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Chapter 61 - Capitulo 53: ¿Vales La Pena Aun?

(N/A: Qué onda banda, ha pasado tiempo desde que concluyo: "El Susurro De Las Hojas De Sombra, Volumen 2: Convalecencia".

Por lo cual me alegra anunciarles el inicio de: "El Susurro De Las Hojas De Sombra,Volumen 3: Fidelidad.

Este volumen estará lleno de muchos personajes nuevos, y por muchos me refiero a bastantes, además de que próximamente se vendrá una que otra revelación para Aetherius, aunque sea breve.

El próximo volumen también será interesante y debido a que subiré dos capítulos por semana como se planeó desde hace un tiempo, el próximo volumen llegará rápido sin que se den cuenta, además de que habrá un personaje un tanto innecesario para ustedes, pero para mí y el futuro de la historia sea relevante, aunque sea un poco.

Sin más que decir, disfruten de los capítulos y nos vemos la próxima.

-DarckLeaves-)

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[Inicio volumen 3]

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*AETHERIUS*

El día de mi partida hacia la academia finalmente llegó. Mis padres estaban inquietos por dejarme ir, aunque mi madre lo estaba aún más. Durante los días previos, me esforcé en controlar mejor mi habilidad con el radar, haciendo que los dolores fueran menos frecuentes y menos intensos.

Mamá seguía aferrada a mí, abrazándome con fuerza. "Mamá, debemos irnos. Ya es hora", le dije suavemente mientras le daba unas palmaditas en el hombro. Mi padre intervino, separándola con delicadeza.

"Querida, ya es momento. Therius estará bien; tú misma lo has visto mejorar", la calmó mi padre. Entonces volví a abrazarla. "No te preocupes, mamá. Voy a evitar cualquier herida a toda costa. Ya no soy tan débil como antes", le aseguré mientras flexionaba mi brazo, exhibiendo el músculo para hacerla reír.

"Está bien, hijo. Solo mantente en contacto de vez en cuando, ¿sí?" Me abrazó una última vez y me dejó ir.

Después de despedirme de todos, Layra y yo partimos hacia la academia. Cuando llegamos a las puertas, Layra mostró una carta, y los guardias nos dejaron pasar. Apenas comenzábamos a entrar cuando uno de los guardias se acercó.

"Señorita y joven, la directora pidió que les avisáramos que desea verlos en su oficina", informó el guardia. Ambos asentimos, confirmando que entendíamos, y continuamos.

Al cruzar los campus, me sorprendió el tamaño de los terrenos. Había estudiantes entrenando en combate, otros meditando en los jardines alrededor de la academia. Finalmente, llegamos a las aulas: amplias y adecuadas para unos 25 estudiantes. Desde fuera, observé cómo los alumnos tomaban notas mientras los profesores explicaban. Tras una larga caminata, alcanzamos la oficina de la directora.

Tocamos la puerta. "Somos Layra y Aetherius Emwind", se anunció Layra, y nos dejaron entrar. La oficina era imponente, con cinco directores en la sala: dos en cada lado y la directora principal al frente.

"Buenas tardes, jóvenes Emwind. Me alegra verlos a ambos, especialmente a ti, Aetherius. Veo que tu condición ha mejorado mucho desde que te encontramos", dijo la directora principal, mirándome con una sonrisa.

Asentí, sintiendo la atención de todos los presentes. "Pasemos al tema principal", continuó. "La sede de los Descendientes me informó de tus resultados. Han concluido que ya estás listo para regresar. Por eso te llamamos; de lo contrario, habríamos tenido que considerar tu expulsión", añadió una de las directoras gemelas.

"¿Expulsarme por estar herido y al borde de la muerte? Vaya sistema que tienen", repliqué sin humor. Todos me miraron, y continué. "Dudo que me hayan llamado solo para amenazarme con la expulsión. Díganme, ¿cuál es la verdadera razón?"

La directora principal se levantó. "Tu permiso fue extendido debido al sacrificio que hiciste por tus compañeros. Ahora solo queremos ver una demostración de tu fuerza, algo que no vimos en el examen", explicó. Sentí cómo la habitación se expandía, haciéndome perder el equilibrio por un instante. Magia espacial, pensé, sorprendido.

"¿Tan aburridos están?", repliqué, volviendo a concentrarme.

"No es cuestión de aburrimiento; queremos evaluarte personalmente. Cassian habló sobre lo que vio en la cueva, y queremos corroborarlo", respondió el director Nikolas.

El director Hans se levantó y avanzó al centro de la sala. Dejé mi mochila y lo seguí. "Veamos si las palabras de Cassian fueron exageradas o reales", dijo mientras sonreía.

