"Richard despertó para encontrar a sus hijas acurrucadas a cada lado de la cama, su sueño tranquilo le recordó los tiempos en que solían meterse en la cama con él y su difunta esposa. Las cubrió suavemente hasta los hombros e intentó salir de la cama discretamente. Sin embargo, su cuerpo lo traicionó. Sus músculos dolían con cada movimiento, y sintió una profunda debilidad recorriéndolo. Esta lucha física no era simplemente el resultado del envejecimiento. Antes del experimento, Richard había sido un hombre sano de treinta y seis años. Ahora, con casi cuarenta y tres, se preguntaba si su enfermedad ya había hecho mella en él.
Con gran esfuerzo, Richard intentó levantarse, pero necesitó varios intentos antes de poder estabilizarse en sus temblorosas piernas. Decidido a no rendirse, se aferró a la cama, a los muebles y a las paredes mientras se dirigía hacia la puerta. Una vez fuera de la habitación, siguió apoyándose en las paredes para caminar despacio y con cautela.