Mientras preparo mis valijas me pongo a pensar en qué haría si fuera despojada de estas, ¿Qué sería de mí si un día todas mis pertenencias me fueran arrebatadas?. Y mientras más pienso más recuerdo y mientras más recuerdo más necesidad siento por marcharme. Vivir en esta casa me causa una semejante sensación de culpabilidad, que comenzó en mi adolescencia, fue cuando tenía 15 que caí en cuenta de las terribles acciones de mí familia y desde ese momento no podía evitar sentir repudio por mi propia madre, pero sinceramente me repudiaba más a mi misma y aunque al crecer termine por entender que realmente no fue mi culpa, no deje de sentirme como una intrusa en la que supuestamente era mi casa.
Eran ya las 5 am, absolutamente todos estaban durmiendo y yo intentaba guardar mis cosas de la forma más sigilosa y silenciosa posible, lo más complicado fue cuando decidí llevarme eso que poseía como mío pero que en realidad no me pertenecían, estos eran unos viejos libros de literatura francesa, conseguí guardarlos con éxito en mis valijas y mientras me guardaba unas cosas más, me encontré con una polvorienta caja que contenía la pelota desinflada y los botines desgastados de mi hermano. Todavía recuerdo el día en el que Juan dejó el fútbol para siempre, el solía ser parte del club Confluencia pero por razones que desconozco, mi hermano recibió una paliza que hizo que nunca más quisiera volver a jugar.
Ya lista salí de la casa, sabía perfectamente lo que haría y a donde iría, pues mis esfuerzos en el trabajo y un boleto de lotería hicieron posible que me consiguiera un buen alquiler, pero antes tenía que calmar a mí mente y alma, así que conduci hacia el cementerio y me arrodille frente a la tumba de aquel hombre al que mis padres hicieron pasar tantas injusticias.
Mantuve un momento de silencio y mientras mis ojos lagrimeaban al pensar en todo lo que el había pasado, me puse a pedir disculpas en voz alta, cómo si estuviera charlando con el y no era porque haya perdido la cabeza, fue porque sabía que solo viviría en paz si me disculpaba y decía todo lo que tenía guardado:
-hola de vuelta, quiero que sepas que hoy no vine a solo dejarte flores como siempre, si no que quería disculparme y que tu sepas que nada lo hice por maldad, era pequeña y manipulable, no tenía conciencia del mal que hacían mis palabras y para mi todo era confuso. Tenía solo 7 años, nadie me explicaba bien lo que estaba pasando, solo me decían que decir y que no, me sobornaban con golosinas para que llorara frente a los policías y los abogados. No entendía el porqué tenía que decir que conocía a los primos de mi madre si nunca había interactuado contigo antes.
Pero quiero que sepas que también fui engañada, ya que a mí se me vendió la idea de que vos y Inés tenían otro gran lugar en donde vivir, aun así la información que tenía era escasa, lo que sabía era que mamá últimamente había estado haciendo y diciendo cosas que te involucraban pero no tenía idea de que, luego tomamos la mitad de la casa y yo estaba feliz porque vivía en un lugar más bonito y espacioso, pero no me había puesto a pensar que del otro lado de la casa se encontraban ustedes y que mientras yo quedaba fascinada por todo lo nuevo que tenia, tu estabas echando de menos a tus cosas.
Poco después de eso, mi madre consiguió obtener toda la casa con muebles incluidos y aunque se supone que eso solo era un desalojo temporal, todos saben que sería imposible sacar de esa casa a una mujer con dos menores de edad, tal vez fue por eso que ni lo intentaron, sabían que era imposible y ni se esforzaron, solo se fueron y dejaron sus vidas en manos de la suerte.
Todavía no superó el shock que tuve cuando en mi adolescencia me enteré de todo lo que había pasado en verdad, pero lo peor no fue haberlo descubierto, lo peor fue el cómo lo descubrí. Fue en una noche normal en la que todos cenábamos en familia, por alguna razón pensé en tus libros de literatura francesa y que tal vez podría donarlos o algo, no recuerdo si la idea les había parecido o no a mi familia pero se que esa conversación llevó a que dejáramos de hablar de tus libros y empezamos a hablar de ti. Mi madre había dicho algo de que ya estaba grande como para entenderla y que por eso me contaría como había echo todo, así aprendería de ella y su gran don para mentir.
Me da náuseas el solo recordar el como me contaba todo, orgullosa de sí misma, empezó a enumerar las mentiras con las que te había denunciado. Te acuso de violencia, diciendo que habías ido hasta nuestra casa para golpearla por deberte dinero, te acuso de robo, alegando que te había llevado todos nuestros ahorros por venganza y por último, te acuso de abuso y diría el porqué pero sería irrespetuoso para ti decir esas cosas frente a tu tumba.
Luego de haber escuchado muy meticulosamente a mi madre, tuve que pedirle que algunas cosas me las repitiera, no porque no la haya escuchado, si no porque me negaba a creer que ella era capaz de algo así, pero sí, aunque desearía que esas palabras hubieran sido todas producto de mi imaginación, eran verdaderas y me toco aceptar que mi madre no era lo que yo creía o quería.
Desde ese momento convivir con ella fue complicado y no solo estaba el echo de sus mentiras, también tenía que lidiar con la idea de que yo aunque manipulada, también forme parte de las mentiras que te arrebataron tu hogar, esto me llevó a que ahora de adulta tome la decisión de mudarme, no me iré tan lejos, seguiré visitándote pero no tan seguido como antes. La casa en la que voy a vivir no está demasiado lejos, pero se que eso no importa, me alejara de aquí o no seguiría sintiendo un peso en mi corazón si no me disculpaba. Supongo que ya no me queda nada para decirte, así que adiós.-
Me pare y aunque mis rodillas estaban algo entumecidas, me marche de ahí, fui a pedirme un taxi y ya estaba en camino hacia a mi nuevo hogar, un hogar que está vez si era mío, en donde podría vivir sin cargas, sin culpas y en donde todos los muebles eran ganados con mi esfuerzo y dinero, un hogar que a pesar de ser pequeño para mi era perfecto.