Nos colocamos en posición de combate. "¿Cómo será esto?", le pregunté.

"Como tú prefieras", respondió, y antes de que pudiera reaccionar, lanzó un golpe rápido hacia mi estómago, enviándome hacia atrás con fuerza. Chocando contra la pared, intenté recuperar el aliento. "Gracias por el aviso", grité mientras me reincorporaba, aplicando mana en mi cuerpo.

Creé varios orbes de electricidad y los disparé hacia él, pero los bloqueó con sus puños. Magia corporal, pensé mientras corría hacia él, envolviendo mi cuerpo en electricidad. Salté y giré en el aire, lanzando una patada eléctrica. Aunque logró bloquear el impacto, aprovechando que estaba aturdido, caí en picada y lo golpeé en el hombro, hundiéndolo en el suelo.

Hans rugió, lanzándome hacia atrás con una onda de energía. Usé las sombras para detenerme y estabilizarme en el aire, sorprendiendo al director. Tras varios intercambios de golpes, la pelea estaba durando más de lo que había previsto, y comencé a irritarme.

"¿Eso es todo, niño?" Hans sonrió de lado, claramente disfrutando de la batalla. "No esperaba mucho, pero me estás haciendo sudar."

Apreté los dientes, lanzándome hacia él con un estallido de electricidad concentrada en mis piernas y brazos, que chisporroteaban con una carga azulada. Mi puño impactó su torso, y la fuerza lo hizo retroceder varios pasos. Pero Hans apenas se inmutó. Con una sonrisa, su cuerpo comenzó a brillar con una energía carmesí, y un aura de poder absoluto emanó de él, tensando el ambiente a nuestro alrededor.

"Veamos cómo soportas esto, Emwind," gruñó mientras arremetía con un golpe directo.

El impacto fue brutal, y me sentí como si una montaña me hubiera caído encima. Apenas tuve tiempo de cubrirme con un escudo de sombras, pero el golpe traspasó mi defensa y me lanzó contra el suelo, abriendo una grieta a mi alrededor. Me reincorporé rápidamente, aunque jadeando. Hans estaba completamente ileso, mirándome con una satisfacción irritante.

Sin darle tregua, formé varios orbes eléctricos a mi alrededor y los lancé a toda velocidad. Hans apenas alzó un brazo para bloquearlos, y los rayos se dispersaron con apenas una chispa. Con velocidad inesperada, se lanzó hacia mí, apareciendo a mi lado en un parpadeo. Alcé mis brazos para bloquear, pero su golpe pasó como un trueno por mis defensas, propinándome un rodillazo en el estómago que me cortó la respiración. Mientras caía, Hans cargó su puño con maná y me golpeó en el costado, lanzándome hacia un pilar que se fracturó bajo el impacto.

Me levanté, escupiendo sangre, pero sin rendirme. Extendí mis manos, invocando sombras que se arremolinaron en látigos oscuros a su alrededor. Los latigazos golpearon su cuerpo, y aunque Hans pudo bloquear varios, algunas sombras lograron asestar cortes en su brazo y rostro. Gruñó molesto, y su mirada se oscureció.

"Ya basta de juegos," gruñó, y su cuerpo se rodeó de una energía aún más intensa.

Sabía que tenía que responder con todo lo que tenía. Extendí las sombras por el suelo y las enrollé en sus piernas, sujetándolo con toda la fuerza que podía reunir. Luego, condensé el maná en mi cuerpo y lancé un relámpago masivo hacia él. El impacto lo sacudió, y una explosión resonó por toda la habitación. Pero cuando el humo se despejó, Hans estaba de pie, sus ropas chamuscadas pero su expresión sin rastro de cansancio.

Cargando hacia mí, me lanzó una ráfaga de golpes tan rápida que apenas podía seguirla. Me movía por instinto, cada golpe que bloqueaba me adormecía los brazos. Logré esquivar un par, pero Hans me alcanzó con una patada en el pecho que me elevó varios metros en el aire. Antes de que pudiera recuperarme, lo vi moverse sobre mí, y un golpe descendente me estampó contra el suelo. Intenté incorporarme, pero Hans ya estaba allí, extendiendo su maná alrededor de mi cuerpo y bloqueando mis movimientos.

"Aún no estás listo para este nivel," murmuró mientras su energía me oprimía como un yugo, impidiendo que canalizara la electricidad en mi cuerpo.

Concentré todo mi poder en un último esfuerzo, acumulando energía oscura en mis manos. Mi propio maná burbujeaba, cada célula en mi cuerpo gritaba con esfuerzo. Con un rugido, liberé un estallido de sombras, forzando a Hans a retroceder lo suficiente como para liberarme de su presión. Desaparecí y reaparecí a sus espaldas en un parpadeo, mi guadaña de sombras materializándose en mi mano mientras la blandía con toda mi fuerza.

