Los siguientes dos días se fundieron en una rutina reconfortante para Lily y Cai. Él se transformó en una manta viviente, manteniéndola caliente mientras se recuperaba. Ocasionalmente, la convencía de soltarse, saliendo de la cama para preparar comida, instándola a comer y tomar su medicina. Pero la mayor parte del tiempo, permanecía cerca, ofreciendo confort cuando ella sentía frío y retirándose cuando la fiebre cedía.
Por la mañana del tercer día, Lily despertó sintiéndose diferente —más liviana, como si la pesadez se hubiera aliviado. Abrió los ojos lentamente, solo para darse cuenta de que estaba abrazando algo excepcionalmente cálido. Su corazón se aceleró cuando abrió los ojos de golpe y reconoció a Cai a su lado. Los recuerdos de los últimos dos días volvieron, inundándola de vergüenza y un sentido de escándalo por su propio comportamiento pegajoso.
