En el corazón de un claro desolado, envuelto en una niebla cenicienta, una pareja se sostenía de la mano. Uno con cabello negro azabache y un aura oscura que parecía absorber todas las luces y otro con cabello plateado, brillando como luz estelar solitaria en la oscuridad.
Miraban hacia una imponente masa de sombras y picos dentados que dominaba el horizonte. Parecía una montaña de oscuridad con una cumbre perdida en la negrura opresiva de los cielos de arriba.
Tentáculos de nieblas oscuras danzaban y se retorcían como entidades vivas a su alrededor, sin acercarse demasiado, como si dudaran en interponerse entre ambos.
—Ese es nuestro destino —dijo Zeke mientras señalaba hacia la oscuridad total frente a ellos.
—Entonces, estamos cerca —susurró Alicia. La noticia no la emocionaba, no importa cuánto se dijera a sí misma que debería estar contenta de que finalmente estaban alcanzando el lugar.
—Mn, —confirmó Zeke con un asentimiento.