Elle no era consciente de que estaba conteniendo el aliento hasta que Sebastián susurró contra su oído, riendo un poco. —Respira, Iza…
Intentó mirarlo pero él la mantuvo en su lugar. Y luego su otra mano se movió sobre sus labios, haciendo que cerrara la boca de nuevo antes de que pudiera escaparse alguna palabra. —Señor… ¿realmente necesita hacerlo de esta manera mientras le dice todas esas cosas?
Tomó un largo y prolongado suspiro contra su piel, como si estuviera tomando su aroma. —¿Alguna vez te he dicho que hueles divinamente, Izabelle? Debes saber que la única razón por la que nadie te ha saltado encima todavía es únicamente debido a mi aroma que está por todo tu cuerpo… sí, Iza… desde aquella noche, has estado llevando mi aroma como un perfume.