —Aquí vas a quedarte. Pero no te preocupes, seguirás en la escuela, la diferencia es que vas a tener más protección.
—Vaya, de verdad no creí que esa mujer fuera capaz de cometer una locura. — habló Sonya—. ¿Acaso tiene tanto poder que usted entró en pánico?
—No le tengo miedo a esa mujer, sin embargo no puedo permitir que otra situación como esa pase en frente de mis narices.
Rió sin gracia.
—¿Sabe por qué esa mujer está detrás de Alek? Porque usted así lo quiso. Estoy segura de que si usted se va, todos los problemas de Alek también.
Me volteé y la señalé.
—Callese— apreté los dientes — guarde silencio señorita. Mi paciencia tiene un límite y usted lo está sobrepasando.
Alek me observó y frunció el ceño, aterrada por la brusquedad en la que traté a su amiga y cuando mis ojos se encontraron con los de ella traté de relajar mi postura.
—Es un cobarde— volvió a hablar— es un maldito cobarde.
—Sonya, guarda tus energías para después. —pidió Alek—. Por favor, no me quiero estresar más, así que me gustaría que hubiera un poco de silencio.
—Señorita, le voy a pedir un taxi para que se regrese — le avise —. De verdad que intenté pero usted no tiene la amabilidad de callarse.
—Me iré... pero le advierto —me señaló. — Si llega a pasarle aunque sea una mínima cosa a Alek le juro que lo mataré con mis propias manos.
Ali llegó en otro auto y se parqueó al lado del mío, así que desvié la atención hacia su auto y me quité el cinturón de seguridad para abrir la puerta y salir.
Rodé el carro y cuando llegué a la puerta del copiloto abrí y ayudé a Alekxandra a quitar el cinturón, tomé su mano y la ayudé a bajar del auto.
—¿Te sientes bien?— inquirí cuando sus pies tocaron el suelo. Quería asegurarme de que a ella no le dolía nada.
—Me siento muy cansada — respondió, sus aceitunados ojos se encontraban algo apagados por lo somnolienta que se encontraba—necesito dormir.
—Es por el sedante que te inyectaron — acaricié su barbilla y observé con detenimiento su pómulo hinchado—. ¿Te duele mucho?
Negó con la cabeza perdida en mis ojos.
—No me duele— contestó, con una suavidad que me dejó embelesado y me perdí por un momento en esos hermosos ojos verdes. Observé esos labios, y ese hermoso lunar que se encontraba debajo de su nariz, un poco más por encima de la comisura de sus labios.
Observé a Sonya la cual torció los ojos con fastidio y lo ignoré, volví la mirada en dirección a esa hermosa mujer.
—¿Puedes caminar?— murmuré mientras acariciaba su otra mejilla.
Asintió.
—Necesito que hablemos, estoy algo impaciente por saber qué me vas a decir.
Acarició mi brazo.
—En cuanto entremos hablaré contigo. Lo prometo. No te dejaré con la incertidumbre.
Quería devorar esos hermosos labios pero me contuve ya que estábamos en frente de algunas personas que no tenían nada más interesante que observar el panorama.
—Entra ya, puedes entrar con tu amiga— le sugerí —. Yo iré luego.
Su amiga se aproximó en nuestra dirección y cuando llegó se quedó de pie y se cruzó de brazos.
—¿Puede entrar con ella?— pregunté —. Dentro hay personas que las van a recibir no se preocupen.
Asintió.
Observé como Alekxandra se colgó del brazo de Sonya y caminó despacio, perdiéndose en el jardín de la casa, hasta llegar a la puerta principal.
Ali se acercó luego después de tanto esperar.
—¿Hiciste lo que te pedí?
— Sí. Todo está listo. Contrate a uno que otro guardia de seguridad y un equipo. Le mantendrán informado de todo lo que pase de ahora en más.
—Bien, necesito que lleves a la amiga de Alekxandra a su casa, necesito algo de privacidad y la chica no ha querido separarse de ella desde que pasó el suceso con Janet.
—Bien. Janet Macdonald quiere verlo — informó. —dice que quiere hablar con usted.
—¿Después de lo que hizo tiene el descaro de querer hablar conmigo?
—Dijo que si falta a la cita va a revelar información a los medios—, se acercó para susurrar—. No le conviene que su padre se entere de que se está acostando con una chica cristiana menor de edad. Y peor aún; hija de la mujer que asesinó a Yildiz. Por donde lo vea usted esto no le conviene. Tiene que silenciar a esa mujer, de lo contrario esto será un problema mayor.
—Sabía que Janet intentaría hablar, no me sorprende. ¿Qué querrá a cambio de su silencio? De seguro dinero. Y eso es algo que me sobra.
—No creo que quiera dinero. La mujer se hizo importante después de que se convirtió en la viuda de un empresario que tenía sus millones. Murió al caer por las escaleras.
—Es una caza fortuna, de eso no me cabe la menor duda. Como tampoco me cabe la menor duda que fue asesinado por ella.
