Mariam nació en una familia pobre de África la cual estaba repleta de miembros. A parte de su,adre y su abuela ella era la única chica de la familia, como ya no se podían permitir alimentar más niños y en ese poblado tener una hija era símbolo de desgracia decidieron abandonarla a su suerte en mitad de la sabana.
La pequeña no entendía lo que pasaba y se pasó tres días caminando sin rumbo buscando y llamando a su familia. Mariam era una niña fuerte y sabía sobrevivir en la naturaleza y así lo hizo durante una semana, pero no encontraba agua ni comida y el sol le quemaba sin cesar la piel.
Al final de esa semana la niña desfalleció del mareo por todas las necesidades que le daban vueltas en su cabeza, cuando despertó encontró su cara relamida y húmeda y notó la respiración de un animal grande que se acostaba a su lado.
Era un león solitario, que cuando encontró a Mariam tendida en el suelo se apiadó de ella y se quedó a su lado hasta que despertara. Cuando la pequeña se dio cuenta ahogó un grito, pues no quería asustarlo. El león no se inmutó, si no que se levantó y se fue caminando, Mariam llena de curiosidad le siguió. Pronto se dio cuenta de que la estaba guiando a un lago donde unas gacelas bebían con normalidad hasta que divisaron al león y se marcharon sin pensárselo.
Ahí entendió que el león se había propuesto cuidar de ella.
Mariam le apodó Umpar, ya que parecía que era el único nombre al que respondía. Él le aportaba comida y ella amor, así vivieron durante tres años.
Pero unos cazadores de piel blanca la encontraron y la separaron del león llevándola a un internado.
-¡No! ¡No podéis separarme de Umpar! ¡No pienso moverme de aquí! - Gritaba pataleando entre lágrimas mientras la arrastraban a un todoterreno.
Allí estuvo encerrada hasta que cumplió los dieciocho años de edad, durante los años que vivió en el internado Mariam no habló ni le dirigió la palabra a nadie, como si se le hubiese olvidado hablar.
Cuando la echaron de aquella especie de cárcel para huérfanos, salió corriendo de vuelta a la sabana, en concreto donde Umpar y ella se vieron por primera vez. Pese a los años, se acordaba perfectamente de la ubicación y siguió corriendo sin descanso con la esperanzamde que todo lo ocurrido años atrás no fue un sueño. Cuando llegó al árbol donde ella y el león descansaban aprovechando su sombra dejó caer unas lágrimas.
Umpar no estaba, lo que quedaba de él era la enorme huella de su cuerpo de haberse tumbado ahí sin levantarse hasta que su niña llegase.
Al contemplar esto, Mariam entre lágrimas se sentó y se apoyó en el frágil tronco del árbol, esperando a que alguien la recogiese. Como esto nunca pasó, ella se quedó ahí, siempre sollozando.
Dicen que si te acercas a ese árbol puedes escucharla llorar, incluso algunos han afirmado verla abrazada a Umpar derrochando lágrimas.
Aisha Parra :)