Mis ojos permanecían posados en el centro de la metálica puerta que me había dado entrada al edificio dónde me encontraba. El recuerdo de la sonrisa del señor Abadi producía escalofríos por mi piel que me provocaron una piloerección. Ese hombre ocultaba unas ansias sanguinarias tras esa falsa máscara de amabilidad. Lo supe desde el momento que llegué, han intentado evitar describirlo de manera clara, pero este lugar no deja de ser una prisión, un manicomio dónde mantener a raya a todas aquellas almas corruptas y viles, e incluso a las que padecen de trastornos mentales peligrosos al nivel de los fugitivos más brutalmente violentos del mundo. Ese hombre dijo ser el dueño de estas instalaciones, lo que seguramente lo hace ser algo así como el alcaide de este lugar.
Intentando mantener la cabeza fría y evitar que mi cerebro se sobrecaliente, decidí simplemente dar un paso hacia lo desconocido entrando finalmente al interior del edificio nº7, el cual al parecer, sería mi residencia durante mi estancia en este lugar. La sala que uno se encuentra nada más entrar al edificio es un pequeño vestíbulo rectangular de paredes blancas lisas y suelo embaldosado por losas de hormigón pulido. En el suelo se podía encontrar una alfombra que en un comienzo sería blanca, pero con el pasar del tiempo su color ha ido oxidándose hasta pasar a un beige, con el logo del edificio en el centro, un circulo negro con el numero 7 dentro. A la izquierda se apreciaba un perchero de metal que sostenía un abrigo largo de tonalidad verde junto a una chaqueta oscura y simple. A la derecha, por el contrario, se podía observar un jarrón blanco alto que contenía un ramo de rosas blancas y rosas, encontrándose algunas de ellas ya secas y moribundas… como tratando de mostrar el macabro mensaje de muerte que significa estar en este lugar repleto de una oculta desesperación y miseria.
Avancé por la puerta doble de vidrio opaco frente a mí y pasé del vestíbulo a una zona amplia similar a un jardín interior. Era una sala enorme que ocupaba la mayor parte del edificio en su conjunto, compuesta principalmente por una zona de descanso que simulaba un parque exterior, el suelo era una enorme capa de césped artificial, cubierto con flores de plástico y bancos de metal a los lados de forma simétrica, dónde poder descansar. Un par de escaleras en forma de "L" se extendían por los lados de la sala dirigiéndose al segundo piso, que constaba de una única barandilla a la vista desde el primer piso, dónde se podía ver 6 puertas señalizadas de hierro.
Mis ojos comenzaron a recorrer toda la zona hasta que se posaron en un chico que se encontraba encima del césped artificial realizando unas flexiones a la cuenta de "45, 46, 47, 48…" y así. Me acerqué a él y este, al darse cuenta de mi presencia, se apoyó en sus manos para levantarse de un salto. En el aire, dió un giro frontal antes de aterrizar frente a mí con sus brazos extendidos a los lados. Su altura era intimidante, mas su sonrisa sincera decía todo lo contrario. Su piel desnuda era de pigmentación oscura, y llevaba puesto únicamente un short deportivo, dejando expuesto sus prominentes pectorales y trabajada figura. Tenía el cabello oscuro peinado a rastas que caían por el lado derecho de su cabeza, mientras el izquierdo permanecía rapado. Sus ojos se encontraban ocultos tras unas gafas de sol cromáticas que le daban un aire refrescante.
"¡Qué onda hermano! Soy Liam Nelson, vengo de la increíble USA, más concretamente de los Ángeles, es maravilloso ver una cara nueva por aquí!" Dijo mientras estiraba su robusta mano hacía mí. Tenía una voz fuerte y enérgica, contraria a la que esperaba de alguien proveniente de este lugar.
"Lucius Heikkinen, Vuotso, Finlandia, el placer es mío." Respondí en un perfecto inglés, mientras estrechaba su mano con suavidad, a lo que él respondió con un fuerte y aplastante apretón con el que sentí que los huesos de mi mano casi se quebraban.
El idioma principal que utilizan en este lugar es el inglés, lo pude notar desde el inicio en el avión, dónde los agentes conversaban en dicha lengua. Por suerte aprendí de pequeño varios idiomas, entre ellos este, por lo que no tendría problemas comunicándome por aquí.
"Dios, no esperaba encontrarme con más gente en mi equipo, pensé que íbamos a ser solo nosotros 5 durante nuestra estancia aquí." Rió Liam antes de girar su cuerpo en dirección a uno de los bancos metálicos ubicados a la derecha de la habitación. "¡Hey Jacques, ven a saludar al nuevo!".
Allí se encontraba sentado un joven de cabello plateado peinado hacia la izquierda. Llevaba unas gafas de lectura rectangulares que dejaban ver sus profundos ojos color café, que permanecían fijos en el libro que ocultaba entre ambas manos, un tomo de color beige en cuya portada se podía leer escrito en rojo oscuro el título de "Sapiens". Vestía una camisa celeste a cuadros y unos pantalones color castaño que combinaban con sus calcetines a cuadros negros y rojos y sus loafers marrones.
