—Sebastián se quedó muy quieto mientras reinaba entre ellos una larga y silenciosa pausa —observó la narradora—. Sus ojos estaban abiertos y en shock por su comentario mientras ella lo miraba fijamente, esperando su respuesta.
La abrupta aparición de un destello frío como el acero en sus ojos obligó al pulso de Elle a comenzar a revolotear y acelerar su ritmo. Luego ella comenzó a sentirlo: la furia que irradiaba de él. El brillo que había aparecido en sus ojos era intenso y caliente. Demasiado peligrosamente caliente hasta que pareció volverse casi malévolo.
Esta era una mirada que él nunca le había mostrado antes. Justo cuando Elle empezaba a sentir escalofríos recorriendo su columna vertebral, su expresión cambió abruptamente.
Después de lo que pareció un largo rato, finalmente abrió la boca, como si estuviera listo para hablar. Pero luego se detuvo, pareció reconsiderarlo mejor y cerró los labios antes de bajar la cabeza.