—Por supuesto, Su Bei tenía que admitir que el temperamento de Lu Heting era excelente —dijo ella—. Cuando ocasionalmente se paraba frente a la ventana francesa con una taza de café y miraba hacia afuera, le daba la sensación de que estaba mostrando su poder.
—Solo en momentos como ese ella sentía que no solo era su esposo sino también el jefe de una corporación multinacional —añadió con una sonrisa en el rostro.
Al sentir la mirada de Su Bei, Lu Heting se giró con un atisbo de afecto en su cara. Extendió su brazo y la atrajo hacia su abrazo. Solo entonces podía sentir que su existencia actual era real.
—Mamá nos dijo que fuéramos a casa a comer. Quieren ver a Da Bao —le recordó Su Bei entusiasmada.
—Ah, cierto. Entonces, ¿quiénes son los ancianos en la familia? —Su Bei entonces se dio cuenta de que en efecto nunca había estado en su casa antes. Anteriormente, pensó que Lu Heting estaba preocupado de que estaría ocupada, así que se solidarizaba con ella y no la llevaba a casa.