—Seb asintió y con entusiasmo levantó a Elle en sus brazos. Luego, con un salto gracioso, se la llevó.
Mientras se movían rápidamente por el bosque, Elle se deleitaba en lo familiar que era el abrazo de Sebastián. Su corazón palpitaba de alegría mientras se aferraba a él fuertemente, apreciando el aroma de su presencia y el confortante calor de su cuerpo. Aunque no había pasado mucho tiempo desde que estuvieron en brazos del otro, ya sentía como si hubieran pasado días, cuando en realidad, solo habían pasado unas pocas horas.
En ningún momento, llegaron a la casa. Sebastián la cargaba con gracia, sus brazos la sostenían como si fuera el tesoro más delicado. Una vez dentro de su cuarto, la sentó suavemente encima de la mesa, su mirada trabada con la de ella.