Cayo Frost había vuelto. Las palabras resonaban en la mente de Lily, implacables e insistentes, mientras él entraba a la habitación con una gran cesta de frutas en la mano. Su modo de caminar seguro hacía parecer que no había desaparecido de su vida durante días, sino que solo había estado fuera un par de horas.
Sin decir una palabra, dejó la cesta a un lado, cerró la distancia entre ellos, le inclinó la barbilla con una facilidad familiar y se inclinó para darle un beso en los labios. El gesto fue casual, pero la dejó sin aliento, sus pensamientos girando. Antes de que pudiera procesar completamente su regreso, se giró hacia su padre, su tono ligero y conversacional.
—Cayo! Justo estaba preguntándole a Lily por ti. Han pasado tantos días que yo estaba...