Talia soltó una risita mientras se aseguraba de no pisar el vestido mientras seguía a Damon a otra habitación. Él tenía prisa.
Damon no podía esperar a encontrar privacidad con Talia. Ella lucía comestible, y él quería hacer todo tipo de cosas que no deberían hacerse cuando otros estaban mirando.
Cerró la puerta detrás de ellos y verificó que estuviera cerrada con llave antes de volverse hacia Talia.
El vestido, el maquillaje suave, su cabello trenzado decorado con perlas... todo iba genial con los pequeños pendientes de perla que hacían juego con el colgante en su collar, que era una reliquia que su madre dejó atrás.
Talia contuvo el aliento mientras Damon la rodeaba sin hacer un sonido. Ella amaba el fuego en sus ojos que hablaba de un amor sin límites y placeres carnales.
Damon era un depredador observando a su presa, listo para abalanzarse en cualquier momento, y su letal eficacia era el afrodisíaco más potente.
—Eres hermosa, gatita —dijo Damon en un gruñido bajo.