Lidia: 『 ¡¡PUUAAAJ…!! 』
Me sentía tan mal por los nervios que no aguante la sensación de vómito. Toda la cena que a duras penas acabé con el poco apetito que tenía terminó por irse a través de la tubería del lavabo.
No quería volver al gran comedor por ningún motivo, pero si no lo hacía era muy probable que mi padre enfurecería, creo que era el único estado emocional que conocía de él, además de su faceta antipática, después de todo, para ser rey de una nación ha de ser un hombre que imponga un carácter fuerte y decidido. Muy contrario de mí, una princesa tímida que no puede expresar lo que siente y que nunca ha salido de estas paredes. Solo soy una piedra más en los cimientos de este palacio, una simple muñeca resguardada celosamente en su casita de juguete.
Me repetía una y otra vez: 『 No quiero hacerlo. No quiero… Estoy harta. 』 Harta de ser vista como la niña tierna del castillo de Haiza, harta de ser la exótica ave en cautiverio dentro de su jaula. Ya no quiero serlo… Ya no…
Sirvienta del palacio: 『 Alteza, ¿S−Se siente bien? ¿Necesita algo? 』
Lidia: 『 Estoy bien. En un momento salgo. 』
Solo me engañaba a mí misma. No tenía la determinación suficiente para ponerle un alto a esto, ni mucho menos para abandonarlo y salir de una vez por todas de este lugar.
La sirvienta que me acompañó al baño no dejaba de tocar la puerta al ver el tiempo en que me demoraba ahí dentro. Me costaba aún mantenerme en pie, mis manos no se despegaban del tocador, diciéndome que no me moviera de ahí, que me quedara un momento más antes de regresar. Tomé una buena bocanada de aire, inflando mi pecho de golpe y di una larga exhalación, hasta que me decidí por salir de la habitación, sin tener otra opción. Era hora de volver.
Lidia: 『 *Suspiro*… Intentaré que no dure mucho… Aquí vamos… 』