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Chapter 46 - Capitulo 44: Gritos De Agonía

*DORIAN*

Ya había pasado un día entero y era el segundo día desde que terminó el examen. Todos volvimos a buscar en el bosque, y los Descendientes también ayudaron gracias a las súplicas de Trevor.

Los chicos ayudaron, las amigas de Trevor también. Layra y Trevor estaban evidentemente asustados con cada acción que realizaban. Esto ya había ocurrido una vez cuando ellos no estaban, pero ahora, al vivirlo, su miedo se convirtió en horror y pánico cuando no lo encontramos.

Supimos la causa de la explosión. La Descendiente Ricci había ido a encargarse de la bestia, pero esta era enorme, como un tipo de gusano de tierra, creando túneles. Cuando oímos sobre los túneles, empezamos a recorrer cualquiera que hubiera, ya que había colapsado con la explosión de la bestia.

Cuando la Descendiente Ricci la eliminó, algo en su interior, algún tipo de gas, hizo que estallara, creando una gran explosión. La bestia, al ser enorme, hizo que la explosión fuera peor.

Todos los agujeros creados por la bestia fueron tapados. Encontramos el cuerpo de un profesor debajo de una roca. Cerré los ojos y recé por él.

Altea ya no podía sostenerse a sí misma, y no podíamos dejar sola a Elowen, ya que Altea se quería unir a la búsqueda, pero se lo prohibimos.

Cerré los ojos y recordé la insistencia de Altea. "Es mi hijo también, Dorian. Soy su madre y es mi responsabilidad, así que yo también lo buscaré", gritaba enojada cuando Sara la detuvo y se derrumbó llorando.

"Sara, por favor, no dejes que se vaya", le pedí. Luego le pedí a Nora que se quedara con ella, y aceptó hacerlo.

Encontramos más cadáveres que pertenecían a las bestias que murieron en la explosión. Solo 70 estudiantes sobrevivieron y los demás fueron bajas, esperando encontrar a los cinco faltantes. Rezaba que mi hijo fuera uno de ellos.

Dios, por favor, déjame encontrarlo, recé en silencio. Me estaba rindiendo, me sentía cansado.

Anoche me escabullí para seguir buscando, pero no encontré nada.

¡DIOS, DÉJAME ENCONTRARLO! NO PUEDO PERDERLO ASÍ, recé una vez más, pero más fuerte.

Ya era más de mediodía.

Estamos a media hora del último agujero creado por la bestia, rezando para encontrarlo ahí. Solo su cuerpo, por favor, solo eso te pido.

Como si realmente me escuchara, gritos de auxilio se oyeron en dirección a donde íbamos.

Giré mi cabeza y miré a cada uno de nosotros. Nuestros ojos brillaron de esperanza. Corrimos hacia ahí y encontramos a cuatro niños corriendo a toda velocidad.

Nos vieron y se pusieron felices pero, a la vez, desesperados. Nos topamos con ellos y la niña que estaba con Therius cayó al suelo con fuerza. El niño que estaba con ella la levantó.

Vieron a un lado de mí, se fijaron en Atheria y Trevor. Sus ojos se abrieron con prisa. La chica trató de hablar y las gemelas también cayeron al piso. Los cuatro estaban sin aliento.

Tragaban y tragaban aire. Les ofrecimos agua y se la bebieron toda. La chica intentó hablar, pero aún le faltaba aire. "Therius, mi hijo, ¿dónde está?" Algo hizo clic en ella cuando lo nombré y me vio con horror.

Miré sus ojos y los míos empezaron a llenarse de lágrimas. La niña apuntó hacia la cueva. "A-a-ahí... Rápido", le costó hablar. "¿Ahí qué?" Les pregunté.

El chico trató de hablar ahora. "Sí, el, Therius... Se quedó atrás, rápido, lo más rápido que puedan... Una hora o más, una hora o más llevamos corriendo desde que nos alejamos de él. Bestias, se quedó peleando con una gran cantidad de bestias. Él nos dio tiempo de escapar". Mi estómago se hundió hasta donde no pudo cuando terminó de hablar.

Vi a Trevor correr a toda velocidad y los demás también lo hicieron. "Descendientes, llévense a los niños y atiéndalos. Yo me quedo con LEVIATÁN", Cassian les ordenó a las otras dos y se llevaron a los niños volando.

"Vamos, señor Emwind, su hijo está en peligro. Yo lo llevo", me dijo y me alzó en el aire, adelantándonos a todos. No miré hacia atrás y dejé que me llevaran.

Estuvimos volando durante un rato cuando el olor a muerte y sangre se empezó a notar cada vez más. Rugidos y aullidos se escuchaban.

