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Talia caminaba por el jardín y observaba cómo los colores cambiaban a medida que amanecía.
Tal como Talia temía, el sueño no llegó. Cada vez que cerraba los ojos, imágenes mentales de Damon y Marcy la acosaban, así que renunció a intentar dormir y decidió dar un paseo.
Se sentó al borde de la cuenca circular de una fuente y miró el agua quieta. En el centro había una escultura de una mujer y un lobo. El lobo estaba sobre sus patas traseras, dos criaturas apoyadas una en la otra mientras buscaban algo en el cielo, y Talia adivinó que de allí fluiría agua si la fuente estuviera funcionando.
Talia sumergió sus dedos en el agua fría e intentó pensar cuánto tiempo había pasado para Damon.
Desde que Damon cruzó el portal, un día para Talia debía ser aproximadamente una hora para Damon.