"El sueño de Malachi fue turbulento: lleno de sueños de un campo de girasoles donde una pareja formada por un hombre humano y una hembra de dragón se deleitaban en el amor y la alegría —despertaron en él una emoción desconocida—, una sensación de anhelo y conexión que no podía entender completamente.
Al despertar de su sueño intranquilo —su mirada cayó sobre Ravina—, aún en un sueño pacífico a su lado. Su tez había mejorado y las heridas de su cuello desaparecían gradualmente, dejando detrás una marca que se asemejaba a una luna creciente.
Con un suave toque en su rostro —Malachi la instó silenciosamente a despertar—, su mente se revolvía hasta que pudo ver sus ojos abrirse una vez más, pero ella seguía durmiendo. Dejando su lado con un suspiro —empezó su mañana con una serie de actividades— mientras enfrentaba la desalentadora tarea de reconstruir su aldea devastada con su gente.