—Déjame entrar en su cabeza —dijo ansiosamente Liseli a Talia.
Talia quería averiguar qué sabía Cassie, pero la imagen de la confusión de Vincent y su disminuida capacidad mental era algo que Talia no desearía a nadie. Ni siquiera a Cassie.
—Dejemos eso en caso de emergencia —respondió Talia.
—Esto parece una emergencia para mí.
—Lis, no estás ayudando.
—Quiero ayudar, pero tú no me dejas.
Talia no podía creer lo casual que era Liseli respecto a esto. Y era más que casual. Liseli estaba sedienta de sangre, dispuesta a aplastar a Cassie como a un insecto. Las hormonas del embarazo estaban alterando el estado de ánimo de Talia, afectando también a Liseli.
—Vamos a calmarnos primero —dijo Talia—. Deberíamos usar la mínima fuerza para hacerla hablar. Siempre podemos recurrir a la violencia más tarde.
Liseli resopló, y Talia sintió que la vieja loba cedía. Por ahora.
Cassie gimió cuando el aura de Talia presionó sobre ella, haciendo difícil respirar.