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La sonrisa de Talia se congeló al darse cuenta de que el Alfa Magnus la miraba con una expresión de autosuficiencia.
Él asumió que ella había dejado de hablar porque se había quedado sin argumentos, sin percatarse del intercambio que acaba de tener lugar con Damon.
Otra oleada de ira hervía en Talia, esta vez con una dosis de determinación, y pidió a Liseli que bloqueara esas turbulentas emociones para que no alcanzaran a Damon. Él ya tenía suficiente en su plato, y Talia quería lidiar con esto ella misma. Si no puede manejar a un Alfa, ¿cómo puede estar al lado de Damon y desafiar a muchos?
Talia no podía creer que al Alfa Magnus pudiera ser tan indiferente a las consecuencias de sus acciones egoístas. No es que no le importara su manada, pero no le importaba nadie más que él mismo.