—Hay lujuria, y luego está... esto —murmuró Rafe, su voz ronca mientras levantaba la cabeza de su hombro con reluctancia. Su respiración seguía siendo irregular, su pecho subiendo y bajando contra el de ella, pero la crudeza en su tono traicionaba la profundidad de lo que estaba sintiendo.
Debajo de sus manos, él la sintió tensarse, su cuerpo de repente endureciéndose contra el suyo. Su ceño fruncido fue inmediato, una preocupación centelleante en sus oscuros ojos. ¿Había dicho algo mal? Un golpe de duda se infiltró mientras estudiaba su expresión. Y entonces ella presionó sus manos contra sus hombros, sus movimientos urgentes pero no de pánico.
—¿Arabelle? —preguntó, su voz suave pero interrogante, mientras comenzaba a alejarse de ella. Desenredarse de ella no era una tarea simple y la evidencia inconfundible de su pasión permanecía entre ellos. La pura intimidad del momento hacía que retroceder fuera casi insoportable, pero de todos modos lo hizo.