Cassian creó proyectiles de metal y los lanzó hacia las bestias. Me soltó y corrí detrás de él. Lancé un sinfín de cuchillas de viento, matando a las bestias que estaban ahí mientras corría.

Algunas cayeron, dejándome ver una figura negra en el centro de todo. Miró en mi dirección y luego se desplomó.

En ese corto tiempo, pude saber quién era. "¡Aetherius!", grité. "¡HIJO!" Mi voz se quebró mientras corría y más de una vez caí y rodé.

Cassian se encargó de las bestias que nos rodeaban. Abracé a mi hijo, a mi muchacho. Su cuerpo estaba bañado en sangre, tanto que no pude reconocerlo.

"Hijo, despierta, por favor, despierta", le rogué, pero no me respondió. Me acerqué a su pecho y escuché latir su corazón, pero sus pulmones estaban mal.

Pude sentir más de un hueso roto. Lloré durante mucho tiempo con mi hijo en mis brazos.

La última vez que lo miré, solo tenía heridas en su brazo y piernas por las heridas previas del acantilado. Pero esta versión era horrible.

No pude manejarlo. Mi cuerpo cansado y mi mente colapsaron. "¡Papá!" Escuché la voz de Trevor mientras me agarraba para evitar que cayera.

"Papá, tranquilo, duerme, yo me encargo", escuché su voz y mi mundo se apagó.

******

*TREVOR*

Vi a papá volar con el señor Cassian, nos adelantaron. Corrimos tanto como pudimos y tan rápido como nuestras piernas nos lo permitieron. Tardamos casi 40 minutos en llegar. La sangre inundaba la gran cueva, con su olor a podrido y a hierro, y el calor envolvía todo el lugar.

Corrimos un poco más y las bestias estaban mutiladas, amontonadas unas sobre otras. "Mierda, creo que serían unas docenas o más, tal vez, pero esto supera cualquier cosa", dijo Celia.

Seguí corriendo. Una bestia aún estaba viva dentro de la montaña de cuerpos y la hice explotar antes de continuar. Encontré al señor Cassian enfrentándose a las bestias, y Atheria se adelantó para matar algunas más que seguían apareciendo, junto con los demás.

Algunos inspeccionaron la montaña de bestias para asegurarse de que ninguna siguiera viva. Papá estaba llorando y lo vi tambalearse, su cansancio finalmente lo alcanzó. Cuando estaba a punto de caer, lo detuve. "Papá, tranquilo, duerme, ahora yo me encargo", le dije, y se derrumbó.

Las bestias dejaron de aparecer y Cassian se detuvo a mi lado. "Tu hermano es impresionante, Trevor. Peleó durante una hora solo y dejó todo este desastre a su paso", me dijo.

"No es la primera vez que lo hace", respondí. Las chicas y el señor Cassian me miraron sorprendidos. "¿Nunca se los dije?" les pregunté. "Hace un año aproximadamente, mi familia tuvo un problema cuando regresaban a casa. Un desprendimiento los sorprendió. Mi hermano y mi hermana menor fueron arrastrados por el montón de tierra y piedras. Aetherius sacrificó su cuerpo para mantener a Elowen a salvo. Su pierna y brazo quedaron malheridos, le tomó meses recuperarse incluso con la magia de curación de mi madre. Y antes de que los encontraran, Aetherius peleó contra una ola y un Fenrir superior, quedando muy dañado".

Mientras cargaba a Therius, Layra contó la historia llorando y limpiando la sangre de su cara con un trapo, revelando las heridas. Los demás quedaron en silencio, incluso el señor Cassian no supo qué decir.

Otto me ayudó a cargar a papá, que estaba inconsciente, mientras salíamos. Yo tenía a Therius en mis brazos. Después de una hora caminando, salimos de la cueva. La luz del sol me golpeó con fuerza. No había notado la oscuridad de la cueva hasta ese momento.

Ahora que ya teníamos a Therius, nos tomó más tiempo llegar al campamento. Cuando llegamos, mamá salió de una carpa con Sara y Nora sosteniéndola. Ambas se quedaron en shock al vernos. Las otras dos Descendientes estaban en el aire y también quedaron perplejas al ver a Therius en mis brazos.

Cuando mamá nos miró y vio a Therius inconsciente y cubierto de sangre, volvió a caer. No salieron lágrimas de sus ojos, solo miraron. Entré a la carpa y lo acosté en la cama, manchando las sábanas con su sangre.

Cassian se quedó afuera con los demás mientras yo empezaba a quitarle la ropa manchada de sangre. Su cuerpo estaba cubierto de heridas, golpes e incluso cortes profundos. No pude soportarlo y salí corriendo de la carpa a vomitar.