Hans apenas tuvo tiempo de girarse, y mi guadaña cortó el aire hacia su torso. Atrapado en una lluvia de sombras, no tuvo más remedio que lanzar una descarga de energía que lo protegió del impacto, pero, aun así, el filo le rozó el costado, desgarrando su ropa y dejando una herida en su piel.

"Nada mal, Emwind," se mofó, retrocediendo y observando la herida superficial. "Pero aún tienes un largo camino."

Lo observé, agotado, pero sin ceder terreno. Mis sombras seguían danzando a mi alrededor, mi cuerpo bañado en una mezcla de sudor y electricidad estática. Sabía que este combate aún no estaba en mi favor, pero había logrado algo: demostrar que no era alguien a quien se pudiera subestimar.

Hans, con una sonrisa retorcida, dejó escapar un nuevo rugido. Una poderosa onda de energía me alcanzó, lanzándome sin piedad al aire. Antes de que pudiera reaccionar, lo sentí justo a mi lado. Sus dedos, fríos y firmes, se cerraron alrededor de mi rostro, y en un movimiento brutal me estrelló contra el suelo. El impacto fue demoledor, creando un cráter a nuestro alrededor que llenó el aire de polvo y fragmentos de piedra. Me dolía cada músculo, pero luché por reincorporarme, tosiendo mientras un hilo de sangre me bajaba por la comisura de los labios.

"Eso fue demasiado", murmuré, sintiendo cómo el dolor de ese último ataque se intensificaba.

Justo cuando estaba por levantarme, la directora principal alzó una mano, deteniendo la pelea. "Esa demostración fue suficiente", anunció con un tono de autoridad que hizo que Hans retrocediera, aunque sin borrar la sonrisa satisfecha de su rostro.

Apenas se dio por terminada la pelea, Layra corrió hacia mí con una expresión de preocupación. Sus ojos se posaron en mis brazos, que temblaban ligeramente. "¿Estás bien? Ese último golpe fue brutal", preguntó, con evidente inquietud.

"Sí, hermana, estoy bien. Estaba asimilado, así que no fue tan grave", respondí para tranquilizarla. Me ofreció un trapo, y me sequé el sudor y la sangre del rostro mientras trataba de recobrar el aliento. La habitación comenzó a recuperar su aspecto normal mientras las directoras gemelas se acercaban a Hans, quien parecía apenas haber sudado.

La directora principal se volvió hacia mí y asintió con aprobación. "Excelente pelea, joven. Demuestras gran valor", me dijo, fijando su mirada en uno de mis brazos, donde una cicatriz vieja aún era visible. "Llevas muchas cicatrices contigo. Es admirable que no te desmorones ante ellas".

En ese momento, un ayudante de la academia entró con un papel en la mano y nos lo entregó. "Aquí está tu horario de clases. Mañana empezarás en el Grado A, junto con los compañeros que salvaste. Puedes retirarte y descansar", indicó con cortesía.

Con el horario en la mano y una ligera reverencia, Layra y yo nos dirigimos hacia mi nueva habitación. Ambos estábamos impresionados con su tamaño y comodidad: había una cama grande, un escritorio con una vista envidiable al campus, y varios libreros repletos de libros sobre maná, asimilación y otros temas. Layra me mostró la dirección de su propia habitación antes de despedirse, asegurándome que me visitaría al día siguiente.

Al quedarme solo, comencé a desempacar y a acomodar mi ropa. Observé la camisa con la insignia de la academia, un símbolo que ahora representaba un nuevo desafío. Me la puse y decidí salir a explorar el campus, curioso por conocer el lugar donde estaría entrenando.

El campus bullía de actividad. A mi alrededor, los estudiantes se movían en distintas direcciones, algunos concentrados en sus entrenamientos de combate grupal, otros charlando relajadamente bajo los árboles.

Mi atención se desvió hacia un pequeño lago que recorría el campus. Un letrero advertía: Prohibido entrar. Solté una risa al leerlo.

Mientras el flujo de alumnos se dispersaba al final de las clases, me dediqué a observar sus diferentes niveles de habilidad. Algunos parecían fuertes, otros apenas comenzaban su entrenamiento. "Este lugar será interesante", murmuré para mis adentros, intrigado.

Sin embargo, tras la pelea con Hans, el cansancio empezó a hacer mella en mí. Decidí regresar a mi habitación, cerrando la puerta tras de mí con un suspiro de alivio.