—Veamos qué quieren los Guardianes, para poder irnos a casa —dijo Talia a Damon. Estaba a punto de moverse en dirección al salón, pero entonces recordó una cosa—. Meg, puedes irte a casa ahora. Yo iré con Damon y Caden.
—¿A qué distancia está? —preguntó Caden a Meg—. En caso de que haya trampas en la zona, puedo asegurarte que llegarás segura.
Meg se negó. —Puedo arreglármelas.
A Caden no le gustó su actitud. —No quise decir que no puedas defenderte, pero ¿y si te cogen por sorpresa? ¿A qué distancia está?
Meg cedió. —Está a una hora si nos transformamos en forma de lobo, pero... —Meg hizo una pausa y se volvió a mirar a Talia—. ¿Está bien si él ve dónde está la entrada a nuestro territorio?