No puedo verlo así. Sus heridas son profundas, sus golpes se marcan con moretones negros y sus huesos parecen rotos. Después de unos minutos, regresé y Otto salió con la ropa bañada en sangre de Therius. Todos me miraron en silencio. Layra se acercó a mí y me abrazó, y empecé a llorar desconsoladamente en sus brazos.

Cuando me calmé, Elowen me jaló de la mano y me llevó dentro de la carpa. La seguí y encontré a mamá a un lado de Therius, curándolo junto a un médico de la carpa médica. Mamá me miró y sonrió cálidamente. Me acerqué a ella y la abracé, tomando la mano de Therius. Layra y Elowen siguieron mi ejemplo, y juntos abrazamos a mamá.

Después de unos minutos, papá entró, se sentó y se acostó a un lado de Therius. Mamá le dijo al médico que quería hacer el resto por su cuenta, a lo cual él aceptó. Celia entró después de unos minutos y se detuvo al vernos. Dio un paso al frente y habló: "Señor y señora Emwind, quería entregar algo que encontramos". Extendió los brazos y el arma de Therius estaba en ellos.

Me levanté y la sostuve, inspeccionándola lentamente. "Es pesada y cuesta mantenerla arriba", opiné sobre su arma. "Lo sabemos, por eso no queríamos que la usara", respondió mamá, y Celia salió de la carpa.

Estuvimos con Therius durante una hora. Mamá dejó de curarlo y luego entraron Atheria y los demás con vendas y ungüentos. No dijeron nada y se acercaron. Todos vieron el cuerpo malherido de Therius, queriendo apartar la mirada pero sin hacerlo. Uno por uno, en silencio, aplicamos los ungüentos y lo vendamos completamente.

Apreté su mano y sentí su anillo, frío al tacto al igual que su piel en ese momento. En ese momento, entraron los niños que estaban con él y nos avisaron del peligro. Vieron a Therius vendado y dormido. La niña de cabello blanco empezó a llorar mientras agarraba su otra mano, y el chico de cabello rojo se paró a un lado de ella, sosteniendo su hombro. Las gemelas estaban paradas un poco apartadas, pero luego se arrodillaron y agradecieron por haberlas salvado.

"Pfff, no se pongan sentimentales, no es propio de ustedes", se escuchó una burla, y reí. Me levanté y retrocedí. "Siempre hay momentos para la cursilería, enano", le contesté, golpeándolo ligeramente en la frente con mi puño, riendo y llorando a la vez.

Todos se acercaron a saludarlo. Les pareció raro ver esas reacciones, pero la cara de los niños mostraba incredulidad y verdadera tristeza. La chica lo abrazó con cuidado, repitiendo "gracias" varias veces. El chico solo tocó su cabeza y se rieron. De repente, el dolor regresó. "Agh, ugh, cof, cof", Therius empezó a toser sangre. Los niños se alejaron rápidamente, mostrando miedo. Mamá volvió a curarlo. "Otto, llévate a los niños, ¿puedes?" le pedí, y aceptó. Elowen se fue con Nadia, Celia, Rachel y Anatia, mirando hacia atrás.

Mamá siguió curándolo y el médico volvió a ayudarla. "Calma, hijo, calma. Solo intenta relajarte. Mientras más te muevas, más dolor sentirás", intentó calmar a Therius, pero fue en vano. Contenía sus gritos, mostrando su enorme dolor. Escuché sus huesos acomodarse y supe por qué agonizaba. No pude soportarlo y salí.

Respiré hondo varias veces. Celia llegó a mi lado y me palmeó la espalda. Miré unas botas de armadura y la persona habló: "Trevor, he hablado con la sede y les conté sobre tu hermano y lo que pasó", era Cassian.

Lo miré. "¿Hiciste qué?" le pregunté para asegurarme de haber escuchado bien. "Hablé con la sede sobre tu hermano, y decidieron que vinieras con él para que lo trataran allá", explicó. Un grito salió desde dentro de la carpa. Elowen abrazó a Layra con fuerza y yo apreté mi mano.

Miré las caras de los demás y solo apretaban sus mandíbulas o puños, cerrando los ojos con fuerza mientras escuchaban desde afuera, mientras mis padres estaban dentro.

Su grito era real y sentí como si incluso mis huesos estuvieran siendo acomodados. "Eso no me corresponde a mí decirlo", le respondí. Miró hacia la carpa y otro grito salió de allí. Me rendí, me senté y tapé mis oídos. No quería escucharlo, no eso, no de él.