(...)
Narra Alekxandra
La casa que me llevó Emir estaba algo apartada pero no era fuera de la ciudad. Quería creerle cuando me dijo que iba a seguir asistiendo a la escuela, pero algo me decía que no o quería estar equivocada.
Sonya partió con ese hombre desagradable, no sin antes asegurarse de que estaba bien. Le dije que no debía preocuparse mucho y que pronto nos volveríamos a ver en el instituto, también le dije que iba a mantener el contacto con ella todo el fin de semana para darle información sobre todo lo que pasaba.
Ella aceptó y me dijo que si me llegarán a cambiar de lugar no dudará en enviar la ubicación.
La casa era mucho más grande que la mía. Lo que más me gustaba era el lago que se encontraba en medio y los grandes árboles de un bosque que rodeaban el lugar.
Las personas del servicio fueron muy amables conmigo y me recibieron con amabilidad.
—Hola— saludó —. Mi nombre es Zhera.
Esa voz femenina me sacó de mis pensamientos y la observé, sus ojos eran verdes, su cabello estaba envuelto en una cola enrollada y llevaba puesto un pantalón caquis, un abrigo negro y unas botas.
—Soy Alekxandra — le dí la mano. — un placer conocerla.
Me sonrió con amabilidad.
—Su hermano se parece mucho a usted— me dijo.
Abrí los ojos con sorpresa.
—¿Acaso está aquí?— pregunté esperanzada.
Negó con la cabeza.
—No, pero creo que pronto lo verá, no se preocupe.
Me miró el rostro.
—Creo que tengo una pomada para ese golpe. En cuanto la busque volveré. Esta será su habitación; hay ropa limpia en el armario y si necesita algo no dude en llamarnos. Volveré en tres horas y traeré la cena y la pomada.
Me dio una sonrisa y se encaminó a la puerta.
Me senté nuevamente en la cama y observé la puerta nuevamente, mi corazón estaba descontrolado dentro de mí pecho esperando por su presencia. Era como si su ausencia me provocará un maldito cuadro de ansiedad. Diablos, estaba demasiado loca.
Bajé la mirada y sacudí la cabeza.
—Alekxandra— esa voz masculina volvió acelerar mi corazón así que subí la mirada y lo ví, a él. Estaba en el umbral de la puerta.
—¿Vas a decirme?— le pregunté
Asintió. Se encaminó en mi dirección y se sentó a mi lado.
—Ni siquiera sé por dónde iniciar— sonrió con debilidad. — pero… qué tal si iniciamos por el principio.
—Cuéntame sobre ella— le animé. — ¿Estabas enamorado de ella?
— Sí, lo estaba. Nos conocimos en la Universidad y ella era una de las amigas de mi esposa, que en ese momento era mi prometida.
Silencio, estaba muy dudoso y tal vez nervioso por lo que me estaba diciendo. Luego continuó hablando.
>> En nuestras costumbres arreglan matrimonios por conveniencia donde el hombre es la cabeza y dirige todo, y le da a su esposa protección…
Mis cejas se arquearon al escuchar cada palabra que había salido de sus labios. ¿Es decir que las mujeres no tenían la libertad de elegir sobre su vida?
>>Mi padre me obligó a casarme con mi esposa, yo no quería, pero lo que yo quería no era importante para él, solo importaba el dinero y los beneficios que recibiría para manejar todo.
Lo de mi esposa y yo no es un matrimonio de verdad, solo nos une un papel. No la veo como mujer.
Le fui infiel muchas veces con ella hasta que tuve una especie de apego sexual. Ella se aprovechaba de eso y me pedía dinero. Mi padre me descubrió y me dijo que la dejara y ella me comenzó a extorsionar. Mi padre descubrió que le daba dinero y me advirtió que dejara de hacerlo y fue un error porque tenía un as bajo la manga. Ella estaba embarazada supuestamente de mí y habló con los periodistas. >>
—¿Te acuerdas la vez que te dije que quería escapar de alguien?
Asentí.
—Escucha bien porque esto tiene que ver con tu mamá…
Mi corazón palpitó fuertemente sacudiendo dentro de mi pecho, tenía la rara impresión que lo que me iba a contar no era nada bueno.
—¿Mi mamá?
—Sí— asintió. Tomó mi mano.
—Tu madre…
El teléfono comenzó a timbrar en el bolsillo de él. Desvío la vista a su bolsillo y maldijo, descolgó el celular y lo acomodó en su oreja.
—¡Alo!— exclamó enojado.
Narra Emir
—Ya encontramos a la hija de Anastasia y vamos por ella… deberías venir aquí de inmediato, si no vienes Emir… tomaré eso como una traición y daré por sentado que tú estás detrás de la desaparición de Anastasia.
La comisura de mis labios se extendió en una sonrisa maliciosa porque yo siempre estaba con un paso adelante, y nuevamente, Murad iba a fracasar en el intento de secuestrar a los hijos de Anastasia.
Le gané.