El chico se mantenía centrado en su lectura, ignorando nuestra presencia mientras pasaba de página lenta y distinguidamente. "Hey, tierra llamando a Jacques, ¿hola?" repitió Liam acercándose al chico y moviendo su gran mano en el espacio que había entre la vista de Jacques y su tan preciada lectura. A esto, el joven de pelo plateado reaccionó cerrando su libro abruptamente, y tras soltar un irritado suspiro, posó su desdeñosa mirada en Liam.
"¿Qué quieres?" Preguntó con tono de voz superficialmente tranquilo, pero que profundamente mostraba señales de irritación y enojo.
"¡Solo mostrarte al nuevo!" Dijo Liam echándose a un lado y presentándome con las manos extendidas como si me tratara de algún tipo de extraña celebridad.
"Hola, soy Lucius Hiekkinen, de Finlandia, es un placer." Me presenté extendiendo mi brazo con intenciones de estrechar manos. Jacques, por el contrario, simplemente me lanzó una de sus vacías miradas y puso su novela entre su brazo y su pecho.
"Jacques Fontaine, de Burdeos, Francia."
"Vamos Jaques, no seas borde."
"No tengo la necesidad de estrechar manos, y tampoco lazos. Parece ser que vuestro cerebro de ardilla subdesarrollada no es capaz de comprender la situación en la que nos encontramos. Estamos encerrados en un manicomio, gorila imbécil, no hay tiempo para estas tonterías." Y tras decir aquello, se levantó de su asiento y procedió a subir las escaleras hasta la segunda planta.
En ese momento la puerta a la derecha del todo se abrió con un leve chirrido, revelando la figura de un par de chicas jóvenes. La primera en salir fue una joven alta de proporciones delicadas, rostro alargado y ojos nebulosos de color celeste claro. Su largo cabello estaba teñido de un tono rosado claro que lo hacía ver similar al algodón de azúcar. Vestía una blusa celeste, al igual que sus hermosos ojos, y un pantalón ancho blanco. Detrás de ella se encontraba la otra chica, una joven de baja estatura quien al salir de la habitación dirigió su mirada primero hacia Jacques, quien estaba llegando al segundo piso y las saludó con un simple movimiento de cabeza antes de encerrarse en su habitación, que se trataba de la tercera contando desde la izquierda. Una vez Jaques se fue, la chica posó sus ojos en mí. Tenía un brillante y bello cabello azabache atado en una larga y ancha trenza que recorría su espalda. Junto a sus ojos verde esmeralda, y su sonrisa decorada con dientes blancos como perlas, ella parecía una joya personificada. Vestía un jersey de encaje blanco que transparentaba parcialmente, mostrando el top blanco que vestía por debajo. Sus pantalones palazzo de color oscuro creaban un contraste perfecto con el blanco de su torso.
La chica de cabello oscuro me saludó con la mano, pero la otra chica rápidamente movió su brazo frente a ella tratando de evitar que nos relacionáramos. Después de ello, la chica de pelo rosado tomó a su amiga por los hombros y la llevó de vuelta por dónde salieron, no sin antes lanzarme una mirada afilada y asesina. La puerta se volvió a cerrar con un portazo que resonó por todo el edificio, dejándonos a Liam y a mí solos y en silencio por unos segundos.
"Esa malhumorada de allí es Rose Potel, viene de Londres, Inglaterra, y desde que llegamos tiene una amistad bastante profunda con la otra chica, Laura Torres, quien viene de Lugo, España." Las presentó Liam, ya que nuestras compañeras se habían vuelto a ocultar en su habitación. "Rose suele estar más tiempo en la habitación de Laura que en la suya propia, así que si alguna vez las necesitas, puedes encontrarlas en el mismo lugar." Tras decir aquello, Liam se dirigió también a las escaleras y echando su mirada hacia atrás me invitó a seguirle. "Tu habitación es la cuarta contando desde la izquierda, eres vecino de Rose y Jacques, por lo que dormirás perfectamente por las noches. Yo soy el que se encuentra a la izquierda de Jacques, y aunque solo hemos estado aquí una noche más que tú, él no ha hecho nada de ruido, así que podrás descansar perfectamente."
Me coloqué frente a mi cuarto, contemplando la placa metálica que llevaba mi nombre con bastante detenimiento. Era un simple rectángulo de aluminio que tenía inscrito "Lucius", en mayúsculas. Repentinamente, mientras mi cerebro permanecía en lo que parecía ser un trance observando la puerta de mi habitación, sentí una mano helada tocar mi cara. Un par de dedos finos acariciaron mi rostro, recorriéndolo desde mi mejilla derecha hasta el borde izquierdo de mi barbilla. Mis sentidos se pusieron en alerta al instante, y mi cabeza se giró lentamente en la dirección dónde venía la mano.
Al hacerlo, contrario a mi idea de encontrar un rostro humano, lo primero que se me presentó fue una densa bocanada de humo gris sucio que se adentró por mis cavidades nasales. El olor nauseabundo a hierba barata arrasando con mi sentido del olfato provocando que los lagrimales de mis ojos por poco se activen.
