Talia llegó a la cocina que ya estaba llena de actividad. Stephanie, Zina y Dawn trabajaban a pleno rendimiento, y según el desorden, Talia pudo ver que habían empezado hace un rato. Talia se sentía culpable por llegar tarde.
Para su sorpresa, nadie la regañó.
—¡Vaya! No estaba segura de si ibas a poder hacerlo! —exclamó Dawn con entusiasmo—, y Talia frunció el ceño ante la estridencia de la voz de Dawn.
—Parece que es una resaca... —dijo Zina y metió un pequeño paquete con pastillas en la mano de Talia—. Esto te ayudará. Tómate dos ahora mismo y en quince minutos el dolor de cabeza disminuirá.
Sin decir una palabra, Talia abrió el paquete y Dawn ya le estaba pasando un vaso de agua con un consejo.
—Es importante mantenerse hidratada.
Talia se tragó las pastillas y luego agradeció a Zina y Dawn mientras Stephanie les instaba a seguir con sus actividades de preparación del desayuno.