Lu Heting avanzó a paso firme por aquel lugar infernal.
El dolor en su corazón empezó a extenderse, perforando su corazón con fuerza.
Por un momento, no podía respirar.
Pero aun así, lideraba al equipo profesional de soldados, policías y perros para buscar en la zona.
Pensando en las dificultades y torturas que Su Bei podría estar sufriendo en ese momento, apresuró el paso. Sus delgados labios se fruncieron en una línea apretada, y cerró los puños junto a sus pantalones. Temía perder el control de sí mismo.
—¡Señor Lu, tenemos una pista! ¡Varios perros militares se dirigen al mismo bar! —reportó alguien.
—¡Estaré allí en un minuto! —dijo Lu Heting con la voz temblorosa.
Feng Ze y los otros también se dirigían hacia allí.
Las luces del bar parpadeaban. Comparado con los bares ordinarios, este lugar era más clamoroso y extravagante.
Se podía escuchar música ensordecedora de fondo. Personas de diversos países hablaban en voz alta con diferentes acentos.