Tras la pantalla de humo se ocultaban un par de turbios y ojerosos ojos color lima. Una sonrisa débil y cansada fue lo primero que pude apreciar una vez la densa niebla se disipó, entre sus labios un cigarro transparente encendido, cuyo interior estaba compuesto por hierba, seguramente cannabis. Su cabello gris como el humo que se escapaba lentamente de entre sus labios, se veía despeinado y sucio, dándole la apariencia de un jóven vagabundo. Su ropaje consistía en una única camiseta gris plana, que dejaba ver su hombro izquierdo, un pantalón vaquero con la zona de las rodillas desgarradas, y un par de deportivas blancas y negras. Llevaba un pendiente en forma de anillo en su oreja derecha y un piercing similar en su ceja del mismo lado.
El jóven colocó su cigarro entre sus dedos índice y corazón para luego soltar otra fumarada a un lado y sonreírme directamente. Luego, manteniendo su débil y vaga sonrisa, mientras posaba su mano libre en su cadera preguntó. "Liam, ¿quién es este chico?".
"Oh, este es Lucius, ¡es el último integrante que faltaba para el grupo!"
"Ya veo… interesante." Respondió el jóven conforme se acercaba a mí para observarme con mayor detenimiento. "Es bastante guapo, si se me permite decir…" Rió mientras sus engatusadores ojos se posaban en mí. "Soy Alain Ratsimbazafy, pero tú puedes simplemente decirme Al, encantado."
"Es un placer, yo soy Lucius Hiekkinen, de Finlandia." Dije con tono serio e indiferente.
"Por dios, resulta que eres un muermo y todo." Dijo Alain cruzando sus manos para formar una "X". "Se acabó, a los formalitos de mierda les prohíbo llamarme motes cariñosos como 'Al', te jodes."
Mi expresión confundida fue suficiente para hacer que Liam interviniera poniendo un brazo en cada uno de nuestros hombros y riera despreocupadamente para aliviar la tensión del momento.
"Vamos, no os peleéis nada más conoceros. Lucius, este chico, tal y como él ha dicho, es Alain Ratsimbazafy, y viene de Antananarivo, Madagascar."
"No nos estábamos peleando Limmy, simplemente quería chinchar un poquito al nuevo." Dijo mientras me pellizcaba la mejilla. Después de hacerlo se alejó de Liam y de mí para tomar otra calada de su cigarro. "Espero que nos llevemos bien de ahora en adelante, Lucy."
"Lo mismo digo, Al." Respondí un poco más tranquilo tras finalmente comprobar que sus acciones no llevaban ocultas segundas intenciones maliciosas.
Una vez Alain volvió a su habitación al fondo del pasillo, Liam me invitó a entrar a mi cuarto y descansar, pues supuestamente al día siguiente tendríamos una conferencia importante y debía encontrarme en perfectas condiciones para ello
Me despedí de Liam y entré a mi dormitorio. Este se trataba de una habitación similar a la que encontrarías en un hotel de baja calidad. A la izquierda de la entrada había una puerta que llevaba a un pequeño baño que incluía lavabo, inodoro y ducha. A la derecha, fusionado con la pared, había un casillero metálico sin pintar que extrañamente combinaba con las blancas paredes de la habitación. El suelo estaba cubierto de azulejos grisáceos de porcelana, dónde una parte se encontraba oculta por una alfombra cuadrangular grande que ocupaba la mayor parte de la sala principal, la cual se accede dirigiéndose al frente nada más entrar a la habitación. Esta constaba de una cama blanca y azul que se acomodaba en el fondo izquierdo de la habitación, junto a ella una pequeña mesita de noche dónde reposaba una lamparita de sobremesa simple. A la derecha de la habitación había un pequeño escritorio de madera de roble, acompañado por una silla compuesta de la misma madera. Junto al escritorio, a su derecha, había un espejo de cuerpo completo, y en la pared izquierda se elevaba un reloj digital colgado de la pared, y un armario empotrado hecho con la misma madera que el escritorio y la silla.
Avancé lentamente hasta la cama, frenando junto al espejo que había en la habitación. Giré mi cabeza para ver mi reflejo, mientras apoyaba la mano en el cristal reflector, intentando entrelazar nuestras manos, juntándonos finalmente. Pero en el fondo sabía que uno nunca puede alcanzar su propio reflejo, nunca podrá comprenderlo. Pero en el fondo… siempre tendré aquella espina clavada en la garganta, y aquel deseo imposible de entenderlo.
"Ojalá te comprendiera… Lux…" Dije apoyando la frente en el espejo, mientras sentía como un par de ojos acechantes y despiadados provenientes de más allá del espejo se clavaban en mi nuca, provocando que el sudor frío comenzara a formarse en mi frente. Una sensación de puro terror y desesperación inundaba rodeaba mi cuerpo y estrangulaba mi mente cual anaconda salvaje. Pero en el fondo, ya estaba acostumbrado a este sentimiento, pues a fin de cuentas llevaba viviéndolo desde que tengo memoria. Y es que esa sensación de amenaza inhumana, no provenía de ningún lado, mas que de mi mismo.