—Eres tan hermosa —Arabelle rodó sus ojos ante sus palabras susurradas y negó con su cabeza—. ¿Y justo te das cuenta de eso, Su Alteza?
Rafael sonrió ante la respuesta atrevida y luego, incapaz de resistirse, se inclinó y depositó un beso en su cuello, capturando una gota de agua mientras se deslizaba por su suave piel. Ella tembló y se arqueó y él se sintió satisfecho. Su química realmente era increíble.
—Llámame Rafe. Como cuando estaba dentro de ti —ella tembló de nuevo y casi gimió su nombre:
— Rafe. Él sonrió satisfecho. De repente le gustaba más su nombre.
Pero luego pronunció las palabras que sin duda también la pondrían triste y a pesar de que le dolía, las dijo. —Ha surgido algo. Necesito irme.
Su ceño se frunció. —¿Irte? ¿Ahora?
—No es seguro para mí quedarme —dijo cuidadosamente—, y no es seguro para ti si estoy aquí. A pesar de conocer los riesgos, esperaba que ella le pidiera quedarse. O que se ofreciera a acompañarlo.