Chereads / Emperador de las Cenizas / Chapter 3 - Capítulo 2

Chapter 3 - Capítulo 2

Tenía muchas preguntas, por lo que, a paso decidido y ante las miradas curiosas de los habitantes de la aldea, tomé a Daya del brazo suavemente, indicándole que me siguiera. Guiándola fuera de la multitud, nos vimos rápidamente en el centro de la aldea, dónde frente a frente, me decidí a encararla tras unos segundos de observarnos fijamente. Mis ojos rojos contrastaban con los suyos del color oro que tanto había cautivado a los habitantes de la tribu.

—¿Qué significa tu olor impregnado en Natsiq?

Ella no parecía sorprendida por mi pregunta, lo que me hizo preguntarme que tanto sabía sobre mi realmente, o sobre la tribu en general.

—¿Has oído hablar sobre los Idran? —respondió ella con otra pregunta, una suave sonrisa se formó en sus labios rosados por el frío. Sentí la necesidad de rodar los ojos; era como hablar con la vieja Kallu.

Todos en la tribu habían oído al menos una vez la historia de como los espíritus superiores, conocidos como los Idran, habían creado nuestro mundo, separándolo del plano espiritual.

—Por supuesto; Noche, Fuego, Agua, Tierra, Aire y Vida —contesté con impaciencia, sin saber a dónde quería llegar ella— ¿Qué tiene que ver eso con lo que te he preguntado?

Ella rio, su voz era como música.

—Eres demasiado impaciente, Yura —Ella extendió sus brazos con una sonrisa cargada de emoción, como si le gustase lo que se encontraba por venir —Te lo explicaré todo a su debido tiempo, por lo que, necesito que confíes en mí; no soy una amenaza para la tribu ni busco serlo, al contrario, planeo enseñarles a defenderse de los monstruos cuando sea el momento adecuado.

Una chica que había quedado inconsciente en medio de un lago planeaba enseñarnos a defendernos, me pareció simplemente hilarante... pero, por alguna razón, quería confiar en ella, quería creer que había una forma de deshacernos de la amenaza que representaban los monstruos.

Daya me observó con sus mejillas y nariz sonrosadas por el frío de la tarde, lucía hermosa, debía de admitirlo; con sus cabellos rubios y piel levemente oscura poseía una belleza exótica que había llamado la atención de varios jóvenes de la tribu, incluyéndome, aunque no estaba interesado en ese tipo de cosas por el momento, no podía negar mi atracción hacia la extraña joven cuyo olor era tan disonante.

Sin embargo, las palabras que salieron de mi boca fueron otras, algo que no me gustaría haber dicho:

—¿Defendernos de los monstruos? No digas tonterías, Daya, es imposible dañarlos. La única vez que se ha visto a un monstruo herido es por una pelea de territorios con otro—Prácticamente gruñí con molestia, frunciendo el ceño—. Sería ingenuo creer que existe forma de herirlos, y más, que tú, una chica cualquiera que ha salido de quien sabe dónde, posee la capacidad de matar monstruos.

Ella soltó un suspiro, dejando caer sus hombros tensos por mi arrebato.

—No esperaba que lo comprendieras de todas formas —respondió ella—. Pero ¿sabes? Te haría bien oír más las historias de la señora Kallu; allí yacen los secretos para acabar con la amenaza que asola a la tribu—Ella se dio media vuelta, dando la conversación por terminada — ¡Ah! Por cierto —Me observó de reojo —, ¿Nunca te has preguntado por qué tienes un olfato tan desarrollado?

Por los espíritus, esta mujer era exasperante.

—Nací así, no hay ningún secreto detrás de ello.

—Fuiste bendecido, Yura, bendecido por los espíritus... eres un Sensorial—Soltó sin más, como si yo fuese capaz de entender lo que eso significaba—. Bueno, me marcho, he quedado en ayudar a Alasie con Sanáq.

Sanáq era una joven de nuestra edad, la cuál estaba embarazada y seguramente se encontraba por dar a luz en los días venideros. No era motivo de celebración en la tribu y al mismo tiempo sí; por un lado, significaba otra boca que alimentar, por otro, se trataba de un posible cazador... si es que resultaba ser un hombre.

Vaya tontería la de no dejar a las mujeres cazar, si bien ellas no eran tan fuertes como los hombres, no estábamos en condiciones de desperdiciar la oportunidad de traer más comida; aunque algunas actuaban como recolectoras de frutos silvestres capaces de aguantar el frío.

En el momento en el que Daya se marchó, me di cuenta de que había desviado la conversación para no responder a mi pregunta.

«Chica lista» Pensé.

•—♡—•

Sanáq dio a luz a dos hermosos bebes, y por nuestra parte, el grupo de caza logró traer consigo un enorme venado, y por sí fuera poco, la pesca había sido fructífera, por lo que tendríamos comida asegurada para un largo tiempo; parecía que la suerte le sonreía a la tribu del fuego, sin embargo, no pude evitar sentir una punzada de incomodidad, como si se tratase de la calma antes de la tormenta; mi intuición siempre había certera, rara vez se equivocaba, por supuesto, no era perfecta.

Suspiré mientras me dirigía hacia el cementerio de la aldea, dónde se cremaría a Kanut y se enterrarían sus cenizas para que fuera uno con la tierra, por ello, llamábamos a dicha zona 'El Páramo de las Cenizas'. Su olor dulce, llevado por la fría brisa, llegó a mis fosas nasales; Daya se encontraba allí parada, charlando con mi abuelo, Ikumak, de quién sabe qué, pero parecía importante por la expresión del viejo cacique.

Posicionándome firme junto a los cazadores de la tribu esperé a que la ceremonia comenzara, guiada por los ensalmos del cacique, su danza y el sonido de los tambores retumbando por el páramo adornado con antorchas. No recordaba con exactitud la última vez que había presenciado un funeral, puesto que los cuerpos no suelen ser rescatados, quedando sus almas en pena.

Aunque estaba desolado por la pérdida de mi amigo, no me permití demostrar emoción alguna, y tras dar mis condolencias a los padres de Kanut, junto a una disculpa puesto que la misión se encontraba a mi cargo, dejé que se desahogaran conmigo.

—¡Era tu responsabilidad! —Exclamó su madre con voz desgarrada —¡Esto no hubiera sucedido si hubieses estado con él! ¡Por qué tuviste que separarlos!

Y ella tenía razón; le dediqué una mirada triste, habiendo aprendido de mis errores pasados, juré no volver a separar los grupos por más experimentados que seamos.