—¿Y? —una voz sedosa y sexy resonó. Pertenecía a un hombre de pie en el techo de uno de los edificios más famosos ubicados en el corazón de Quesa. Estaba vestido con un abrigo largo y negro mientras se sentaba con despreocupación en el borde del edificio, mirando a la multitud de personas y coches que cruzaban las calles más abajo. Sus misteriosos ojos grises observaban a las personas en movimiento como si fueran simples hormigas.
—Eh... parece que el príncipe Sebastian no creía que la princesa estaba escondida —otro hombre vestido de negro que estaba parado a unos pocos pasos de distancia respondió a su pregunta.
—¿Eso es todo? —volvió a preguntar con voz sedosa. No parecía sorprendido en absoluto por la noticia.
—Y parece que no va a venir a por ti, príncipe Elías.