En el laboratorio del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica de Alemania, en la ciudad de Leipzig, Friedrich Müller y yo, Helena Vivaldi, estábamos inmersos en la investigación de las partículas de luz que podrían abrir las puertas a otras realidades. Liderábamos un experimento crucial utilizando una máquina llamada "E.D.R", diseñada para explorar estas posibles realidades.
Friedrich, a pesar de su edad y calvicie, exhibía una confianza casi arrogante en sus habilidades científicas. Su mirada fría complementaba su actitud distante hacia sus colegas. En contraste, yo irradiaba una energía cálida y acogedora, siempre con una sonrisa amable en mi rostro de piel morena clara. Mi cabello negro y mis ojos cafés reflejaban una mente inquieta y creativa. Ambos vestíamos con elegancia, pero Friedrich transmitía una seriedad que contrastaba con mi serenidad.
Sin embargo, nuestro entusiasmo se convirtió rápidamente en horror cuando activamos la máquina. En lugar de proyectar las diferentes realidades en el monitor, el edificio tembló violentamente y una fisura rectangular se abrió en el espacio, desencadenando un caos indescriptible.
La activación de la máquina fue como un estallido de energía descontrolada que sacudió todo el laboratorio. Nos golpeó como una ola, haciendo que muchos de nosotros sintiéramos escalofríos hasta la médula, mientras otros vomitaban debido a la intensidad del momento. La sensación de peligro inminente se apoderó de nosotros, y en ese instante supimos que algo había salido terriblemente mal.
—Nuestros cálculos estaban completamente errados —susurré con angustia, mientras recordaba cómo confiamos ciegamente en los números que creíamos correctos.
Friedrich, mostrando signos de pánico, temblaba junto a mí. Su voz, antes firme, ahora sonaba débil y temblorosa. —¿Qué hemos hecho, Helena? —murmuró, buscando refugio detrás de una mesa mientras el caos se desataba a su alrededor.
Entonces, el corazón se me heló al ver la reacción de Friedrich. Siempre tan arrogante y seguro de sí mismo, ahora parecía un mero reflejo de su antiguo yo, temblando como un niño asustado. Su cobardía me desconcertó, y me di cuenta de que tendría que ser yo quien tomara las riendas en esta situación.
—¡Friedrich, debemos mantener la calma y encontrar una solución! —exclamé, tratando de infundirle algo de coraje mientras me acercaba a él.
Pero Friedrich retrocedió, negando con la cabeza con los ojos llenos de miedo. —No sé qué hacer, Helena. ¡Esto es demasiado!
Su confesión me golpeó con fuerza, pero no podía permitirme sucumbir al pánico. Respiré profundamente, tratando de encontrar la fortaleza necesaria para enfrentar la situación.
—Escúchame, Friedrich —dije con determinación—. No podemos permitir que el miedo nos paralice. Tenemos que buscar una solución juntos, antes de que sea demasiado tarde.
Friedrich asintió débilmente, pero su mirada seguía reflejando una profunda incertidumbre. Sabía que necesitaba más que palabras para convencerlo de que podíamos superar esto juntos.
—Confía en mí, Friedrich. Confía en nosotros —añadí, poniendo una mano reconfortante sobre su hombro.
Por un momento, pareció que su confianza vacilaba, pero luego, lentamente, vi un destello de determinación en sus ojos. Asintió, apretando la mandíbula con firmeza.
—Tienes razón, Helena. No podemos rendirnos ahora —dijo, su voz recuperando algo de su antigua fuerza—. Debemos encontrar una solución y corregir nuestros errores.
Con una sensación de alivio, me di cuenta de que Friedrich estaba de nuevo a mi lado, listo para enfrentar lo que sea que el destino nos deparara. Juntos, nos adentramos en los escombros del laboratorio destrozado, decididos a encontrar una solución antes de que fuera demasiado tarde.
Con cada paso entre los escombros y el caos del laboratorio, sentíamos la urgencia crecer dentro de nosotros. La magnitud de nuestro error era abrumadora, y sabíamos que debíamos encontrar una solución lo antes posible.
