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Desde que James y Cornelia se fueron, Damon no mostró intención de soltar a Talia de su abrazo.
Ambos sabían que este no era momento para estar ociosos, pero finalmente estaban solos, este era su momento de paz, y cada segundo contaba.
Talia se maravillaba de la manera en que sus brazos la rodeaban protectoramente. Era como si erigiera una barrera invisible que no permitía que nada pasara, aislándola de los problemas y el ruido que los rodeaban.
Talia presionó su oído contra el pecho de Damon y escuchó su fuerte latido que tenía el poder de pacificar sus demonios, y deseaba que pudieran quedarse así para siempre.
Su olor a bosque y chocolate oscuro llenó su existencia hace tiempo, pero todavía se sentía fresco y reconfortante, como el primer día que se conocieron. El olor de Damon la instaba a acercarse y quedarse allí porque solo cuando estaban juntos podía estar en paz. Él era su otra mitad, su puerto seguro, su hogar.