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—¡Feng Cheng, tómalo! —Le dio Su Bei a Feng Cheng.
Feng Cheng retiró la mano como si hubiera sido electrocutado y sacudió la cabeza con todas sus fuerzas. Su expresión era como la de un niño que estaba a punto de ser abandonado por Su Bei. Era como si después de recibir la tarjeta, su conexión y sentimientos con Su Bei se cortarían. Esa expresión causaba dolor en el corazón.
—¿Qué os pasa a todos? —dijo Su Bei, impotente—. ¿No quedamos en que si nada resultaba, asumiríamos la responsabilidad juntos? ¿Si tenemos éxito, lo dividiremos por igual?
—No quiero. Solo quiero ser amigo tuyo —respondió Lin Wenyu.
—Somos amigos.
—Esto es distinto —insistió Lin Wenyu.
Feng Cheng estuvo de acuerdo y siguió asintiendo, negándose a aceptar la tarjeta. Viendo que Su Bei todavía quería dársela, simplemente bajó la cabeza y usó su daga para tallar la piedra con fuerza como un niño en un berrinche.
Su Bei solo pudo recuperar las tarjetas.