—Tenemos que actuar con rapidez, Friedrich —insistí, manteniendo la determinación en mi voz mientras nos adentrábamos en el laberinto de destrucción—. Cada segundo que perdemos, estas fisuras pueden expandirse aún más.
Friedrich asintió, su expresión tensa reflejando la gravedad de la situación. A pesar
de su anterior desesperación, ahora parecía haber recuperado parte de su determinación habitual.
—De acuerdo, Helena. Necesitamos encontrar una manera de estabilizar estas fisuras antes de que sea demasiado tarde —respondió, su tono de voz firme y decidido una vez más.
Seguimos avanzando entre los escombros, buscando desesperadamente cualquier pista que nos llevara a una solución. Encontrar una manera de cerrar esas fisuras se convirtió en nuestra única prioridad.
—Los registros del experimento deben tener alguna pista sobre qué salió mal —mencioné, escudriñando los restos de las estanterías destrozadas mientras buscábamos la información que tanto necesitábamos.
Finalmente, entre los escombros carbonizados, encontramos una carpeta que parecía contener los registros detallados del experimento fallido. La agarré con manos temblorosas, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad al pensar en lo que podríamos descubrir.
—Espero que esto nos dé alguna idea de cómo solucionar esto —susurré, abriendo la carpeta y comenzando a revisar los documentos con la esperanza de encontrar alguna pista.
Friedrich se acercó a mi lado, su mirada fija en los informes con una intensidad renovada. Sabíamos que esta información sería crucial para revertir el desastre que habíamos desencadenado y restaurar la estabilidad en nuestro universo.
Concentrados en nuestro objetivo común, nos sumergimos en la tarea que teníamos por delante, decididos a encontrar una solución a la crisis que habíamos provocado. A pesar del caos que nos rodeaba y las incertidumbres que enfrentábamos, nos aferrábamos a la esperanza de que, juntos, podríamos corregir nuestros errores y restaurar el equilibrio en el universo.
Justo cuando pensábamos que la situación no podía empeorar, un temblor violento sacudió el suelo bajo nuestros pies. Miramos a nuestro alrededor con horror mientras el edificio, ya debilitado por el caos anterior, comenzaba a desmoronarse a nuestro alrededor. Nos apresuramos a salir corriendo, apenas escapando antes de que las paredes se derrumbaran sobre nosotros, dejando a nuestro paso una estela de devastación y desolación.
Al salir del edificio y enfrentarnos a la devastación que se extendía a nuestro alrededor, un destello de esperanza surgió en medio del caos. A lo lejos, pudimos distinguir algo descendiendo del cielo a una velocidad vertiginosa. Al acercarse, nos dimos cuenta de que era una figura humana, pero su velocidad y agilidad eran extraordinarias.
Con incredulidad, observamos cómo esta misteriosa figura se abalanzaba sobre uno de los seres enormes que emergían de las fisuras. En un impacto espectacular, el monstruo fue envuelto en una lluvia de partículas de luz, desapareciendo ante nuestros ojos atónitos.
—¿Qué está pasando? —exclamó Friedrich, su voz llena de asombro y desconcierto.
Mis ojos se abrieron con asombro mientras contemplaba la escena. ¿Quién era esta misteriosa salvadora que había aparecido de la nada para enfrentarse a las abominaciones que habíamos desencadenado? Aunque no podía explicarlo, una sensación de alivio me inundó mientras veía al monstruo desaparecer en el brillo cegador de las partículas de luz.
—No lo sé, Friedrich, pero parece que no estamos solos en esta batalla —respondí, mi voz llena de asombro y esperanza.
Mientras observábamos la confrontación entre la desconocida y las criaturas que amenazaban nuestra existencia, un atisbo de esperanza comenzó a florecer dentro de mí. Tal vez, contra todo pronóstico, podríamos encontrar una manera de salir de esta crisis y restaurar la paz en nuestro mundo.