Talia se aferraba a Damon mientras caminaban por los pasillos de la casa de la manada, y estaba agradecida de que su brazo la rodeara firmemente.
Este lugar era mucho más que un pasillo para ella. Era el lugar donde creció escondiéndose y no sabía qué sentir al respecto.
Dos Omegas hicieron una reverencia profunda al pasar, y luego se apresuraron en sus asuntos.
Hasta ahora, aparte de Ana, nadie la había reconocido.
Hubo un tiempo en el que Talia también se movía por estos pasillos con la cabeza agachada. Llamar la atención nunca era bueno.
Talia sacudió las emociones desagradables que se estaban apoderando de ella.
Estar en este espacio con Damon a su lado se sentía surrealista, como si estuviera ocurriendo a alguien más.
Talia lanzó una mirada a Damon para verlo mirando hacia adelante con una confianza que se derramaba sobre ella.