Ante la expresión decidida de Tatiana, Maddox buscó frenéticamente en su cerebro el movimiento correcto, un gesto, un discurso, cualquier cosa... para conquistar a una mujer. Había leído sobre muchos en Internet, pero ahora que estaba en una situación complicada, todo estaba revuelto y nada tenía sentido.
Sin otra opción, Maddox aceró su voluntad, como si estuviera a punto de enfrentarse a varias docenas de pícaros por su cuenta, y habló con solemnidad.
—Tienes razón. Estaba pensando en mí mismo —admitió Maddox.
Maddox hizo una pausa mientras observa la expresión de Tatiana que no se inmuta, pero sus ojos le indican que está sorprendida por esta forma tan directa de hablar y él esperaba que eso fuera una buena señal.